Dos videos me han llamado la atención en los días recientes. Fueron grabados por dos personas diametralmente distintas aun cuando uno de ellos se disfrace de cuando en cuando de doctísimo intelectual de anteojos fondobotellescos.
Obviamente me refiero al muy exitoso productor cinematográfico Eugenio Derbez a quien en su faceta de sociólogo profundo (a diferencia de Armando Hoyos), resulta difícil tomar en serio porque su vis cómica, tan cultivada durante años y años, se impone inconscientemente a sus afanes de seriedad política. Y es una pena; pero así son las cosas. Cuando se ha sido un cómico toda la vida, hasta la solemnidad del Apocalipsis pierde sentido.
El otro video –casualmente también con el mismo tema, la convocatoria al voto– fue producido con cansino y extensísimo estilo catedrático, por Enrique Krauze, con la misma voz de pedagogo ilustrado con cuya grave sonoridad explica los documentales de Clío sobre episodios importantes de la historia de México.
Evidentemente ambos intentos de comunicación resultan fallidos. El de Krauze es tan autobiográfico como su denso y pedante libro en cuyas páginas conviven sus antepasados y Baruch Spinoza en un parque de la Condesa.
Obviamente son sus memorias y en el caso reciente de la promoción electoral sus buenas intenciones no requerirían invocaciones a su pasado sesentayochero, como antídoto a la defensa contra la izquierda malqueriente, pero quien lo haya convencido del interés de sus opiniones en el segmento juvenil de los electores lo mal informó. A muy pocas personas les puede importar las excitativas al voto del señor Krauze o de quien sea, porque como él mismo dice: a los jóvenes les disgustan las órdenes y las sugerencias sobre su conducta o sus decisiones.
En el caso de Derbez su promoción del voto no dismula la tendencia pro Xóchitl, y eso está muy bien. Pero dudo de su eficacia. No veo a nadie tomarlo en serio, entre otras cosas por su residencia californiana.
Hablar de la pesadilla mexicana desde el sueño americano, no suena muy convincente.
Es como ese aguerrido periodista cuya presencia anual en las mañaneras es para lamentar la inseguridad en México, antes de tomar un avión de regreso a Miami y escribir: “Que maravilla que la próxima semana los mexicanos podamos votar libremente (y en su caso sin consecuencias personales), por quien se nos de la gana…”
Es muy lindo eso de votar desde el extranjero.
Total, si la candidata ganadora (también con el voto foráneo, por ejemplo) aumenta los impuestos o manda construr la refinería de Tres Bocas, las consecuencias no se van a padecer en los Estados Unidos, donde también votarán.
Quien tiene dos nacionalidades termina por no tener ninguna, aunque vote y rebote.
Pero mejor a otra cuestión, como los apoyos de los intectuales a la cosa pública o cómo los orgánicos se organizan aunque algunos sólo sean micos de organillo.
Eso de las adhesiones de “pensadores” tiene historias lindas en México. Me recuerdan mucho la historia del estridentismo cuyo ismo tanto le interesó a Bolaño.
“ (Ociel Flores).- En 1925 el grupo (Estridentista) se traslada hacia la ciudad de Xalapa, Veracruz, aprovechando que Maples Arce ocupa la Secretaría de Gobierno de ese estado, ahí reciben el apoyo del gobernador Heriberto Jara, ello les permite comenzar una fase en la que combinan su trabajo artístico con labores educativas y de difusión de la cultura (succión mamaria, se llama).
“Crean la revista “Horizonte”, publican obras literarias contemporáneas como “Los de Abajo” de Mariano Azuela, así como textos didácticos como silabarios populares y manuales para enseñar medidas básicas de higiene a la población.
“Estos trabajos estuvieron a cargo de Germán List, según lo narra él mismo en entrevista con el investigador español Francisco Javier Mora, publicada en “El ruido de las nueces, Germán List y el estridentismo mexicano”.
Como parte de la pugna por el poder en el México posrevolucionario, el general Jara es destituido de la gubernatura y junto con él, el grupo estridentista abandona la ciudad y se disgrega, llegando así el fin de su aventura como grupo”.
Duró tanto como la lactancia presupuestal.