Como si la pifia de Enrique Peña Nieto fuera la clarinada para el arranque de una carrera hípica, Ernesto Cordero sale en pos de los furlones del campeonato y se resbala en la primera curva de tan singular hipódromo: la cuadra de los ágrafos contra la seda de los analfabetos: confunde a una colombiana con una chilena y le mezcla los nombres a Isabel Allende y Laura Restrepo.

No hay relación posible entre ambas. Muy distintas sus literaturas.

Pero Ernesto, con la misma elocuencia con la cual defendió ante el mundo, primero y ante Josefina Vásquez Mota, después, su receta del capitalismo doméstico en los seis mil pesos mensuales (Chepinita los creyó gasto insuficiente apenas para un día) explica el motivo de su dislate: era muy temprano, como si la némesis y el funciona miento neuronal fueran cosa de relojería.

–¿Sabe usted?, yo en la mañana no pienso, pero ya luego se me quita. ¿O cómo?

Grave hundimiento de pezuña cuando se quiere moler al contrario y se incurre en semejante chocarrería oportunista: hay de resbalones a resbalones. Pues mejor nos iría si estos aspirantes no viviesen en el jabonoso suelo de sus exhibiciones.

Pero no tiene sentido seguir con esto de los políticos y sus errores literarios. Nada más Churchill fue un estadista histórico y además Premio Nobel de Literatura.

En México nadie recordará al senador Martín Luis Guzmán, ni al diputado Jaime Sabines. Y ambos calentaron mullidos sillones en las cámaras para justificación de sus dietas en el Poder Legislativo.

Tampoco se habla, excepto para compararlo con los panistas de estéril biblioteca del secretario de Educación Agustín Yáñez sino del inmenso novelista de “Las vueltas del tiempo” o “La creación”. En ese sentido hasta Ramón López Velarde hubo pitanza en la secretaría de Gobernación y José Gorostiza se levantaba al alba para vigilar el ruido de los trapeadores en la cancillería a las ocho de la mañana.

Pero mientras escribía “Muerte sin fin”.

Rosario Castellanos fue embajadora en Israel y si no, lo hubiera sido nada había menguado eso su habilidad creadora ni su talento literario. Rómulo Gallegos vivió un desastre en Venezuela. No gobierna Gabriel García Márquez en Cuba, pero Fidel lo tiene como literato de cabecera.

Mario Vargas Llosa quiso ser presidente del Perú y terminó como un atún fuera del mar, si se me permite la paráfrasis de su autobiográfico ensayo del pez en el agua.

El problema actual en México no es la ignorancia supina de los políticos. De casi todos los políticos. La realidad es peor: casi todos los mexicanos somos así. No podemos esperar mucho más de un país cuyo fracaso cultural es infinito. Las aspiraciones se terminan con la estadística: en México se lee en promedio medio libro por cada ciudadano y aun tenemos diez millones de personas incapaces de hacer la “o” por lo redondo.

Y cuando digo medio libro no me refiero nada más a la primera parte del Quijote. Bueno fuera.

Ya no hablemos del drama cósmico de quienes apenas pueden leer los chismes de las actrices o ver, sin detenerse siquiera en los pies de foto, las revistas de lujo social.

Ayer Carlos Fuentes escribió sobre la muerte de Tom Wicker y se refirió al título-confesión de su libro sobre Richard Nixon: “Uno de nosotros”, implicando que Richard Nixon no era un extraño al bien y al mal -la ética- de los EE.UU., sino un hombre eternamente insatisfecho que ascendió mediante la mentira y la teatralidad pública y que, una vez instalado en el poder, no pudo abandonar los vicios y tretas de su carrera, sino potenciarlos al máximo involucrando a la nación entera en el caso Watergate. Importante análisis del poder corruptor que afecta, quien más, quien menos, a todos los que lo tienen y lo abusan”.

En ese sentido Peña, Josefina, Andrés Manuel, Cordero, Fox, Calderón y todos ellos, con su incultura apabullante y su ligereza, son como nosotros. No son ignorantes políticos. Nada más son mexicanos. Son como el pueblo al cual, quieren conducir.

En una entrevista para Telemundo sobre este tema me preguntaron ayer:

–¿Entonces tenemos los políticos que nos merecemos?

–No, dije. Tenemos los políticos que podemos producir.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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