Hace muchos años un compañero infectado por el virus del “neoriquismo” presumía sus hazañas en Las Vegas.
–¿Y jugaste mucho?
–No, respondió. No me gusta jugar.
–Pero habrás ido a grandes espectáculos. ¿Viste a Sinatra? ¿Escuchaste a Barbra Streisand? ¿Oíste a Elvis?
–No, no me gustan esos chous”.
Pues entonces no fuiste a Las Vegas. Saliste de tu barrio, pero no conociste lo de afuera.
Guardadas las proporciones eso le ocurrió a la delegación mexicana, con el presidente de la República a la cabeza, en su viaje a Cuba.
Firmar un acuerdo no vinculante con la insignificante empresa petrolera cubana; no cobrar la deuda y platicar dos o tres superficialidades con Raúl sin haber hablado siquiera por encimita con Fidel, así fuera de los lugares comunes de su leyenda, es como no haber salido de Chapultepec. Un viaje de trámite sin utilidad ni memoria.
La versión cubana de los hechos –publicada en Granma– no podía ser más displicente. Se puede ser una persona de pocas palabras, pero no un periódico de tan escasos conceptos. ¿Diez años de interrupción diplomática en el más alto nivel se resuelven con una “notica” de 97 palabras?
Diez años de desencuentros sin utilidad para dizque reparar una relación cuyas bondades hace mucho tiempo dejaron de existir. De Zedillo para acá todo ha sido cargar un fardo. Pero los cubanos tienen la sabia virtud de conocer el tiempo, como dijo aquel poeta, amigo por cierto, de Fidel Castro.
Pero esa calma deja dividendos. Y eso me lo recordó este poema de Pedro Juan Gutiérrez:
“La Habana soporta estos años
como una vieja dama, sabia y silenciosa
“No despega sus labios
para protestar
y se deja lamer el costado
por la espuma y el salitre
“La vieja dama oculta sus heridas
esconde sus cicatrices
y me confiesa tarde en la noche:
“No importa,
tú pasarás,
todos pasarán
“Yo soy eterna…”
Cuba tiene entre sus muchos atributos una diplomacia de notoria exactitud.
En este caso los cubanos movieron sus piezas y lograron su objetivo: llevar a Felipe Calderón a La Habana y forzarlo a un diálogo nada más con el gobierno, sin un minuto para los opositores ni una oportunidad para la “cantaleta” de los Derechos Humanos para enojo de HRW.
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Hace otro tiempo (noviembre de 1999) se realizó en La Habana la reunión de la Cumbre Iberoamericana cuya primera edición se dio en Guadalajara. Casi un decenio esperó Fidel para lograr la visita de todos los hispanoparlantes. Una reunión de países americanos sin los Estados Unidos, ni la convocatoria de la OEA en el medio.
Un triunfo diplomático del barbudo quien salía al paso de todas las acusaciones con gracia y chispa, como cuando habló de la legitimidad del poder ajeno a las urnas.
Recordó la primera reunión de los Iberoamericanos en la capital de Jalisco e hizo notar quiénes eran los únicos dos sobrevivientes de aquella asamblea: él y Juan Carlos de Borbón, rey de España.
–Tú dirás, Juan Carlos, cuando nos postulamos a elecciones tu y yo…”
La serenidad para esperar el momento fue otro de los puntos culminantes en aquel discurso de Fidel.
Hizo ver cómo para congraciarse con Washington, algunos, habían puesto obstáculos una y otra vez para la cumbre en Cuba. Pretextos iban y pretextos venían. Pero pudo más la terquedad cubana.
–Y yo los veía –dijo con el dedo al aire–, como los ha visto siempre la Revolución: con la paciencia de Job y la sonrisa de la Gioconda”.
Así esperaron a Calderón y lo despidieron con un papel en blanco.
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Y si ya estamos en esto de los cubanos y el caos, pues vale la pena citar de nuevo a Gutiérrez:
“Sólo la flexibilidad, la tolerancia, la amplitud de pensamiento, la cultura y la información total y desprejuiciada pueden ayudarnos a evitar el naufragio en medio de esta tormenta incesante y creciente en que nosotros mismos –depredadores insaciables– hemos convertido al planeta. Y creo que cada minuto iremos a más. Los antropófagos jamás transmutan en vegetarianos.
“Pero no hay nada que lamentar. Me siento muy bien. La verdad es que me encanta vivir en una tribu de antropófagos y ser uno más comiendo huevitos asados a la parrilla mientras los enemigos castrados chillan y se desangran en sus jaulas”.
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Cuando Josefina Vásquez ofrece como solución a sus problemas el célebre “golpe de timón” debería recordar cómo se gestó la tragedia del Titanic. Como cualquier especialista en trivialidades sabe, el enorme buque viajaba a su máxima velocidad (21 nudos) para romper el récord trasatlántico del Lusitania (a fin de cuentas también hundida) cuando recibió avisos de hielo en la ruta. El capitán Smith ordenó bajar la velocidad y torcer el rumbo hacia Terranova, para alejarse los bloques.
Es decir, dar un golpe de timón.
Pero nunca supuso el cambiante marino la jugada del azar: la corriente estaba llevando los hielos precisamente hacia donde él habla torcido la proa. El choque era inevitable.
Él quiso evitar los problemas y los problemas lo fueron a encontrar
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Si bien el Apartado C del artículo 41 de la Constitución no podría ser más vago e impreciso, (“En la propaganda política o electoral que difundan los partidos deberán abstenerse de expresiones que denigren a las instituciones y a los propios partidos, o que calumnien a las personas”) su intención es evidente: limitar los ataques “ad hominem”; es decir, evitar la lucha “cuerpo a cuerpo” en las campañas políticas.
Pero eso no se respeta. El Partido Acción Nacional, como parte de su nueva estrategia (ni tan nueva) la ha emprendido en una batalla sin fin para exhibir a Enrique Peña Nieto como el hombre incumplido, cuando el cumplimiento notariado de sus ofertas populares ha sido precisamente la piedra angular de toda su promoción pública.
En ese sentido la campaña panista (dicho por Juan Ignacio Zavala, uno de sus más conspicuos comunicadores) tiene un doble objetivo: dar a conocer a Josefina Vázquez, pero sobre todo dar a conocer a Enrique Peña. –Queremos que la gente sepa, quien es Josefina, pero sobre todo quién es Peña, ha dicho –palabras más, palabras menos–, el primer cuñado de la nación.
En este sentido el panismo recuerda aquella vieja historia de la ciencia política cuya naturaleza, todos conocemos: la existencia como respuesta a la lucha contra otro. Existir sólo para combatir al otro. En este caso la dependencia de Crisipo.
Cuando en el siglo II a.c., los estoicos recibían la acometida de los escépticos, la presencia intelectual de aquellos los hacía referencia y punto de partida para muchas discusiones filosóficas.
Ningún pensamiento podía prescindir de su importancia. Gabriel del Estal lo narra así:
“…Es sintomático que Grocio desenvuelva los prolegómenos de su gran obra combatiendo a Garnéades, escéptico pre-cristiano del siglo II, quien consagró lo más florido de su vida a reírse del estoicismo, mientras en Atenas fue director de la Nueva Academia.
“Sabido es que Caméades se preguntaba con ironía frente a la doctrina de Crisipo, su adversario del siglo anterior, considerado por el vuelo de su potente dialéctica como el segundo fundador de la Stoa :
« ¿Qué sería de mí sin Crisipo?»
Y Grocio, diecinueve siglos más tarde, abre su “De iure belli” con un debate frente a Caméades… “
Hoy Josefina y sus asesores, metidos hasta el tuétano en “desenmascarar” a Peña se podrían preguntar como lo hizo el PAN desde su fundación: ¿Qué sería de mí sin el PRI? Nada.
En este sentido llaman la atención las palabras de Pedro Joaquín, el presidente del Partido Revolucionario Institucional quien ha advertido: la campaña negra, la dispersión de calumnias, infundios y exageraciones; falsedades y ataques personales, no persuade a los electores.
Muchos podrán decir, ¿entonces cómo llegó FCH?
Pues por la concurrencia de muchos factores, entre los cuales no han sido suficientemente aclaradas las traiciones dentro del propio PRI.