El martes pasado las autoridades peruanas le dieron 72 horas al embajador Pablo Monroy para abandonar el país. Es decir; lo echaron por entrometido, por formar parte de un gobierno intervencionista, injerencista y en palabras llanas, metiche.

Al mismo tiempo, en un gesto de habilidad diplomática, los peruanos en el poder – la presidente, Dina Boluarte y la canciller, Ana Cecilia Gervasi–, emitieron un salvoconducto familiar en favor de la esposa y los hijos de Pedro Castillo, el reprobado aprendiz de golpista. Desde ayer por la mañana doña Lilia Paredes y sus hijos, Arnold y Alondra Castillo, están entre nosotros. Un funcionario de baja jerarquía los recibió en el aeropuerto de la Ciudad de México, a hora temprana.

La Embajada de México en Perú quedó a cargo de la primera secretaria Karla Tatiana Ornelas Loera, jefa de Cancillería. Y la política exterior mexicana quedó por los suelos.

Ayer el presidente se mostró -además de entrometido–, desinformado, Sin pregunta previa, y ya encarrerado, dijo:

“…aprovecho para lamentar la decisión que tomó el gobierno de Perú, un gobierno muy cuestionado en su conjunto por su proceder, sobre todo por optar por la represión y no buscar al conflicto de Perú una salida mediante el diálogo y con el método democrático de convocar a elecciones lo más pronto posible para evitar que haya una situación de inestabilidad política que, como lo hemos dicho muchas veces, afecta fundamentalmente al hermano pueblo de Perú”.

¿De dónde le viene a nuestro Ejecutivo la autoridad internacional para decir si el gobierno peruano está “muy cuestionado en su conjunto por su proceder, sobre todo por optar por la represión y no buscar al conflicto de Perú una salida mediante el diálogo y con el método democrático de convocar a elecciones lo más pronto posible?

Pues por lo pronto de la desinformación (Marcelo, ¿dónde, dónde estás?) porque mientras él hablaba los diarios publicaban esta nota originada anteayer:

“…(E.F.).- La nueva presidenta de Perú, Dina Boluarte, anunció este lunes de madrugada que propondría adelantar las elecciones a 2024, después de que miles de manifestantes salieran nuevamente a las calles en distintas ciudades de Perú el domingo para exigir su renuncia y programar elecciones con el fin de reemplazarla y al Congreso. Se reportaron al menos dos personas muertas durante las protestas…

“…Interpretando de la manera más amplia la voluntad de la ciudadanía”, indicó la mandataria, “he decidido asumir la iniciativa para lograr un acuerdo con el Congreso de la República para adelantar las elecciones generales”.

Y nuestro presidente respondió:

“Sabemos distinguir muy bien lo que es el pueblo de Perú, que es un pueblo hermano y la actitud de la llamada clase política de los grupos de poder económico y político del Perú, que son los que han mantenido esta crisis en ese país, por sus ambiciones personales, por sus intereses económicos.

“…Comprendemos que esta situación los ha llevado a tomar medidas arbitrarias como la de declarar persona non grata a nuestro embajador en Perú, que hemos estado pendientes y la Secretaría de Relaciones Exteriores le ha pedido que regrese pronto, y está ya por llegar a México, porque lo más nos importa es cuidar su integridad y la de su familia”.

Aquí hay un tufillo como de “al fin yo ni quería”.  Tras la expulsión se le pide al embajador un pronto retorno. La prontitud de las 72 horas. Pues sí; no le queda de otra; ya lo echaron.

El 13 de diciembre esto se publicó:

“…El presidente Andrés Manuel López Obrador aseguró que, para México, Pedro Castillo sigue siendo el mandatario de Perú y que las autoridades que detentan el poder deben reconocer que fue elegido por voto popular y revertir su destitución”.

Lo reversible o irreversible de la destitución es asunto de ellos.

¿Con esta actitud todavía nos preguntamos por qué se le acusa de injerencista?

Imagen: Cuartoscuro

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona