Quizá los efectos del feminismo no se hayan logrado absolutamente en este país aun cuando pronto tendremos a una señora en el Poder Ejecutivo, de la misma manera como en los Estados Unidos la presidencia de Obama no desapareció los resabios del racismo americano, tan arraigado desde el pasado esclavista.
Pero incompletos, tardíos y aún insuficientes, los frutos de la lucha mujeril por la igualdad de oportunidades y otras reivindicaciones necesarias han sido hasta ahora suficientes para estimular todas las formas del oportunismo político.
Con perdón por el ripio, la cargada morada no llega demorada, de intención asegurada, por la ambición estimulada de eficacia comprobada.
Y como muestra de ese “bufalismo” implacable (un tropel en busca de empleos y notoriedad), están estas noticias y la oportuna invención aduladora del bastón morado. Veamos:
“(Reforma). – La senadora Olga Sánchez Cordero entregó ayer a la virtual presidenta electa, Claudia Sheinbaum, el llamado «bastón de las mujeres» como símbolo de confianza en su futura Administración, pero también como petición para concretar la agenda feminista pendiente.
Planteó acciones para que las niñas y mujeres alcancen una vida libre de violencia; educación gratuita; un sistema nacional de cuidados; garantías para ejercer derechos sexuales y reproductivos; igualdad salarial y de oportunidades económicas, y participación política igualitaria.
«…También, Claudia, es una petición para que seas nuestra voz y ejerzas ese liderazgo que te caracteriza, en forma incondicional, a favor de las mexicanas, para cristalizar nuestros sueños, nuestros anhelos históricos y poder concretar la agenda feminista pendiente…
“Sheinbaum se reunió con alrededor de 500 mujeres de todos los ámbitos en el Claustro de Sor Juana, en un evento titulado «Con Claudia llegamos todas». Entre las asistentes estuvieron la escritora Elena Poniatowska y la política Ifigenia Martínez.
«En la mujer política, en la madre, en la abuela que eres, en tu biografía personal, en tu experiencia y también en tu visión y compromiso con el pueblo de México, y en especial con las mujeres indígenas, afromexicanas, niñas, adolescentes de México…Te queremos decir que no estás sola. Que cuentas con cada una de nosotras».
Después de tan emotiva declaración de sororidad (palabreja trasplantada del inglés “sorority” (a society for female students in a university or college), la futura presidenta nos obsequió a todos (y a todas y a todes, de seguro), esta linda expresión:
“Es tiempo de mujeres y es tiempo de transformación. Eso significa que la transformación es feminista. Luchar siempre por la reivindicación de todos los derechos para todas las mujeres… y también por el bien de todos y de todas, primero las mujeres indígenas; por el bien de todos y de todas, primero las mujeres pobres.
“No se disocia, somos mujeres transformadoras, no somos mujeres conservadoras. Nosotros no vamos a regresar al pasado de corrupción, de privilegios, de falsos feminismos».
A pesar de haber conocido a Susan Sontag, a Marta Lamas, Betty Friedan (Goldstein ella, porque Friedan era su esposo), a Elsa Morante, a doña Ifi, a Rosario Castellanos; y a “La poni”, a Paquita “La del Barrio”, a María Félix y Dolores del Río, este tunde máquinas no sabe cuál es el falso feminismo. No distingue, pues.
Y vaya si me torturé la cabeza con la lectura de Simone de Beauvoir, Anais Nin y muchas mujeres más, incluyendo la colega de “Excélsior” quien escribió esta lindura en referencia a la cumbre morada de hace un par de días en el Claustro de Sor Juana (mejor decir el claustro del ex convento de San Jerónimo, porque en una mujer, así sea Sor Juana, claustro es otra cosa):
“En un día que quedará grabado, Claudia Sheinbaum, la virtual presidenta electa, recibió el “Bastón de las mujeres” en un evento que trasciende lo simbólico para convertirse en un hito del progreso social y político de nuestro país. Con Claudia llegamos todas”.
Nada más y nada menos.