Llegan las horas de junio, con el perdón de don Carlos Pellicer y la jornada electoral todo lo tiñe y todo lo mide.

Secuestros de muy sospechosa factura, tan débiles sus explicaciones como aquel célebre asunto del otro futbolista llamado Romano, cuyo estilo argentino facilitó armar un  tango inverosímil, casi tanto como este de ahora protagonizado por el joven Alan Pulido quien presta sus servicios en la lejana  Hélade en el club “Olimpiakós” de Atenas.

Secuestro,  casi expreso, resuelto por la bizarra actitud del deportista quien como si fuera James Bond escapa de sus captores no sin antes someterlos, quebrar una vidriera y llamar las fuerzas  de seguridad cuya presteza resulta propia del Hombre Araña o cualquiera de los superhéroes, incluido el Santo “Enmascarado de plata”.

Pero el fallido secuestro o su fallida simulación logran su cometido: teñirlo con la pintura de la política electoral. No falta el idiota cuya credulidad es absoluta y su capacidad admonitoria se ejerce con los vientos de la libertad de expresión. Lea usted este monumento a la inocencia (o al aprovechamiento insensato), publicado en un diario de la vida nacional

“…Alan Pulido es un desaparecido más de los 27 mil que parece que hemos decidido olvidar, y a los que presta (¿?) una historia y un rostro reconocible a nivel internacional. Un joven con sueños, con ambición y con carácter, que se pierde a mitad de la noche sin mayor explicación (¿los hay a la mitad de la noche y con explicación?) como cualquiera de los otros desaparecidos: los afanes de sus familiares son los mismos de quienes han tenido que pasar de la preocupación a la angustia, del miedo al coraje, de la aceptación a la exigencia de justicia por parte de unas autoridades que carecen de la capacidad —o de la voluntad— para cumplir con sus funciones (este pobre no se enteró de nada, cuando su columna se publicó, el señor ¨Pulido ya estaba en su casa).

“Los mismos afanes de quienes hoy, desesperados, deambulan entre fosas comunes a la espera de la confirmación de una noticia terrible que, sin embargo, les dará la paz que necesitan.

“México está en la mira, y el tema de las desapariciones forzadas cobra relevancia en tanto las familias de las víctimas comienzan a organizarse en una causa en contra de una “violación particularmente odiosa de los derechos humanos”… “

La cita podría seguir pero da pena ajena. Sobre todo cuando remata de esta manera:

“..Justo lo que ocurrió en Ayotzinapa, y después en Tetelcingo…”

¡A ver, a ver!, diría la suegra: ¿Podría alguien explicarle a este aprendiz (mal aprendiz, por lo visto) la diferencia entre un secuestro y una desaparición forzada? Quizá  lo entienda un poco más tarde.

Al parecer en el caso de Pulido no ocurrió ni lo uno ni lo otro. Esto fue tan sospechoso como en su tiempo el secuestro de José Guadalupe Zuno y darle a un señor cuya presencia (con foto de Egidio incluida) es evidente, la condición de desaparecido político (forzado) es retorcer la lógica más allá de lo posible.

Son  asuntos sin relación alguna y no es esa irresponsable y mal escrita columna sino una innecesaria prueba de la resistencia del papel: soporta todo. Escriban sobre él cuanto quieran ponerle. Aguanta todo.

PITO

La extraordinaria velocidad para la dispersión de “memes” en las redes, incluyendo el enésimo aprovechamiento del dobleja falso de la escena aquella de Hitler furibundo en la cinta “El derrumbe”, no es una muestra de la rapidez del ingenio popular,  sino de la velocidad con la cual se aprovechan las redes sociales para golpear a  los adversarios políticos.

Miguel Ángel Mancera ha sufrido todos los ataques, los merecidos y los injustos, a partir de la utilización de las decisiones de la CAME, usadas como herramienta para adjudicarle al gobierno de la ciudad la  paternidad en el tema de las restricciones vehiculares.

Mancera se ha quedado solo y ahora lo vapulean con un tema de suyo complejo: el acoso contra la mujer, la persistencia molesta de tocamientos, insinuaciones y conductas agresivas en mayor o menor grado, pero siempre fuente de desagrado cuando no de franca agresión violenta.

El silbato resulta, si se quiere, una forma rudimentaria e inútil de alarma, pero hay quien lo quiere ver como un  símbolo (¿recuerdan los fallidos timbres de pánico en los microbuses?). Otros como una bobada. Y algunos como un torpedo contra el jefe de gobierno a quien ya algunos sectores  del PRD han propuesto como candidato al juego presidencial del 2018.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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