No sabemos a estas alturas si la anarquía es la ausencia de gobierno, o el gobierno del vacío.
Ignoramos si el anarquismo es un método o una consecuencia, si vivimos en el mundo de la realidad o el absurdo determina toda nuestras vida, especialmente la social.
Como sea estamos en un país rudimentario donde una mujer puede parir sin más en el jardín de un hospital saturado cuando no abandonado; la autoridad puede enviar a los policías a un motín callejero sin armas y con la consigna de dejarse hasta quemar vivos –cuando no golpeados a mansalva–, a cambio de cuatro o cinco mil pesos mensuales de salario; donde el chantaje se llama acuerdo político y el dicho acuerdo no es sino una sucesión de cochupos, engañifas y malas artes.
La policía consigna revoltosos y mirones; el Ministerio Público ve para otra parte y no tiene caso ni detener ni procesar pues todos son inocentes de todo. Se aprehende a los inocentes y se perdona a los culpables pirómanos y amotinados. Nadie paga el impuesto fiscal y nadie cubre tampoco el impuesto social del comportamiento civilizado. El sistema jurídico está dislocado y la vida sin ley, fuera de todo orden, es el distintivo mayor de nuestro tiempo: nuevamente la ley de la selva cuya vigencia, junto con la de la gravedad, determina nuestro verdadero orden constitucional.
Lo demás, puras habladurías y pérdida de tiempo.
*******************************
Carne de cañón se les llamaba a los soldados cuya avanzada no era sino una barrera frágil seguramente derribada por la artillería o la infantería en la lucha cuerpo a cuerpo. Eran jóvenes inexpertos, reales infantes. Caían por racimos como en las descripciones de la guerra de trincheras en 1914:
“…sobre las masas de infantería y caballería cayeron toneladas de granadas, y miles de ráfagas de ametralladora diezmaron las filas”, nos dice el cronista militar.
Hoy no hay en la ciudad un estado bélico pero sí un grupo altamente vulnerable: las fuerzas del orden ventajosamente atacadas y agredidas, física y moralmente, por pandillas de embozados cuyo discurrir se logra a la plena luz del día, en una ciudad autodenominada de las libertades civiles y sociales.
El anarquismo gozoso e impune ha convertido a la policía, en el nombre de un sistema en el cual la autoridad misma es un rehén indefenso, en carne de entrenamiento anarquista para fines posteriores, carne no de cañón pero si de bombazo, de pedrea inmoderada, de agresividad montonera.
Todo se ha tolerado en el nombre de dos falsedades.
La primera alejarse hasta donde sea posible, y más aún, del fantasma de 1968. Nadie quiere ser comparado con Gustavo Díaz Ordaz y ni falta hace. Basta con aplicar los protocolos internacionales reconocidos por medio mundo, aun con el uso de armas letales, sin apartarse un ápice de la legítima defensa de la sociedad y el adecuado ejercicio monopólico de la violencia legal.
Nadie quiere tampoco actuar en contra del oleaje a veces demagógico de los Derechos Humanos, sin darse cuenta de la paradoja mayor: la autoridad tiene como obligación respetar los derechos de todos los humanos (en eso se cimenta el primer artículo de nuestra Constitución), y con los policías y granaderos de la ciudad de México no lo ha hecho.
En las actuales circunstancias, con policías en llamas o heridos hasta el coma natural o inducido, con posibilidades de salvación o sin ellas, el responsable de todo eso es el secretario de Seguridad Pública quien envía a sus hombres a una lucha campal sin la debida protección, sin armas, sin posibilidades de repeler agresiones tan violentas como esas cuya divulgación televisada causó el horror de media ciudad.
Si los policías decidieran desobedecer o desertar, no habría quien sancionara a la baja su conducta. No es posible seguir enviando uniformados a la pelea con las manos atadas. Tampoco es posible permitir la pelea como una expresión de lucha política o como el ejercicio del derecho cívico de expresar una opinión.
No se opina con trozos de banqueta en las manos; no se argumenta con lanzallamas y bombas incendiarias en media calle, frente a las cuales nadie lleva uniformes incombustibles. El salvajismo del ataque artero y cobarde, el saqueo mercantil, es contrario al debate civilizado. Y la impunidad garantizada por la alcahueta Asamblea Legislativa del DF por cuya complicidad se han legalizado el motín, la asonada y la rebelión en el Distrito Federal es el episodio más vergonzoso de la historia jurídica del DF.
El papel de la policía ha sido mal comprendido y sus elementos peor tratados. La policía no está para resistir ataques sino para imponer el orden. Cuidar el orden. Y si no lo puede hacer, sus superiores están fallando. Los subordinados podrían acudir a la Comisión de Derechos Humanos del DF y denunciar (cuando haya ante quién) la violación de sus derechos a la vida, la seguridad y la salud; el trabajo y la integridad física. Lo quieran creer o no los bien portados y los políticamente correctos, los uniformados granaderos (sin granadas), preventivos; militares y demás, tienen los mismos Derechos Humanos de todos los demás.
Exponerlos así gracias a un código espartano de resistencia ante el fuego y la pedrea, es violar sus derechos fundamentales.
Quien lea la siguiente información o cualquiera otra del mismo día (selecciono esta al azar) no tendrá otro rostro sino el de la vergüenza:
“Envuelto por las llamas de una bomba molotov que acababan de estallarle en las piernas, el policía Juan Bautista giraba y gritaba para
pedir que lo ayudaran. Con chamarras, playeras y trapos sus compañeros buscaron apagarlo. Al final tuvo que ser hospitalizado con quemaduras de segundo grado.
“La intención y el objetivo del grupo de vándalos que ayer por la tarde salieron a las calles eran claros: lastimar como fuera a los policías capitalinos, causar destrozos y robar comercios. Por supuesto también agredir al centro de la ciudad que ayer volvieron a convertir en campo de batalla.
“Con el uso de manuales para agredir elementos policiacos, un grupo de 200 vándalos atacó a granaderos dentro de la marcha del 2 de octubre. Al final dejó heridos a 32 policías y al menos 19 civiles, pues la Cruz Roja informó que atendió a 51 personas, entre agentes y otras.
“Los vándalos atacaron con bombas molotov, arrancaron pedazos de banqueta que usaron como proyectiles, tomaron palos y tubos como espadas y lanzas y hasta botellas de vidrio de refresco que robaron de tiendas que saquearon.
“La policía contuvo los ataques sólo con sus escudos, pues iban desarmados. Avanzaban firmes para dispersar a los violentos y rociaban espuma de extinguidores”.
Pero los medios nos ofrecen otras historias, de otras latitudes, de otra forma de vivir y concebir la presencia de la autoridad y los límites.
(CNN) “La sospechosa que propició el incidente de la persecución policial y los disparos en Washington D.C. ha muerto, dijo la policía de la capital de EE.UU. Un policía resultó herido.
“La Policía de Washington considera que el incidente no fue un accidente.
“Tras sobrepasar un punto de seguridad frente al Capitolio y desobedecer las indicaciones de los policías, se presentó el altercado en el que la mujer huyó de las autoridades e inició la persecución.
“Las autoridades confirmaron que se trata de un «hecho aislado» con un solo vehículo involucrado y no es un caso de terrorismo.
Tras chocar con una barrera de seguridad, los agentes rodearon el vehículo de la mujer. Fuentes policiales le dijeron a CNN que se cree que la sospechosa no disparó; hasta ahora las autoridades no han encontrado un arma.
“Los disparos habrían sido de los policías, como producto del forcejeo con la mujer, que huyó del lugar en ese momento.
“Un agente de policía resultó herido durante la persecución fue hospitalizado y dado de alta en horas de la noche.
“Fuentes le dijeron a CNN que la mujer recibió varios disparos mientras estaba dentro del vehículo”.
¿Alguien ha escuchado aquello de los grandes males y los grandes remedios?
*****************
El coordinador de los legisladores priistas en San Lázaro, Manlio Fabio Beltrones, comentó en torno de la Reforma Hacendaria y la Ley de Ingresos las cuales deberán reflejarse en un presupuesto mejor orientado, en busca del crecimiento económico, pero sin olvidar el fomento a las regiones afectadas por los dos desastres meteorológicos recientes.
“En la Cámara de Diputados seremos solidarios con ellos”, sostuvo.