Mientras el país se prepara alborozado frente a una consulta por cuyo previsible y tendencioso resultado, los ex presidentes de la República, podrían ser enjuiciados y someterse a la ley cuya majestad no requeriría plebiscito, referéndum o pregunta alguna, especialmente cuando se sabe el motivo y el objetivo para hacerlo, los gobernadores “federalistas” recogen los pedazos de sus fracasados virreinatos y preparan su salida de la pomposa Conferencia Nacional de Gobernadores, con cuyo muerto y petate presionaron a otros presidentes, antes de quebrar la piedra contra el coyol.
Si la CONAGO funcionó como un contrapeso –o al menos una agencia de gestoría–, cuando gobernaban Vicente Fox y Felipe Calderón, displicente uno; resentido el otro, para nada sirve ahora frente a un Ejecutivo Federal empeñado en regresar al centralismo político más duro de cuantos se hayan conocido desde los tiempos de Lázaro Cárdenas.
Para Peña la CONAGO fue siempre una reunión social de amigos favoritos. Él había puesto a casi todos los priistas.
Ahora ya no se puede siquiera sugerir la necesidad –mucho menos la utilidad–, de una organización cuyos mejores momentos son para pedir dinero; clamar por la oportuna y suficiente entrega de haberes para gobernar e intentar presiones sin fuerza más allá de las declaraciones y las palabras, ya por los semáforos de la pandemia o la afiliación inevitable al absurdo Insabi o la presencia de la Guardia Nacional junto a sus raquíticas policías, mientras en sus Estados no se mueven las hojas de los árboles sin la orden directa del Palacio Nacional ejecutada a través de los “superdelegados”, quienes –a falta de una eficaz Secretaría de Gobernación –, asumen funciones de obstáculo administrativo o sometimiento político.
Pero a esa pedigüeña actitud le han llamado “nuevo pacto fiscal”, sin admitir la realidad: el pacto federal no se resuelve sólo en ventanilla del dinero, ni en la caja de la Tesorería. El federalismo es una forma de distribución del poder político y esta revolución (así la llamo el SP, cuando justificó las formas como se financia “por fuera” su movimiento), tiene una actitud centralista y personalista.
El camino único, el pensamiento único, el poder único: Yo.
Pero lo admitan o no, los gobernadores ya se habían dado cuenta, hasta el michoacano Silvano Aureoles Conejo, quien de la derrota saca fuerza para anunciar –nadie se había preocupado– su precandidatura a la Presidencia de la República bajo las siglas del PRD, si aún existe para el 2024. Corre conejo, corre veloz. Ándale pues.
El 14 de enero, en una comida de falsa concordia, el Señor Presidente invitó a los gobernadores a una comida tabasqueña en el Palacio Nacional, en la cual, quien más quien menos, trató de salir en la fotografía de la futura (y fingida)armonía.
El Silvain* traído de Macuspana, les dio un plato de pejelagarto con agua de matalí. El presidente, una palmada en el lomo.
Después, el 24 de julio, cuando la estrategia del Insabi era duramente cuestionada (como después la actuación contra la epidemia) por quienes pueden cuestionar, pero no rebelarse, las cosas se pusieron rasposas. Ríspidas, dicen algunos. Y así hasta el monumental fracaso del 19 de agosto en San Luis Potosí, donde les pegó un rapapolvos, y les cambió el menú.
Como se había terminado la sopa de fideos les sirvieron de la otra. Y para colmo, un jarro de atole… con el dedo.
Así los gobernadores más aguerridos –Enrique Alfaro, Silvano Aureoles, Cabeza de Vaca, Javier Corral y sus socios; hasta Panchito Domínguez— emprendieron el único camino de quien no tiene poder: hablar, declarar, tomar por asalto las páginas de los periódicos y lanzar sobre el papel o el teclado de las redes sociales, la queja por saberse desdeñados, despreciados; carentes del respeto al cual se sienten merecedores, porque ellos dicen gobernar entre todos a 40 millones de mexicanos, los cuales saben de planetoides, pero están deslumbrados por la luz del sol y por los recientes espectáculos del Coliseo nacional –gratuitos y prometedores de abundancia— en los cuales algunos corren por la cálida arena, mientras los leones de la anti corrupción los persiguen a zarpazos.
Y entre estos felinos de la anti corrupción, no está David León, conste. Él es un león rodeado de mariposas en el jardín de la inocencia.
Pero la deserción de la CONAGO es tan inútil como la conferencia misma. Sin embargo el gobierno se va a aprovechar de ella o de su huacal. La tomará en sus brazos, le dará respiración artificial y la convertirá, cuando le convenga, en un foro de promoción de las políticas tetramorfósico y aplausos al SP.
Si de la treintena de ejecutivos estatales se salen diez u once. El resto formará un coro: los niños cantores de la IV-T cuyas entonadas voces se verán fortalecidas tras las elecciones del año entrante, por los nueve o diez nuevos gobernadores con los cuales Morena ampliará su presencia en todo el país.
Las elecciones del próximo año, donde la mitad del país renovará poderes estatales, teñirá de guinda el mapa político, porque el Ejecutivo en gira y los súper-delegados, tienen como única finalidad palpar, sondear, auscultar el ambiente preelectoral para desviar recursos a las zonas en riesgo de derrota o con poca presencia y así ganar las diputaciones locales, distrito por distrito. Ya de lo municipal, ni hablamos.
Ese es el verdadero asunto, no la redistribución fiscal. Esa es la pantalla nada más.
Y frente a estas pataletas, el presidente les dice con fría sinceridad: el pacto nuevo sería muy simple, les quitamos a unos y les damos a otros, porque no alcanza para todos en las proporciones anheladas por la mayoría. Todos quieren haciendas opulentas, talegas rellenas de dinero como si fueran videos de la corrupción, pero ya no hay de piña.
Ahora el gobierno cuesta como nunca antes.
Ya no en el gasto corriente, sino en las marejadas de pesos para comprar la voluntad anticipada de los electores a través de los programas socio electorales o la rifa del avión sin avión o las cobranzas de impuestos atrasados o francamente evadidos y la persecución de los felones cuya reparación del daño económico es indispensable, así sea por una mala factura publicitaria (cifras de criada), como a Nexos, o por la fraudulenta compra de plantas de fertilizantes, como Alonso Ancira y Emilio Lozoya.
Dinero, dinero y más dinero, decía Napoleón para hacer la guerra.
Mientras tanto los gobernadores seguirán tragando gordo.
Las visitas presidenciales convertidas, con frecuencia, en oportunidad para la gritería, el abucheo y el insulto.
La parroquia, debidamente estimulada por quien puede “cucarla”, los agrede y los humilla frente al Presidente, quien en no pocas ocasiones les ha dicho ya chole, no le digan de cosas a su gober, mejor respeten a la autoridad; y ellos se sienten extraños por el cambio de instrucciones, porque los acarreadores les pidieron otra cosa.
La interlocución con Olga Sánchez Cordero (florero) es tan virtual como la cuadrícula del “zoom”. No sirve para nada, nada se resuelve, todo se va en palabrería y en agujeros negros.
Lo peor de un florero es estar vacío. Ni un clavel, ni una rosa.
Pero todos simulan estar en medio de una conversación trascendente. No se resignan al vasallaje de una fuerza política cuyo poder no ha dejado títere con cabeza.
Y así, dentro de unas horas, en el esplendor del poder absoluto, el Señor Presidente enviará al Congreso, presidido quizá por Dulce María Sauri (o en caso de grotesco extremo por Gerardo Fernández Noroña), su segundo informe de Gobierno, con lo cual cerrará el primer tercio de la administración.
“The best is yet to come” (Lo mejor esta por venir), dice una canción.
“The worst is yet to come” (Lo peor esta por venir), dice otra. Escoja su melodía.
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Estimado Sr.Cardona deseo sinceramente que su estilográfica se haga chicharrón. Yo todavía tengo fe en que en las próximas votaciones echemos a tanto inútil como se pueda, si usted está resignado a un triste porvenir en lugar de luchar por mejorar la situación, que la patria se lo demande.