Por ahora importa poco la justificación moral e histórica del Presidente Barack Obama en cuento a la acción ejecutiva para bloquear temporalmente la deportación de migrantes con apoyo en la protección de menores y la cohesión de familias.

Si hoy Obama, como en su tiempo lo dijo Fidel Castro, espera la absolución de la historia, otros deben ser sus motivos y momentos de preocupación. Su partido debe ganar las siguientes elecciones, sea quien sea el candidato demócrata, pero la ley pendular americana no parece estar en este momento en favor suyo. Los republicanos nunca le van a dar a nadie la razón cuando esos argumentos minen sus posturas fundamentales.

Los demócratas americanos cuya actitud aperturista no les quita de ninguna manera lo “americanos”, están dispuesto jugar con márgenes más amplios. Los republicanos no. Ellos viven en la ley del revólver. Son los patronos del linchamiento a la hora del té, especialmente del “Tea party”.

En ese sentido la circunstancia de las dos temporalidades. La primera, la indiscutible circunstancia de extinción del “juego Obama”; es decir, el bloqueo Ejecutivo de las deportaciones, tiene como límite natural el mandato de Ovaba, en el mejor de los casos. Y quizá menos ahora con el sabotaje judicial de Andrew Hanen, quien desde el distrito sur de Texas suspendió la vigencia jurídica del decreto presidencial. Es  como si en México el gobierno hubiera perdido un amparo.

Pero hay otra noción de temporalidad ante la cual no podemos cerrar los ojos. En el nombre de la diplomacia el embajador mexicano en Washington, don Eduardo medina Mora (ya con un pie en la Suprema Corte de Justicia, como después veremos) expresa su confianza en la fugacidad del bloqueo judicial.

Así lo dijo en Crónica:

“Confiamos, dijo, en que la apelación que haga el Departamento de Justicia apegado a los precedentes que la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos, han tomado respecto de acciones similares que todos los ex presidentes de Estados Unidos sin excepción han hecho en los últimos 30 años, puedan llevar estas acciones a su permanencia en el futuro y cambiar la circunstancia de dignidad, seguridad y oportunidades para nuestra comunidad en aquel país”.

Y no es por llevarle la contra a alguien  cuya inusitada carrera siempre en posiciones notorias en  gobiernos de distinto signo partidario (estrella en el panismo y el priismo) lo ha llevado a posiciones mucho reconocimiento, pero el futuro de estas acciones migratorias y su rechazo no son ni casualidad ni obra de la judicatura, son política pura y en ese sentido las cosas cambian, cambian mucho.

Y en  cuanto a la autonomía universal de la justicia en relación con la política aquí o en EU, no deja de ser un cuento chino. Medina Mora hoy lo siente en carne propia. Si el Presiden te Enrique Peña lo quiere en las Suprema Corte de Justicia en lugar de Sergio Valls, su postulación resulta de previsible éxito: basta ponerlo en una terna junto a dos candidatos con trayectoria opaca.

Después haber estado en Washington, en la PGR, en el Cisen y en el gabinete de Calderón y haber salido bien librado de todos los encargos, con buena fama y buen prestigio, es fácil inclinar a los senadores de manera favorable contra  Alfredo Fuentes Barrera y Horacio Armando Hernández Orozco a quienes conocen en ámbitos mucho más reducidos.

Es la carrera de un Ferrari contra dos “vochitos”.

Pero, se dan casos, se dan casos…

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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