Quien crea en el abatimiento de todo un sistema de complicidades sobre el cual se cimienta el edificio del poder en México y cuyo diseño permite el encubrimiento y la impunidad como garantía de funcionamiento, está equivocado de palmo a palmo.
Hace muchos años, en la universidad tuve un maestro. Impartía una cátedra cuyo nombre superaba a su contenido: Problemas socioeconómicos de México. Era el primer semestre de sociología. Un día el profesor hizo una pregunta de respuesta altamente sugerente para un grupo de casi adolescentes:
—¿Cuál creen ustedes que es en México el factor real de poder que mantiene aglutinada a la clase política y las instituciones públicas?
—El Ejército, dijo alguien. La Iglesia, comentó un trasnochado. El partido (PRI), apuntó más.
—No, jóvenes, México funciona por la corrupción. El poder nacional consiste en administrarla, orientarla y darle un sentido hasta distributivo. Es un elemento casi cultural. Viene desde el llamado “unto de México” en la época novohispana.
Por eso el anuncio hecho por el Presidente (provisional, aunque no le guste el recordatorio) del Partido Acción Nacional de una más de las ocurrencias legislativa del PAN para crear un Sistema Nacional Anticorrupción, pasa por una estrecha rendija entre la Carabina de Ambrosio y el oportunismo del renacimiento panista.
Quien crea en el abatimiento de todo un sistema de complicidades sobre el cual se cimienta el edificio del poder en México y cuyo diseño permite el encubrimiento y la impunidad como garantía de funcionamiento, está equivocado de palmo a palmo.
Para comenzar deberíamos decir una verdad de Perogrullo: sin violaciones a la ley no hay corrupción. La corrupción es, en esencia, el disimulo, la tolerancia ante la inobservancia de los preceptos. Si se cumple con la ley, desaparece la corrupción:
—¿Puede un Sistema Nacional Anticorrupción garantizar el cumplimiento de la norma? No. Eso se garantizaría mediante la vigilancia y la confirmación de los procedimientos apegados a derecho.
Y eso se puede hacer sin ese mentado sistema. Para eso hay (en teoría) contralorías y para eso debería funcionar también el Ministerio Público.
Pero de esa manera no habría tan hermosas notas de prensa, finalidad tan cara a cualquier político.
Vea usted:
“La propuesta, que será presentada en el Congreso de la Unión esta semana, plantea la creación de un Consejo Nacional y de un Comité Ciudadano, integrado por ciudadanos de reconocido prestigio en materia de combate a la corrupción, que trabajen por un México libre de ese flagelo.
“También propuso el fortalecimiento de la Secretaría de la Función Pública para que tenga facultades en materia de auditoría e investigación, además de que su titular sea ratificado por el Senado.
“Asimismo, que órganos independientes del Ejecutivo federal auditen el uso de los recursos públicos, así como mayores facultades a la Auditoría Superior de la Federación.
“Ambos órganos estarán facultados para recibir quejas y denuncias ciudadanas, con la garantía de que sus denuncias sí darán lugar a investigaciones serias, realizadas por órganos autónomos y que habrá consecuencias para los corruptos. El primero, la Auditoría Superior de la Federación, para lo cual se le darán amplias facultades de investigación ante quejas y denuncias ciudadanas o actuando de oficio”
HIRIART
Notable la iniciativa de David López, coordinador de Comunicación Social de la Presidencia de la República, para recordar con orgullo al ingeniero Fernando Hiriart en una ceremonia realizada ayer en la Secretaría de Energía, en un ambiente cálido, amistoso, emotivo y cordial, en el cual dos sensaciones campearon: la admiración y la gratitud.
Gran hombre, gran tutor.
elcristalazouno@hotmail.com