Otra de las desgracias no analizadas con profundidad en la derrota mayúscula del Partido Acción Nacional, larvada y manifestada sin atención ni remedios desde las elecciones intermedias de este gobierno, consiste en la condición genético-política del presidente Felipe Calderón.
He inventado eso del genetismo político, precisamente para describir (no sé si con fortuna o no) a un panista entre los panistas, epígono, muestra, ejemplo y adalid en esas filas, fue precisamente el todavía presidente de la República quien se ha propuesto retomar los rendajes de una cuadriga volcada, dicen algunos, por su impericia como auriga nacional.
Si Vicente Fox, por decir un ejemplo hubiera sido el causante de una derrota de tales dimensiones, bien se habría podido argumentar su falta de pedigrí (dicho sea con todo respeto y sin alusiones involuntarias); pero quien ha hecho del PAN el centro de su mundo, de sus experiencias sociales, familiares, fraternas, filiales, conyugales, emocionales y hasta afectivas; quien ha vivido no en la política mexicana sino en la política con y desde el partido mismo en el paciente recorrido por todas sus estamentos y estructuras y ha visto a sus familiares asociarse a un esfuerzo de construcción de militancia quien sabe por cuantas generaciones, no puede sino llamarse a una frustración de honda profundidad.
Un destacado panista con quien tengo frecuentes charlas me decía casi al borde del llanto: tenía que ser el más panista de todos el que haya visto como se desmadró el PAN. Y desde la presidencia. No digo su nombre por carecer de permiso suyo. Si le interesa decirlo, él lo hará en su oportunidad y frente a quien deba hacerlo.
Pero desmadrado o no el Partido Acción Nacional aún se da tiempo para la frivolidad. Nos narran las crónicas cómo en el receso de sus indagaciones sobre los motivos de la derrota, tiene tiempo sus más conspicuos militantes para darse un receso y ponerse la verde mientras México le sorraja tres pepinazos a los japoneses y los deja en la cuneta mientras los jóvenes deportistas del futbol olímpico se encaminan rumbo a una medalla de oro.
–Tenemos receso, ¿no? Diría el siempre lenguaraz Javier Lozano.
Pero más interesantes resultan las apalabras de Felipe Calderón (el militante; no el Presidente), quien para explicar la derrota, coloca un par de banderillas a toro pasado. Muy pasado.
«En la propia campaña, les voy a poner un ejemplo, quizá el propio lema de ‘Diferente’, que hablaba de que efectivamente Josefina es una persona diferente en calidad y en atributos, quizá el propio lema pudo generar una confusión en el electorado, porque si escogemos Presidente de la República y el lema es ‘Diferente’, el primer mensaje es ‘te propongo algo diferente al Presidente de la República o al Gobierno actual’.
Como dijo el filósofo de Güemes, “no pus sí”.
«A Josefina la hicimos quizá entrar en dos meses muy complicados, donde toda su brillante energía y capacidad retórica se fue justamente en describir qué era diferente y por qué no era diferente (¿?) «. Con esa claridad cualquiera entiende.
Y abundó:
«Tú escoges el eje del cambio o el eje de la continuidad. Cuando eres oposición, por supuesto que escoges el eje del cambio, y el PAN fue precisamente la bandera del cambio durante las décadas que fuimos oposición y bien ganado y bien planteado.
«Cuando el PAN gobierna, ya no queda más el eje del cambio, queda el eje de continuidad, como lo es en todos los partidos de gobierno en el que buscas, aunque parezca obvio -parece que no necesariamente lo es- buscas que el electorado refrende el mandato, que continuemos nosotros, ese es el mensaje que debe haber en una campaña.».
Pues sí, pero ahora, como dicen las malas novelas románticas, cuando se dio cuenta de todo ya era demasiado tarde.
Pero inmerso en la gira del adiós y con tiempo para convivir con los militantes de su partido, el Presidente Felipe Calderón todavía tiene tiempo para templar la lira y cantar frente a los suyos. Los indiscretos revelaron parte de su repertorio: canciones de Silvio Rodríguez. Pues por armonía cromática habrá cantado “El unicornio azul”. Y si andaba por ahí César Nava se habrá echado el palomazo de “La vaca Tomasa”.
¡AY! CHAVELA
Recuerdo a Paco Michel. ¡Ay Chavela!
Hoy hay quien enloquece con la Vargas y en su transgresora y sexualmente orientada memoria el Palacio de Bellas Artes se convierte una vez más en marmórea agencia de pompas fúnebres para alguien de muy relativos méritos.
Decía Margarita Michelena: en Relaciones Exteriores nada más hay dos poderes: el “Drink Power” y el “Gay Power”.
En la cultura mexicana, también. Ahí está la devoción por Chavelita.