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Varias cosas llaman la atención en la captura de Edgar Valdéz Villarreal un estadunidense con apellidos hispánicos dedicado a la limpieza criminal. Un matón jefe de matones a quien hoy se quiere mostrar como si fuera el cerebro de todos los carteles.

Lo primero, la aleve y velada sugerencia en contra del gobierno del estado de México por la ubicación del capo.

El argumento geográfico se convierte en evidencia automática de culpabilidad. Si estaba allí era por la evidente y a la larga frustrada protección. El silogismo es falso. El aprovechamiento político del caso permite la ocasión para mandarle dardos envenenados a Enrique Peña Nieto.

Quienes sugieren la protección del gobierno priísta de Toluca en este caso, debieron haber hecho lo mismo en Morelos y Jalisco. En esos estados de gobierno azul –Marco Adame y Emilio González–, cayeron los más peligrosos organizadores de la delincuencia. Pero ninguno de ellos pudo abrir la boca, lo cual a estas alturas viene a ser una ocasión para la tranquilidad.

Los muertos no hablan, ni delatan.

El segundo elemento –asociado con lo anterior–, es la limpieza del operativo de captura.

Si en el caso de Arturo Beltrán Leyva, resuelto mediante un asalto a sangre y fuego en Cuernavaca, la presencia de los marinos fue para anular el riesgo de policías federales infiltrados cuya complicidad podría haber frustrado los afanes justicieros, en este caso la misma policía actuó con quirúrgica limpieza.

Y ese mismo da más de tres mil de sus elementos habían sido echados a la calle por incumplir los controles de confianza.

Esos mismos argumentos valen para la muerte de Ignacio Coronel en Jalisco.

Pero lo más enigmático es la sonrisa de “La Barbie”. Quizá se ría de sí mismo y de su suerte. Quizá del papel con el cual lo dotaron los escritores del drama. Algunos lo atribuyen a su futura condición de probable testigo protegido con celda en los Estados Unidos. O quizá por nerviosismo.

Pero si leyera los diarios entonces la sonrisa se volvería carcajada. No es posible tanta ligereza. Hay quien lo diagnostica como engendro patológico sólo por la risita. Por su sólido cinismo. Otro lo presenta como un alma negra con ojos azules (¡cuanta poesía!) y no falta la opinión de quien lo presenta como agente encubierto al servicio de la DEA, verdadera autora de la captura.

Pero lo único seguro es el provecho mediático en favor del gobierno. Esta aprehensión deja en segundo plano la quiebra de Mexicana de Aviación y la irresponsabilidad del gobierno cruzado de brazos; diluye los datos de la economía y le deja el campo abierto a la promoción personal del IV Informe de gobierno.

CONFIANZA

La aparente solicitud para ver al Presidente en el Congreso con el Informe en las manos no tenía en verdad ninguna otra finalidad más allá de recordar la forma accidentada cómo se inició esta administración: por la puerta de atrás.

En ese sentido alguien dice, si comienza mal; termina mal. ¿Será así?

Este gobierno no es hijo de la confianza; es producto de la desconfianza. Por no permitir la oscilación del péndulo de la derecha a la izquierda la sociedad se quedó en el escaso margen del 0.5 por ciento cuya proporción es a la vez definición y estigma; característica y condena.

Obviamente los afines, los panistas “reales”, quienes vieron en el ascenso de uno de los suyos el primer triunfo pleno de sus aspiraciones históricas; esos creyeron desde un principio y lo siguen haciendo. Pero de los quince millones de votantes y un escaso pico con los cuales se inauguró el segundo gobierno de la alternancia, muchos se han desplazado a los áridos campos de la decepción.

Y no es nada más por el escabroso asunto de la guerra contra el narcotráfico y la delincuencia en todas las formas y variables imaginarias; es por el descuido generalizado en todas las acciones del gobierno cuya falta de nervio se quiere sustituir con un incesante bombardeo de mensajes publicitarios asaz imprecisos y mañosos.

Cadena y cadenas de TV, mensajes de “tuiter”; llamadas telefónicas a la media noche, anuncios y más anuncios en la radio y la TV y todo para dejar el triste telón de fondo de la realidad. La escenografía nunca pesa tanto como el drama.

Hoy esta país es tan injusto o más de cómo era hace cuatro años. Y también hace 40; es violento como nunca antes; más inseguro, con menos oportunidades, con una galopante tendencia al analfabetismo de la cabeza a los pies; con empresas rotas o en camino de extinción, y con una actitud de omisión desdeñosa hacia casi todo aquello cuyo desastre se debe en parte a la incesante concesión a los privilegiados.

En esas condiciones llegó el Presidente a su cuarto Informe. Un ritual excesivo reservado a los amigos fuera del Congreso. Pasamos del “día del presidente” al día del “super-presidente”. Si la realidad es demasiado oscura como para retratarla, entonces se usa la lámpara de la propaganda para iluminar el foro. Todo se presenta como hazaña personal, desde la construcción de un camino hasta la captura de un narcotraficante. Todo es ocasión de lagoteo al hombre providencial a quien la providencia no atiende. Como antes.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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