Mal consejero es el apresuramiento; peores sugerencias ofrecen los pretextos, las transformaciones sin necesidad ni sustento, el desperdicio de lo acumulado, la obnubilación entre lo útil y lo innecesario, la incapacidad para discernir entre la propaganda y la utilidad de lo exaltado en discursos de plaza, de mitin, de pueblo fervoroso.
La ruptura es una forma esencial de la cultura. La Reforma, la evolución, el cambio, la dialéctica. Pero romper para demostrar originalidad no tiene mérito alguno. Despreciar lo recibido, repudiar todas las herencias, hasta las buenas, es una insensatez y a fin de cuentas un retorno al camino del cual se quiso salir.
Hoy el gobierno cae en sus propias trampas y solamente consigue probar su ineficacia formal y la ineficiencia de sus funcionarios. El ya famoso Insabi es otra demostración de cómo las cosas innecesarias sustituyen a las funcionales, pero mejorables.
El Seguro Popular; con todos sus defectos, no había probado tanto su conveniencia como cuando de un plumazo fue desaparecido. Comenzaron a brotar los problemas derivados de una mala planeación de las transformaciones.
El primer error en la planeación es hacerlo sobre asuntos innecesarios. Cambiar por cambiar es una tentación, pero también una necedad. O un lema de campaña infinita.
Sin embargo es una tentación de todos los gobiernos. Especialmente los populistas.
Durante los largos años del priismo, cuya verdadera doctrina era esa, el populismo echeverrista, cardenista, lopezportillista y etc; no el Nacionalismo Revolucionario, cada sexenio era negocio (también) de papelerías: si una secretaria se llamaba de Agricultura y Recursos Hidráulicos, al siguiente gobierno se dejaba de nombrar así y la agricultura se iba por su lado, muy lejos de la hidráulica y si antes de hablaba de Patrimonio Nacional, después se le decía de Energía, Minas e Industria Paraestatal.
Lo mismo sucedía con la Secretaría de Salubridad y Asistencia conocida más adelante como Secretaría de Salud o aquella de Instrucción Pública luego conocida como de Educación Pública. Cambio de plumaje en las instituciones en tiempos de pelecho. Muda de piel en las serpientes del burocratismo; gatas revolcadas, monas vestidas de seda, hábitos sin monje.
¿Seguro Popular?, ¿Insabi? Lo mismo daría si las cosas funcionaran.
Y la verdad no se trata de ignorancia, se trata de mal diseño. Ajustar los pies al tamaño del zapato en lugar de cambiar las cosas sin necesidad de ondear nuevas banderas, aunque en verdad se debe reconocer algo triste: lo peor es hacer las cosas al aventón, sin prever sus efectos, sin saber por dónde, cómo y –sobre todo– ¿para qué?
El discurso es obsesivo y reiterativo. Dice el Señor Prsidente:
“–Se decide que la atención médica y los medicamentos son gratuitos
“¿Quién lo decide?
“La Constitución, no es conmigo, es con la ley. La Constitución establece el derecho del pueblo a la salud y ahora la nueva ley lo señala, no se pueden cobrar cuotas en hospitales para atender a la población.
“Pero es un proceso, porque hay quienes no ven bien esto, incluso no sólo por cuestiones económicas o porque estén haciendo algún negocio con las cuotas, -que suele pasar, no he generalizado, pero se da, que de repente ya no va a haber ese manejo de dinero discrecional- pero no sólo es eso, es una cuestión ideológica, es también una situación de mentalidad.
“¡Cómo que no se va a cobrar! ¡Eso es populismo, paternalismo! ¡Cómo no se va a cobrar la atención médica! ¡Cómo se van a entregar de manera gratuita las medicinas!”.
“Hay mucha gente que no coincide con esto, y tenemos que respetarlos, pero se tiene que entender que nosotros planteamos que íbamos a llevar a cabo una transformación y que se iba a garantizar el derecho a la educación y el derecho a la salud, y que la salud y la educación no son un privilegio, son derechos que tienen todos los ciudadanos.
“Ya hay países, también lo he dicho, en donde los servicios de salud son gratuitos: Suecia, Dinamarca, Noruega, incluso el sistema de salud de Canadá muy avanzado, casi todos los países europeos. Y es atención médica y medicamentos gratuitos, y no esa atención médica primaria nada más la que es gratuita. No, en todos los niveles”.
Sin embargo, por populistas como sean –o no– las decisiones (o la Constitución misma, modificada al antojo sexenal de cada periodo, régimen o gobierno), el problema no es la decisión.
Se puede decidir mañana, por decreto, la salida del sol por el poniente (y darle rango constitucional como otras entelequias), pero no va a ser posible. El asunto no es la decisión, es la manera de aplicar las decisiones.
El Seguro Popular ya cumplía con las condiciones de gratuidad. Precisamente las quejas y protestas son por los cobros actuales, no por los inexistentes pagos de antaño en las instituciones federales.
Se quiere cobrar con la bandera de lo gratuito.
Ese es el problema: la discrepancia, la contradicción burlona, el discurso en demanda de nombres y datos de quienes abusan y los memorándums de la Secretaria de Hacienda en abierta autorización para esos cobros.
La mejor forma de combatir la corrupción, cuya maligna existencia –como etiqueta de propaganda o convicción, según se quiera ver, tanto ocupa a este gobierno (el cual de su combate ha hecho la imbatible y bien recibida bandera)–, es con eficacia, con habilidad profesional, con funcionamiento óptimo de las instituciones del gobierno y el Estado. No con burocratismo fundamentalista, “puntadas” de última hora y responsabilidades por encima de la capacidad, basadas únicamente en la supuesta honestidad.
Hace unos días, leí unas opiniones de un hombre respetado hasta por la IVª-T. Alguien debería leerlas también y reflexionar sobre ellas. Son lo más distante de la meritocracia sin méritos intelectuales. Es una clarinada en contra de los improvisados leales, honestos o no.
Esto dice Pepe Mojica, el guerrillero de antes; el estadista de hogaño. El hombre sabio y modesto, decoroso y realmente ejemplar.
“…Creo que los funcionarios públicos del futuro (ser refería a México. Proceso,2249) deben pasar por una universidad dedicada a formar el capital público y aprobar exámenes, y el que no aprueba tirarlo para afuera.
“Los trabajadores públicos tienen que ser los mejores del país, porque tienen una incidencia brutal. No es invento mío, es invento de una dinastía china de hace 300 o 400 años que elegía en el reino a los más inteligentes, los concentraba, los acuartelaba y los formaba y después los ponía de funcionarios públicos.
“Hay que tomar medidas contra el burocratismo, pero no matar al Estado, porque si no tenemos Estado, no tenemos herramientas para pelear…”
En varias ocasiones esta columna se ha referido a la extinción programada de todo lo anterior (especialmente los órganos autónomos estatales), como “estatofagia”.
El gobierno devora en función de su dominio sobre la poblaci
ón, a través de la dádiva y la propaganda, a los órganos del Estado constituidos especialmente para limitarlo y equilibrarlo.
Estatófago o Estatívoro, como se quiera, si alguien admite el neologismo.
DESASTRE
El tramo del Boulevard Adolfo López Mateos, mejor conocido como Periférico Sur, en la alcaldía Álvaro Obregón, (sin alcalde, porque Layda Sansores es un fantasma), entre Las Flores y Barranca del Muerto, se ha convertido en la muestra más acabada del caos urbano en manos de constructores voraces y autoridades cómplices.
Edificios altísimos de 20 o más pisos, construcciones enormes amenazadas por socavones y edificaciones adyacentes sin consideración alguna del vecindario, tala de árboles a diestra y siniestra. Todos los excesos y abusos posibles en un espacio tramo sobre-densificado, con violaciones de la norma, con problemas de agua y frecuentes estallidos de transformadores de energía eléctrica por exceso de carga
¿Y la CFE? Nada, inmersa en definir la inmortalidad del concubinato y la elusión de responsabilidades. ¿Y la alcaldía? Nada tampoco.
VIDEOJUEGOS
Bien hizo el gobernador Riquelme en señalar la obsesiva atención de los niños de hoy hacia los videojuegos. Todos ellos tienen como finalidad la muerte, las mucha muertes, el choque, la explosión, la violencia a fin de cuentas. Son apologías de la violencia; prácticas imaginarias del crimen, de la destrucción.
Como si no fuera suficiente la cotidiana exposición real a la metralla y los decapitados, los juegos destructivos meten a los niños y adolescentes (y algún otro adulto estúpido), en una virtualidad donde la violencia no tiene consecuencias. Bueno, a veces.
–oo–