amlo

Con demasiada frecuencia, ante una imprudencia monumental o un error grave, sobre todo en la política, se dice: fue el peor momento para tal o para cual. Y esa expresión, como todas las frases hechas, es una estupidez. Nunca hay buenos momentos para equivocarse. El error perjudica todo. Hasta la hora de su comisión. Hoy entre el estupor y la sorpresa vemos cómo la mala hora llega para las palabras presidenciales. Excitado por la oportunidad de ofrecer sendas entrevistas radiofónicas a dos colegas nuestros, el presidente se va de bruces y cae en una provocación evidente. Se sube al cuadrilátero, se monta sobre la tercera cuerda a la manera del “Santo, enmascarado de, Plata…” y se sale de la lona.

La historia de este episodio es bien simple.

Sabedor de la paternidad en las alianzas entre el Partido de la Revolución Democrática (o sus residuos) y el Partido Acción Nacional (y sus claudicaciones), Andrés Manuel López O., dijo:

“En el Partido de la Revolución Democrática sufren amnesia, ya no recuerdan que en el 2006 se les robó la Presidencia de la República y eso a mí no se me olvida… el PRD nació para ser una alternativa democrática de izquierda no para ser paleros de la mafia que nos gobierna…”, afirmó al inicio de la semana.

Ante la enésima acusación similar sobre el robo de la presidencia y la consecuente naturaleza espuria del mandato de Felipe Calderón, nada habría ocurrido si el presidente se comporta como tal y deja pasar la bola rápida como lo ha hecho en ocasiones anteriores.

Pero quizá molesto, en especial por el atroz resultado del Michoacanazo y el incesante aluvión de dicterios de AMLO, el presidente se puso los guantes y salió por las cuatro esquinas a tirar golpes. Hizo una breve exposición casi sicoanalítica de la forma como AMLO se perjudicó a sí mismo con la siembra del odio, lo llamó damnificado y le sugirió un mejor aprovechamiento de sus capacidades. Recordó su conocimiento previo del personaje y le reconoció cualidades y defectos como a todos. Pero por encima de los juicios personales sobre López, lo llamativo de estas declaraciones fue el reconocimiento de haber sido propulsor de la campaña del peligro para México, expresión en la cual la izquierda sustentó la acusación de una guerra sucia y una convocatoria al odio y la voluntaria o involuntaria apertura de las heridas mal cerradas del 2006. Pero el presidente ha volteado el papel: la guerra de odio fue cosa del otro, de quien siempre se ha llamado ofendido. En este clima otras voces se pronuncian, por ejemplo la del líder de la CNOP Emilio Gamboa, quien al presentar a su nuevo comité ejecutivo comentó: “Como presidente, no puede agarrar partido, pues es el jefe de las instituciones de todos los mexicanos…lo que requiere México es unidad y tranquilidad y no abrir frentes y tampoco debe (Calderón) volver a habar del 2006. Me parece que fue muy inoportuna su declaración”. Uno de los puntos frágiles en la expresión del presidente y el uso de la frase del peligro (suya o de Sola, ahora ya no importa; pues él ha asumido la paternidad) es convertirla en respetable por el respaldo de 15 millones de electores, misma cifra de quienes pensaban precisamente lo contrario. Si 15 millones votaron por AMLO otros tantos lo hicieron por FCH. Esa fue precisamente la raíz del problema. Hasta el momento ningún presidente de México lo ha sido con tan pocos votos de diferencia. Por eso fue el pleito DE LA FARSA. Hasta el día de hoy nadie tiene razones para explicar el caprichoso y populachero cierre del Paseo de la Reforma con un pretexto baladí: Bernardo de la Garza ha inventado un festival olímpico revolucionario cuya naturaleza lo coloca entre las carnestolendas y el astracán. Quizá Bernardo en el fondo admire a AMLO y quiera como él desbarajustar (así sea por menos tiempo) la vida de la ciudad de México con la clausura del Paseo de la Reforma. Lo cierto es el respaldo de Los Pinos (donde por cierto su papá cobra dizque como asesor presidencial en materia petrolera).

En la página de la casa presidencial se anuncia a pleno “banner” superior: “Festival Olímpico Bicentenario” (ahora sabemos cómo se ejercitaba el cura Hidalgo en lanzamiento de jabalina y la Corregidora en 400 metros planos) y se le llama una actividad sin precedentes. Y ojalá también lo sea sin consecuentes.

“Para nosotros (ese mayestático comprende a Bernardo de la Garza) es evidente que el deporte merece tener un espacio significativo dentro de las conmemoraciones del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución Mexicana (pues claro sobre todo cuando se cobra en la Conade, que más se debería llamar “Co-nada”).

“Merece tenerlo porque el deporte es una política pública (más bien es un desastre crónico sin política de ninguna especie) que toca y transforma a los ciudadanos y a las sociedades (¿entonces estamos tocados y transformados por el Tibio y De la Garza?); merece tenerlo porque México es una nación que valora su estado democrático (pues no queda mucho por valorar, como no sea también nuestro estado atlético) y porque el deporte es quizá la política pública más democrática de todas (¿Cuándo dejarán los ignorantes de confundir lo gregario con lo democrático?)

“…hemos diseñado un festival olímpico sin precedentes. Que se compone de dos grandes pilares (no tiene dos pilares, se compone de ellos). Por un lado de una celebración popular del deporte olímpico en el cual, como ustedes podrán apreciarlo a continuación, los mexicanos podrán acercarse a nuestras máximas glorias (pues como no sea Gloria Trevi). A verlas en acción, a contagiarse de los valores que nuestros grandes atletas representan, disciplina, perseverancia, competitividad y mentalidad triunfadora entre muchas otras. Muchos mexicanos podrán por primera vez presenciar y participar de los deportes olímpicos y por supuesto de manera gratuita…”

No, no tiene caso continuar con la cita. Es imposible seguir con tantas idioteces.