“Esta llamada puede ser grabada o monitoreada para fines de calidad en el servicio”, dice uno de los más odiosos mensajes de las empresas al estilo estadunidense en México, ya sea un hospital o una central de tarjetas de crédito.

Los administradores de esas empresas, después de endilgarle al oyente una retahíla sobre la protección de los datos y las políticas de confidencialidad, le asestan la advertencia de una grabación con todos sus dichos, reclamaciones y demás. No se sabe e acción alguna, de tipo preventivo, de la Procuraduría Federal del Consumidor, la cual sirve para untársela al Roquefort, pues al menos en este caso nadie sabe si son iguales una advertencia y una autorización.

Todos estamos grabados hasta por prestadores de servicios diversos.

En ese sentido, al enterarme por voz del vocero presidencial, Eduardo Sánchez, de la penuria de Los Pinos, donde no hay siquiera para comprar una prudente grabadora en la cual registrar las conversaciones del Jefe de Estado; siquiera ·”para fines de calidad en el servicio”, me sentí primero decepcionado y después confortado.

El Presidente de la República es el único mexicano a quien nadie le graba sus conversaciones. Eso es muy halagador. Bueno, hasta a su anterior jefe de Comunicación Social, David López  y al candidato del PRI al gobierno del estado de México, Alfredo del Mazo; les espiaron una charla hace unos cuantos meses, aun cuando la divulgaron hace unos cuantos días.

No tiene caso en esta ocasión hacer un infinito relato de todos los personajes políticos sometidos al espionaje telefónico, pero ha habido gobernadores, diputados, senadores, secretarios de Estado y presidentes. ¿No recordamos ahora la historia vergonzosa de la junta de Monterrey y el papelón de Vicente Fox con Fidel Castro?

La negativa de entregar unas cintas grabadas llevó finalmente a Richard Nixon a renunciar antes de un “impeachement” más vergonzoso todavía. Así pues, a otro perro con ese hueso.

Las conversaciones de alto nivel se graban, se analizan se estudian y se guardan como parte de los archivos confidenciales de un gobierno. También se tienen  registros de los correos electrónicos y hasta de los ”chats” de miles de personas. En este mundo de millones de ojos, cámaras, celulares, teléfonos inteligentes y servidores interconectados con ramales de seguridad nacional, nadie puede tirarse a la Bartola y decir, aquí no se oye nada, aquí no se guarda nada.

Se intervienen las llamadas con novias, meretrices, amantes y demás; se sabe todo y se usa en el momento conveniente. Para eso (así debiera usarse un poco menos para eso del chismorreo sexual); está el CISEN.

–¿Cómo entonces aparecen los nexos peligrosos de los políticos en el momento más oportuno para sus enemigos? ¿Cómo existen si no las revelaciones de Ashley Madison?

Pero no es solo eso: los nexos empresariales, las revelaciones sobre logro de contratos, los planes, los riesgos, los peligros, todo queda en las cintas o en las grabadoras digitales con cuya eficacia de fácil almacenamiento han sido sustituidos los rollos y rollos.

En el caso reciente y por el cual Eduardo Sánchez ha salido a negar la existencia de una grabación y el recurso mismo de conservar las conversaciones y dejárselo todo al viento para dispersar las palabras de alta importancia, las palabras de Trump son cada vez más contundentes. Y las explicaciones del presidente de México, cada vez tienen menos respaldo.

Trump ha con firmado –mediante un  meditado juego de tuites y declaraciones–, la oferta de mandar tropas a México. Ha dicho de la atención y disposición con la cual nuestro presidente escucho la propuesta; ha confinado todo cuanto los voceros mexicanos han negado. Y aun así las cosas se llevan al extremo de negar hasta la costumbre misma de registrar las llamadas.

Esa declaración resulta in comprensible e increíble sobre todo por algo muy sencillo para cualquiera: marque usted el número 5093.4800.

Le dirán, gracias por llamar a la Presidencia de la República. Después le advertirán cómo van a proteger sus datos personales, los cuales no tiene obligación de proporcionar, a través del Sistema de Datos Personales del Centro de Atención de Presidencia. Le pedirán un número de extensión o

Y después, usted escuchará esto, Textualmente. Esta llamada será grabada  o monitoreada para fines de calidad en el servicio.

Eso dicen.

–¿Cómo, se graba cualquier llamada y se deja volar sin registro una conversación entre jefes de Estado?

Mejor hubiera sido decir. La presidencia ya no dirá nada más en relación con ese tema. Y punto final.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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