Hace muchos años Ingmar Bergman hizo una enigmática película llamada La hora del lobo. Esos 60 minutos silenciosos y profundos cuando nace o muere la mayor parte de la gente. Una visión oscura de los misterios sin luz; tiempo de vampiros, brujas y apariciones. También hora preferida para el delito, la cómplice nocturnidad, la violencia, el balazo entre las sombras. Obviamente, no eran todos estos asuntos la materia de la cinta sueca.
Sin embargo, la noche casi siempre es cómplice de la desmesura. No por esto los pecados se pueden cometer a la luz del día, pero la noche es un tiempo mejor para el exceso. La “vida nocturna” casi nunca es igual a la vida diurna.
Por eso Faulkner invocaba la tranquilidad de un burdel a las 10 de la mañana donde el silencio replegado como un gato de azotea dormido tras la juerga de las azoteas permitía el más profundo silencio para escribir sin interrupción ni distracciones.
La noche nos compele a la aventura. Por eso las rondas se hacen bajo la luz lunar; por eso es cuando se cometen más crímenes, cuando se bebe más, cuando hay más accidentes de automóvil y cuando se hacen las orgías y los desmadres.
Eso se puede hacer de día, dicen.
Sí, pero de noche sabe mejor.
Por eso en la ciudad de México desde hace ya varios años se tiene un programa preventivo de accidentes llamado “Alcoholímetro” (a pesar de su nombre oficial de “Conduce sin Alcohol”) y cuya aplicación indudablemente ha salvado muchas vidas y escarmentado a varios borrachales de no combinar volante y copa.
Como todos sabemos, es mérito de Manuel Mondragón, el mejor secretario de Seguridad Pública en esta ciudad desde hace muchos años, haber incorporado a la cultura permanente de protección el control de los conductores ebrios. No se sabe cuántas vidas ha salvado esta revisión, pero obviamente han sido muchas.
Por eso suena extraño e irresponsable el nuevo intento de los vendedores de alcohol para lograr una ampliación de sus horarios con la cual no habrá ni mejores diversiones nocturnas en la ciudad ni más seguridad en las calles derivada de la circulación de sus clientelas, ni tampoco una disminución de las pavorosas cifras de muertes por accidentes derivados del consumo irresponsable.
En días recientes este funcionario, quien a su función policiaca aplica su sensibilidad y humanismo de médico, dio a conocer una estadística tremenda:
“…el 81 por ciento de las 15 mil defunciones registradas anualmente por accidentes y circunstancias violentas están asociadas al consumo de drogas y alcohol…
“El problema del alcoholismo en México es serio, la mayoría de los robos, homicidios, violaciones, suicidios y accidentes de autos se dan bajo el influjo del alcohol…”.
“…la primera causa de muerte entre jóvenes de 14 y 29 años son los accidentes de tránsito provocados por el alcohol; 46.7 por ciento de la población mexicana de entre 12 y 65 años de edad ingiere alcohol y 23 por ciento de los jóvenes consume cinco o más copas al menos una vez al mes, y según estadísticas 44 por ciento de la gente que ha intentado suicidarse bebió alcohol antes; 23 por ciento de las defunciones por accidentes de tránsito provocadas por conductores alcoholizados ocurre en jóvenes de entre 15 y 24 años de edad.
“…la droga con mayor impacto en México es el alcohol, porque su consumo es permitido, su costo es bajo y es fácil de adquirir, aun por menores de edad, aunque esto no esté permitido.
“Por ello llamó a realizar acciones contundentes como el control estricto de venta de alcohol en discotecas, restaurantes y bares, modificar los horarios de los comercios que expendan bebidas y tabaco, así como aumentar los puntos y días de aplicación del ‘alcoholímetro’”.
Si ante todo esto los “chincholeros” (eso y no otra cosa son los “antreros”) son capaces de influir en un grupo de legisladores de la Asamblea del DF para lograr la ampliación de los horarios y la liberalización del consumo, estaríamos en grave riesgo de fomentar cuanto se debiera controlar.
La cantaleta de los “librebebedores” es similar a la de los fumadores afortunadamente derrotados: el Estado no tiene derecho de tratarnos como menores de edad (a pesar de nuestro comportamiento adolescente).
Pero cuando la conducta individual sumada genera daños sociales y violencia, entonces se le pide al Estado hacer algo para remediarlo, cuando se le ataron las manos mientras quiso prevenirlo.
LEVIN
Explica el diputado Oscar Levin su error relacionado con la comunidad “gay”. La poderosa y estridente comunidad “gay”, diría yo. Ofrece disculpas y al parecer éstas le han sido aceptadas. Es el problema de subir a la tribuna con la sangre encendida.
La desgracia es cómo esas palabras sobre las alianzas antinaturales en política no dejaron escuchar con claridad un punto de vista del legislador sinaloense: el PAN ha dinamitado los puentes.
Eso era más importante…