Posiblemente uno de los peores momentos del gobierno anterior (cosa difícil hallar la medalla de oro entre tantas memeces), haya sido la osteolatría bicentenaria y su grotesco desfile por el Paseo de la Reforma.
Cuando se juntan un vivales, como José Manuel Villalpando desde el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México y una autoridad inculta, indecisa y desintersada, como las dos administraciones panistas, el resultado puede ser cualquiera, hasta la ridícula imagen de un presidente transido y hechizado ante la exhibición de urnas doradas de fino cristal, con los despojos de nuestros héroes, en una macabra forma de convertir los espacios de la historia en relicarios, como si los padres de la patria fueran santos de pueblo.
“Los restos de 12 caudillos insurgentes de la lucha de Independencia de 1810 –decía la información de fines de mayo del 2011–, fueron exhumados ayer con los máximos honores militares del Mausoleo de la columna del Ángel de la Independencia, en la Ciudad de México, para ser trasladados al Museo Nacional de Historia en el Castillo de Chapultepec.
“El Gobierno federal a cargo del Presidente Felipe Calderón quien ordenó la extracción de los restos de los “héroes de la Patria”: Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama, José María Morelos, Mariano Matamoros, Mariano Jiménez, Javier Mina, Vicente Guerrero, Leona Vicario, Andrés Quintana Roo, Nicolás Bravo y Guadalupe Victoria para identificar plenamente la identidad de algunos de ellos, evaluar su estado, realizar un registro preciso de las piezas y prever lo necesario para su conservación.
“Además, de acuerdo con la Presidencia, a los restos se les realizarán estudios para conocer más de la vida de los héroes como “las enfermedades que padecían, su complexión física, así como las circunstancias en que ocurrieron los decesos de los héroes”.
Hoy, como era previsible, en la exhaustiva investigación ofrecida al crédulo pueblo, nos venimos a enterar de la cruda verdad: los arqueólogos forenses (¿así se llaman?) le tomaron el pelo al gobierno cuyo fracaso en la celebración del Centenario de la Revolución y el Bicentenario de la Independencia, lo marcaron ara siempre en sus componentes mezclados de ineptitud, desinterés y corrupción, como fue el memorable caso de la “Estela de luz” cuya erección ahora propone Javier Sicialia como pálido monumento luminoso para todos aquellos cuyas vidas se apagaron durante la Guerra de Calderón.
En el revoltijo del osario patriótico se han hallado restos de animales, infantes y personas sin relación con la vida de aquellos cuyo vestigio se quiso recuperar sin poderse responder ninguna de las preguntas por cuyo supuesto se hizo tan calcificado homenaje a los caudillos.
Nadie ha podido explicar cómo una astilla de hueso nos va a decir algo sobre la muerte de don Miguel Hidalgo, como no sea, dónde le metieron los balazos los soldados del impávido pelotón de fusilamiento en Chihuahua.
“Después de que esta información estuvo reservada dos años (Siempre!), la “certeza” que con tanto ahínco difundió el gobierno de Felipe Calderón pierde su credibilidad.
“Después de analizar la revoltura de los huesoso fétidos, llenos de hongos, resguardados en las diez urnas que se sacaron de las criptas del Ángel de la Independencia, los investigadores se dedicaron hacer un minucioso inventario que incluyo la descripción de los restos de hombres, jóvenes no asociados con los del os héroes.
“Estudios realizados por José Antonio Pompa y Padilla , Jorge Arturo Talavera Gonzáles y Nancy Geloven Alfaro , en ellos se destaca que en la urna negra de madera en cuya placa de metal se lee “General Insurgente Mariano Matamoros , Héroe de la Independencia Nacional” en realidad se encuentran los restos óseos de un adulto que oscila entre 40 a 45 años de sexo femenino”.
Pero tampoco le podemos adjudicar al panismo ni siquiera originalidad en eso de falsificar la historia o sus vestigios. Durante año y años Eulalia Guzmán, una vivales más en la tragicomedia mexicana (como llama José Agustín a nuestra historia) nos dio a todos la comunión con la rueda de molino de su hallazgo en Ixtcateopan.
Otro amasijo de huesos de barbacoa, presentados como los restos del único héroe a la altura del arte, el joven abuelo, Cuauhtémoc.
Pero en aquel tiempo la polémica quedó zanjada con una frase digna de quien la pronunció: “para mi, como mexicano, esos son los restos de Cuauhtémoc”, dijo el entonces presidente, Luís Echeverría.
Si no fuera por la actual hipersensibilidad de los protectores caninos (entre los cuales ya me cuento) se podría decirle a la historieta panista: ¡a otro perro con ese hueso!