Una de las informaciones más recurrentes e incomprensibles como materia de festejo nos acaba de ser entregada nuevamente a los ciudadanos quienes quizá como los pacientes infantiles de cualquier enfermedad, tragamos la colorida grajea sin imaginar la verdadera sustancia.

Sabe dulce, pero la verdad va adentro.

Nos ha dicho la secretaría de Seguridad Pública Federal en cuanto a la depuración de sus elementos y sus afanes moralizadores y su control de confianza:

“Como parte del proceso institucional permanente para el fortalecimiento de su capital humano, la Policía Federal informa que de diciembre de 2006 a la fecha la Dirección General de Control de Confianza ha realizado un total de 240,024 evaluaciones tanto al personal que forma parte de esta corporación como a quienes aspiran integrarse a ésta.

“Del total de estas evaluaciones, 134,759 se han aplicado a personal de nuevo ingreso, como requisito indispensable para su incorporación a las filas de la Policía Federal en donde uno de cada cuatro aspirantes aproximadamente, acredita dichos exámenes” .

“En seguimiento al esquema para preservar la fortaleza institucional, la Policía Federal efectúa periódicamente evaluaciones de permanencia y de promoción. En ese sentido, se han realizado un total de 46,754 evaluaciones, considerando que algunos elementos han sido evaluados en dos o más ocasiones…”

Aquí vale la pena detenerse un poco. Si bien la Policía Federal Preventiva tiene un número de efectivos impreciso y reservado (se calculan entre 30 y 40 mil elementos) haber realizado 240 mil evaluaciones no significa absolutamente nada. Se debieron repetir, en todo caso seis veces a cada uno de los agentes y eso es un contrasentido. La confianza no se logra repitiendo el examen.

Después, como se verá, se dice: dos mil cuarenta y cinco de estos policías no acreditaron “los controles de confianza, por lo que incumplen con el requisito de permanencia regulado por el Artículo 17, inciso B apartado VI de la Ley de la Policía Federal y con base en lo previsto en la Ley General del Sistema Nacional de Seguridad Pública”.

Esa es una forma elegante y burocrática de decir, los corrimos.

“De estos 2,045 elementos se han turnado al Consejo Federal de Desarrollo Policial, a través de la Unidad de Asuntos Internos un total de 919 expedientes integrales, de los cuales han concluido con la baja 302 efectivos”.

Y aquí el asunto se torna abstruso y confuso: ¿cómo si “incumplen con el requisito de permanencia” y son turnado al Consejo Federal de Desarrollo previo conocimiento de la Unidad de Asuntos Internos acaban siendo daados de baja sólo 302?

Por fin, ¿incumplen con el requisito de permanencia regulado por el artículo B apartado VI de la ley de la PFP –¡uf! — o no?”

Pero lo más grave es el uso del verbo depurar. Depurar significa todo esto:

“(Del lat. depurāre).

“1. tr. Limpiar, purificar. U. t. c. prnl.

“2. tr. Rehabilitar en el ejercicio de su cargo a quien por causas políticas estaba separado o en suspenso.

“3. tr. Someter a un funcionario a expediente para sancionar su conducta política.

“4. tr. Eliminar de un cuerpo, organización, partido político, etc., a los miembros considerados disidentes”.

Uno se preguntas si –como dijo la comisionada Maribel Cervantes, designada al frente de la corporación apenas en febrero de este año, en sustitución de Facundo Rosas—han sido consignados nada más 459 policías y sólo 50 de ellos han sido sentenciados, pues entonces la dicho depuración es un mero trámite de burocracia policial.

Pero peor aún: ¿hay certeza de los quehaceres actuales de esos cuya conducta los hizo indeseables para servir en la federal? ¿No son acaso proclives al delito y por eso fueron descalificados, reprobados y de imposible “purificación”?

Si nos damos cuenta de cómo son las cosas, veremos una evidencia triste: en todos los delitos investigados en México siempre hay o policías o ex policías en las bandas desmembradas.

¿Cuántos de ellos salieron reprobados de las corporaciones –ésta o la de algún estado—para organizar sus propias bandas rodeadas de “tiras” y “madrinas”?

Demasiados en verdad.

PATITO FEO

¿De dónde habrá sacado el jefe de gobierno eso de la ciudad de México como el “Patitto feo”?

Pedro Ramírez Vásquez dijo alguna vez de ella: es chaparra, fea y cacariza. Pero si hablamos de palmípedos horribles, le sugiero al señor Ebrard quince días en Tegucigalpa.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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