Dos meses tuvo el Señor Presidente para meditar el contenido de la carta enviada al presidente electo de los Estados Unidos, después de un tiempo de columpio entre la comprometida amistad con el aferrado presidente Trump y el reconocimiento de los hechos cuya realidad llevó a la Casa Blanca a Joe Biden, quien como una primera muestra de reestructuración de las relaciones con Washington; recibió la noticia de decapitación del mensajero, en este caso la mensajera Bárcena, a quien poco caso le hicieron el Canciller y el propio presidente cuando clamaba por un signo amigable para el nuevo gobierno.
Pero rejega y todo, la necesaria actitud ante la evidencia llegó apenas ayer a su destino en forma de carta rejega; con un párrafo de apertura cuyo texto sólo reafirma las razones (o sinrazones) de la demora. Casi una explicación no solicitada:
“… Le escribo este texto para felicitarlo –dice– por el triunfo que le otorgó el pueblo y le han refrendado las autoridades electorales de Estados Unidos de América…”
Lo primero fue soslayado. Lo segundo, no era necesario, pero así se jugaron las fichas.
Después, en un alarde de reveladora originalidad, la carta dice:
“…Nuestros países están vinculados por la vecindad y a nuestros pueblos los hermanan la historia, la economía y la cultura…”
La existencia de esos vínculos es una sorprendente noticia. Es una verdadera revelación. En fin.
Pero en la carta también es notable el recordatorio de comunicaciones anteriores, por si el señor Biden lo hubiera olvidado entre tantas preocupaciones como ha tenido.
“…Como usted recordará, nos conocimos hace cerca de nueve años y desde entonces le expresé de manera personal y en una carta el ideal de transformar a México y el propósito de desterrar la corrupción política, causa principal de la dolorosa desigualdad y de la violencia que padecemos…”
Y más adelante le ofrece no intervenir en asuntos americanos, porque la recuerda nuestros principios (no los de ellos), entre ellos el de la autodeterminación. Toda una muleta.
“…los gobernantes debemos esforzarnos en mantener buenas relaciones bilaterales fincadas en la colaboración, la amistad y el respeto a nuestras soberanías. Tenemos la certeza de que con usted en la presidencia de Estados Unidos será posible seguir aplicando los principios básicos de política exterior establecidos en nuestra Constitución. En especial, el de no intervención y autodeterminación de los pueblos…”
Pero más allá de esas reflexiones, cuyo contenido podríamos llamar “de cajón”, hay un punto autocritico, quizá inadvertido y sobre todo involuntario en materia de migración:
“…Le expreso también mi reconocimiento ante su postura a favor de los migrantes de México y del mundo, lo cual permitirá continuar con el plan de promover el desarrollo y el bienestar de las comunidades del sureste de México y de los países de Centroamérica; considero que de esta manera nadie se verá obligado a abandonar su lugar de origen y podrá vivir, trabajar y ser feliz con su familia, entre su gente, con su cultura, y así lograremos construir la solución definitiva a los flujos migratorios desde y a través de México hacia Estados Unidos…”
Más alá de la utopía de lograr el desarrollo centroamericano cuya posibilidad arraigaría a los hombres en su suelo, México deberá actuar en consecuencia con una nueva política migratoria americana; o sea, ¿vamos a dejar de usar a la Guardia Nacional para vigilar las fronteras mexicanas con Belice y Guatemala?, ¿Dejaremos de ser al “cadenero” del paraíso americano?, ¿suspenderemos nuestra indigna labor de retén y guarura del gobierno estadunidense?
La postura americana en favor de los migrantes (inexistente durante el gobierno al cual sirvió Biden) haría innecesaria nuestra actitud anterior y demostraría cómo nuestras instituciones están al servicio de intereses foráneos.
Si me piden bloquear; bloqueo. Si me ofrecen apertura, administro mis fronteras.
Pero nosotros no decidimos. Obedecemos o en el mejor de los casos, colaboramos.
Finalmente, después de la cuarentena reacia, el Señor Presidente pide algo similar a una cita:
“…Espero que próximamente, señor Biden, se presente la oportunidad de hablar de este y de otros asuntos. En tanto, le reitero nuestra felicitación y le deseo la mejor de la suertes por el bien de su pueblo y de nuestras naciones…”
En el mensaje video grabado de la embajadora Marta Bárcenas hay un dato muy revelador. Ella les dijo al Señor Presidente y al canciller Marcelo Ebrard, sobre la conveniencia de hablar con el candidato triunfante, porque confiaba en la solidez de las instituciones americanas.
Americanas, conste.