La campaña electoral en el Estado de México muestra hasta ahora vicios no conocidos en la política mexicana. El más notorio de todos: hacer campaña contra quienes no compiten ante el temor de verlos en futuras elecciones. Locura absoluta.
Es como si hubiera tres en las papeletas del Instituto Electoral del Estado, y otros dos “supra-candidatos” (AMLO y EPN) a los cuales se debe vencer sin importar el resultado actual. Lo local como llave futura de lo nacional. Segunda locura.
Alejando Encinas, por ejemplo, ha hecho unos anuncios espantosos en los cuales niega las posibilidades de Eruviel Ávila, mientras ataca a quienes viven en el mundo de la frivolidad y las escoltas, como si él mismo no tuviera un servicio de seguridad. Además, hasta donde se sabe, Ávila no se ha distinguido nunca por su pertenencia al mundo frívolo. Al contrario aún se le advierte con una relativa timidez municipal.
Pero el destinatario de los ataques no es Eruviel, es Peña Nieto. Y eso crea un fenómeno extravagante: no se trata de ganarle al candidato, sino a quien no lo es. Se trata de sacrificar el presente con la ilusión de moldear el futuro.
Lo mismo ocurre con Bravo Mena. Quizá la decepción del PAN por su fracaso en la anhelada alianza con el PRD como única forma de mellar el ascenso del posible candidato del PRI a las elecciones federales del 2012 haya distorsionado la finalidad de su campaña en la cual se trasluce el seguro fracaso (por segunda ocasión) en el empeño de gobernar el Estado de México.
Todo su discurso es una condena al presente y al pasado, como si quisiera gobernar en los tiempos idos y no en los del porvenir.
Como parte de todo esto, con el auxilio de sus plumas afines el PRD sobrevaloró la formalidad del inicio de campaña de Alejandro Encinas. Reunir a Andrés Manuel, Cuauhtémoc y Marcelo en un mitin, puede ser significativo dentro del partido pero le dice poco al electorado al cual no se le puede ofrecer un triunvirato en el ejercicio público.
Y eso en buena hora: ninguno de esos tres señores hizo mayor cosa por la ciudad de México, cuya precarización administrativa y subdesarrollo urbano se agravaron con la llegada del PRD al poder. Poder al parecer eterno, según se siga repartiendo dinero entre los grupos sociales cuya gratitud gástrica alimenta al sol azteca. Pero esos son otros López.
En ese mismo sentido Marcelo Ebrard se ha convertido en el abogado, promotor, defensor y hasta “porro” de Alejandro Encinas.
Si Eruviel habla de garantizar el agua en la problemática zona de Ecatepec, la cual bien conoce por sus dos periodos como alcalde, luego luego Marcelo sale a pedirle seriedad y reclamarle quien sabe cuántas cosas como había hecho antes con José Luis Luege a quien le ha señalado acusatoriamente su intervención en los asuntos electorales.
Bueno, hasta Yeidkol Polenvsky, alguna vez “destapada” por Andrés Manuel como candidata y luego vuelta a cubrir se hace en casa de la abuela con la empolvada pianola cuando se acaba la fiesta, le ha señalado a Alejandro sus errores, especialmente en cuanto a los anuncios de mala factura con los cuales Encinas se quiere meter a la pelea. Eso lo ha hecho como un recado de Andrés contra Marcelo quien se desmelena por promocionarse con la campaña de Encinas como pretexto.
Los obuses reales se disparan contra quienes no compiten (al menos no en la boleta) especialmente a Enrique Peña Nieto quien mira pasar los fogonazos por encima de la cabeza y también, es obvio, contra Andrés Manuel.
En este raro conjunto de heterodoxias, la embestida contra el tabasqueño no es asunto del PAN o del PRI.
Es cosa de Marcelo, que desarrolla una política de sobreexposición en el DF como una forma de saturación mediática cuyo resultado inmediato sea lograr la anhelada “mejor posición” en víspera del imaginario mecanismo de selección del candidato perredista quien ya ha sido seleccionado por AMLO y es él mismo. Por eso le pidió a José Narro la invitación al “palomar”, para, con “chela” en mano, salir en todas las fotos, como si él hubiera metido el gol de filigrana de Cortés. Esa forma de propaganda personal, “la pancarta humana” no corre riesgo de ser censurada como se hizo (dice Chucho Zambrano) con los anuncios de Alejandro Encinas en el estadio de Ciudad Universitaria, según dicen, por “cortesía” hacia el Presidente de la República, quien acudiría al estado Olímpico a presenciar la final.
Ahí hay varias mentiras juntas. El presidente no puede ir a la Ciudad Universitaria (excepto si desalojan el estadio, y lo llenan de panistas). La pedrea contra Echeverría iba a ser juego de niños ante la silbatina puma.
Pero el caso es sencillo: Marcelo incrustado en una campaña para golpear indirectamente a López Obrador y Bravo Mena en el papel de torpedo contra el “bencedrino” Enrique Peña.
¿Bencedrina? Sí, esa sustancia quita el sueño. Y EPN tiene sin dormir a muchos en el PAN.
PUMAS
Un equipo con un jugador ridículamente llamado Picolín no tiene derecho a la gloria. Y si tiene dos, menos. Pero hasta eso se le perdona hoy a los de CU.