Quienes de eso saben dicen, en la política es tan importante el hacer como cuando hacerlo. La oportunidad es el cincuenta por ciento de la eficacia de un acto político. “Timming”; le llaman quienes hablan el lenguaje de la tecnocracia. Oportunidad a secas, pertinencia, quienes se expresan de otra forma.
Hoy las cosas parecen cambiar un poco en el entorno del presidente Enrique Peña. El triunfo electoral de su partido hasta lograr con aliados y demás el control en la Cámara de Diputados, le garantiza una despresurización suficiente para manejarse con más holgura. No le resuelve los problemas, pero no se los agrava y lo deja en un escenario de mayor comodidad.
Su viaje a Europa y el enésimo respaldo de la comunidad internacional a sus empeños reformadores, le da un lustre necesario contra la desconfianza con la cual han querido mancharlo sus adversarios. Ahora tiene una gran oportunidad frente a si: persistir en la actitud de negociar con los disientes del magisterio violento en condiciones de imposición (sin clases no hay mesa) y mantenerse en una postura firme y fervorosa en bien del interés de los educandos.
Pero la actitud ante el magisterio no lo es todo.
El presidente debe enfrentar varios escenarios complicados.
Uno de ellos, la inseguridad desbordada, no solo la de origen político o de la delincuencia organizada, sino la cotidiana, la de los asaltos callejeros, la de los secuestros, la de las pandillas.
La otra parte necesaria de resolver es la eterna, la persistente, la derivada del escaso crecimiento de la economía, la falta de dinero en los bolsillos de la gente común. La pobreza extrema no es la única pobreza a la cual se deben volver los ojos.
Por otra parte ya instituido el Sistema Nacional Anticorrupción, se debe dar un golpe espectacular en ese sentido. Algo cuya contundencia haga creer en la firmeza y validez del empeño. Una cascada limpia en lugar del aluvión de agua de borrajas.
Por otra parte es necesario el ajuste en el gabinete.
No importa si se cambia de personas aun cuando no se cambie de políticas en lo fundamental, pero la sociedad necesita hechos, no solo discursos. En ese sentido hay carteras ya saturadas de crítica. ¿Quiénes? Él lo sabe.
SI el presidente deja pasar estos días, quizá los de junio y no ofrece evidencias de un golpe de timón, un cambio de rumbo, una nueva estrategia, de poco le servirá el respiro electoral.
Tiene, además, una tarea cuya labor debe hacerse en el sigilo: aprovechar el cambio de la dirigencia (César Camacho se va a San Lázaro), preparar la sucesión en su partido y enfilarse para lograr un triunfo electoral en el 2018.
Hoy tiene enemigos antes no tan poderosos (Morena, por ejemplo); lleva la desventaja de las candidaturas independientes cuya eficacia ya se probó en Nuevo, León y tiene frente a si la posibilidad de llegar con un desgaste notable si no hace antes maniobras y cambios espectaculares, o al menos convincentes.
Las grandes líneas de su gobierno ya han sido trazadas y logradas. El reformismo tenaz ya quedó sembrado y solo resta esperar sus frutos. Es cosa de tiempo, decisión y firmeza.
Eso le demandan hoy los mexicanos, decisión y firmeza. Política; en fin, no politiquería; construcción, no escenografía.
Todavía tiene tiempo, apenas el suficiente.
LOCAL
Nadie podrá estar en contra de los dichos del Presidente ante la FAO y la necesidad de erradicar el hambre en el mundo, pero con el mismo tono del niño ávido de ¿la Cheyenne, apá?, algunos le preguntarían:
¿Y la cruzada de aqui?
La #CruzadaDeAquí sigue en franco progreso mijo…