Entre otras muchas cosas en el vasto universo de mi ignorancia están las aficiones musicales del Papa dimitente, Benito XVI (ignoro si gusta del tango). Y le digo Benito como a Johannes Paulus II, lo conocemos simplemente como Juan Pablo II. Cosas del latín y las lenguas romances.
Pero más allá de eso la dimisión del Pontífice y las murmuraciones en favor de un sucesor latinoamericano desperdigadas por periodistas y locutores mexicanos casi de inmediato, como reguero polvoroso o “cargada” cetemista, me hicieron recordar la letra de un tango clásico (Yira), el cual –como todos sabemos–, fue estrenado en el teatro «Sarmiento» de Buenos Aires en 1929 por la cantante Olinda Bozán:
–“Cuando manyés que a tu lado se prueban la ropa que vas a dejar…”
Y la verdad ha sido un tanto obscena esa colectiva manifestación de adhesiones en favor de don Norberto Cardenal Rivera Carrera, pero en verdad no resulta nada novedosa. Es más, yo la escuché por primera vez en Roma, en el año 1998.
Por aquel tiempo el señor arzobispo me invitó a presenciar el consistorio en cuya solemnidad recibiría del Papa Juan Pablo II el capelo y la sortija de cardenal. La invitación fue muy en el estilo de la iglesia: uno termina pagando todo, pero el aprendizaje y la ocasión no tienen precio.
La noche posterior a la magnífica ceremonia hubo una cena más o menos privada; es decir, como para 50 personas. El señor cardenal aun vestía la escarlata talar de sus nuevos ornamentos con la enorme y dorada cruz pectoral sobre la faja. De cuando en cuando deslizaba furtivas miradas de orgullo a su dedo anular donde resplandecía el anillo con San Pedro y San Pablo abrazados de la Cruz, obsequio de Su Santidad.
Como en toda ocasión ameritada, hubo discursos y en uno de ellos alguien dijo sibilinamente: ser cardenal pone a un hombre en la posibilidad de llegar al Papado. Y es cierto.
Pocos habían reparado en un detalle: durante la misa consistorial algunas religiosas
–de diferentes nacionalidades– ayudaron con la lectura de las escrituras. Una de ellas fue la hermana del señor cardenal. Luz María, si no me falla la memoria.
Cuando alguien le dijo a Don Norberto, ¿ahora como cardenal no se siente en la posibilidad de ser Papa?
Y veloz el arzobispo respondió:
–Al menos tengo más posibilidades que mi hermana”.
Sin embargo el cardenal ha trabajado muy duro en la política vaticana desde hace muchos años. Si no lo hubiera hecho no habría alcanzado las alturas actuales. Ha hecho política allá y acá.
La “faena” de orejas y rabo para conseguir, administrar y derramar los beneficios económicos de la Plaza Mariana de la Villa de Guadalupe mediante la unificación de los capitales de Carlos Slim y la cesión territorial de Andrés Manuel, es cosa notable, casi tanto como su capacidad para navegan entre las aguas del panismo y el priísmo.
No olvidemos un detalle: la previsora visita concertada con el Papa y el entonces gobernador del estado de México, Enrique Peña Nieto durante el gobierno de Felipe Calderón no fue asunto ajeno a su conocimiento.
Y aquí una nota tangencial: todos los esfuerzos de Peña Nieto gobernador por entrevistarse con dirigentes mundiales como Barack Obama y Lula da Silva, por ejemplo, fueron bloqueados por una oclusiva cancillería panista renuente a permitir lucimiento internacional al seguro candidato del PRI. Lo quisieron hacer tyambiénm con la iglesia, pero nunca tuvieron éxito.
La visita al Papa (2009) no sólo lo posicionó ante los electores católicos, sino hasta le dio un simbólico padrinazgo para su entonces cercana boda con la señora Angélica (sin parentesco con Norberto Rivera).
La especie de un cardenal anhelante de ocupar el trono de Pedro, fue divulgada con insistencia tras la aventura “juandieguina”. Una maniobra cuya urdimbre corrió paralela a la defenestración del último abad de Guadalupe, Guillermo Schulemburg Prado.
Como todos sabemos Suchulemburg, en una colaboración para “Ixtus” una revista especializada en temas religiosos, dirigida hace años por Xavier Sicilia, negó la existencia de Juan Diego a quien le dio un mero valor sincrético, y (como Boturini) puso en riesgo todo el equilibrio simbólico de las apariciones de la virgen morena.
La trampa fue puesta por las fuerzas adversas a Schulemburg cuya autocrática administración de la fortuna del Tepeyac (hoy en manos de la curia metropolitana) sería ofrecida al Vaticano como aval de futuras aportaciones. A eso obedeció la “canonización rechazada”; es decir, la invención del Santo Juan Diego, bajo cuya figura los católicos mexicanos han rehusado cobijarse.
Pero las aportaciones a la “casa matriz” han sido incesantes y abundantes. Y esa es una notable fuente de poder para Don Norberto a quien el mismo Sicilia –en una de sus muchas batallas–, con ironía de poeta, ya hasta nombre le ha conferido para su imaginario pontificado: