En el amplísimo círculo vicioso de la impunidad en este país, la mejor herramienta de algunos políticos, para lograrla, consagrarla y canonizar a quienes de ella disfrutan (como Morena, cuyo fomento de la protesta es método finalidad y garantía de permanencia) han sido los Derechos Humanos mal comprendidos; es decir, supuestos como circunstancia justificatoria de cualquier otra conducta, así pase por la comisión del delito y como garantía de justicia. La mejor justicia es la no aplicada.
Los ejemplos pueden ser muchos, pero dejemos solo uno: cualquier rufián con una bomba Molotov, cuya explosión lesiona gravemente a un policía (desarmado, para acabarla de joder, como diría el involuntario) resultará al ser detenido en medio de un cerco policial, víctima de la violación de sus Derechos Humanos. Empezará una interminable discusión sobre la tortura, el debido proceso y otros pretextos.
Porque lo jalonearon, lo golpearon, lo insultaron, lo vieron feo, etc., y si llegara a dar el remoto caso de una consignación y un aprisionamiento, la demagogia de la izquierda lo canonizará en el dudoso y siempre concurrido altar de los “presos políticos”.
Pero cuando esa corriente de activismo extremoso de anarquistas asociados y violentos golpeadores, provocadores y demás, todos pagados con dinero público canalizado por los partidos políticos o de plano por las delegaciones más rijosas, se convierte en “asamblea de legisladores”; sean “Constituyentes” o regulares, se garantizarán penas mínimas para quienes delincan desde la multitudinaria impunidad de la marcha, el bloqueo, el mitin, la concentración, la “protesta social” y si se logra el asalto judicial mediante una Ley de Amnistía cuyo efecto único es sacarlos de nuevo a la calle para proseguir con su desaforado activismo callejero, entonces se cerrará el círculo de nuevo.
Y una intentona de este tipo se ha quedado pasmada en la Asamblea Legislativa de la CDMX.
En la Asamblea Legislativa se produjo en estos últimos días, una moción suspensiva para regresarle a su Comisión de Derechos Humanos un Proyecto de Ley de Amnistía, cuya finalidad suena –en teoría–, sumamente justiciera y cuya finalidad es otorgarle libertad a las personas encarceladas a pesar de su inocencia.
Todos estaríamos a favor de castigar sólo a los culpables de delitos, pero de acuerdo con Morena y algunos otros adherentes en espera de recibir los beneficios del próximo proceso electoral, el vandalismo callejero disfrazado de protesta social no puede ser punible. O mejor dicho, los delitos cometidos bajo la capucha (el embozo, el pasamontañas) de la “protesta social”, no pueden ser castigados. Se cometan dónde y cómo, no importa. En esos matices, la izquierda ha presentado siempre esta gran definición de «presos políticos».
No vale nada si se roban camiones en Guerrero o si ataca a machetazos a los policías en Oaxaca o se les pone un soplete en la cara a los granaderos, como en esta ciudad. Eso no es delito, es heroísmo justiciero.
Lo más grave de ese criterio es su anticipada disculpa para cualquier cosa y cómo se ha incrustado o infiltrado tal un virus, en el cuerpo de ese engendro, ( no sé si llamarlo legislativo o de gran simulación): la Constitución de la Ciudad de México.
Resulta impresionante –y perdón por la digresión–, como grandes inteligencias mexicanas, algunas de ellas integrantes del Colegio Nacional o connotados literatos, defienden ( y además participan) en un papasal como esa Constitución.
Pero, bueno, ellos lo hacen, algunos porque son parte del cuerpo de legisladores improvisados de esa carta, y otros porque viven en el rentable mundo de la corrección política; los derechos «de avanzada» y la búsqueda del nuevo orden con base en el nuevo desorden.
Pero este asunto no está a discusión ahora.
Lo notable hoy es esta iniciativa de la propia Asamblea para dejar en libertad a quienes hayan sido detenidos por alteraciones al orden, etc. Algo así como 500 personas.
Así se usa otra de las máscaras del lenguaje en la política mexicana.
Ellos no son «delincuentes», son «presos políticos», entonces cuando se habla de presos políticos, pues al final de cuentas todo parece lenguaje de Talibán, ¿no?, porque los talibanes dicen que ellos son «combatientes de la fe”.
No son terroristas destructores de aviones; están presos porque los infieles tienen una guerra declarada contra el Islam del cual ellos son custodios. Así los cruzados no eran asesinos invasores, también eran «defensores de la fe». La Iglesia, en paralelo, siempre planteó como “mártires” a sus delincuentes y magnicidas.
El caso más notable es la interminable canonización de cristeros impulsada desde el Vaticano, casualmente desde la llegada de los gobiernos panistas o papistas del PRI. Por eso su fantasmón favorito es Miguel Agustín Pro, quien fue fusilado por su activa participación en el magnicidio de Álvaro Obregón y cuyo nombre hoy se ostenta como símbolo perdurable de la lucha por los Derechos Humanos. Ellos representan, entre otras buenas causas, a los familiares y abogados de los “43” en su lucha contra el Estado.
La pregunta es: ¿cuál fe o cuál propuesta o cuál ideología política tienen los presos políticos? Porque al final ese debería ser un mínimo requisito para considerarse preso político.
Ellos argumentan su defensa de la movilización social, de la libertad de opinión, de la garantía de expresión, de la libre manifestación.
Entonces, si ellos al manifestarse, lo hacen exactamente como en Ayotzinapa y como en todas partes: el bloqueo, la pedrea, el incendio, la gasolinería en llamas; es lo mismo: préndele fuego al granadero, dispárale al policía.
Mentira lo pacífico de las manifestaciones. No es cierto.
El hecho mismo de poner una barrera física, una barricada, una fogata, la fuerza del grupo, para impedir el paso es un acto violento; violento por naturaleza, porque impide por la fuerza o la presencia contundente, la voluntad de otros. Eso es violencia, así no lo quieran aceptar.
Entonces, llegaron a la asamblea, hicieron su propuesta y no sería tan grave si no fuera porque se trata de un primer paso, un segundo paso, en verdad, porque el primero ya se había dado al principio de este periodo, de esta época, después del vandalismo del 1° de diciembre del 2012 con el camión de basura (simbólicamente) se convirtió en tanque y ariete.
Entonces se redujeron las penas, se reclasificaron los delitos cometidos en el transcurso de una marcha cívica o una marcha política, todo.
Esta asamblea es también una asamblea clientelar en la cual los grupos se protegen.
Por ejemplo, hay una organización dentro del Frente Pancho Villa para defender con todo entusiasmo al señor Nicolás Maduro y les pide a los mexicanos solidaridad con la patria de Bolívar. En eso estoy de acuerdo, ¿pero Maduro vale tanto como Don Simón? Lo dudo.
Todo esto es parte de un mecanismo clientelar, en el cual los grupos de choque, parte de los grupos políticos organizados, son apéndices extraoficiales de los partidos, en este caso, de los partidos más radicales.
Y llevaron esto a la Asamblea y se los echaron para atrás.
No lo considero algo definitivo, van a insistir y a la hora de las negociaciones y de los favores políticos van a terminar aprobando si no esta “Ley de Amnistía”, otra muy parecida, así como aprobaron una cosa frente a la cual dejan sin argumentos de negociación presupuestal al Gobierno de la ciudad: el Instituto de la Defensa de los Animales.
Porque el Gobierno de la ciudad sabe y dice:
«Me están rebajando miles de millones de pesos de esto y me están rebajando tanto y nosotros necesitamos hacer cosas y el presupuesto, tal».
¿Cómo puede el señor Mancera ir con el señor Meade, de la Secretaría de Hacienda a quererlo persuadir de evitar recortes a la Ciudad de México porque sus habitantes necesitan mayores recursos y se los piensa gastar en cuidar al gatito y al perrito? “Pretty pussy cat; pretty puppy dog”.
No se puede ser tan absolutamente irresponsable.
Pero esta Asamblea (como todas las anteriores) es una facha, esta Asamblea Legislativa esta conformada por una pandilla de ignorantes logreros, aprovechados arribistas.
No les digo nada más porque ya viene Día de Muertos y aquí se ha muerto la lógica.
ALMEIDA
Hace algunos años la cerrazón policiaca cerraba el Viaducto porque había muchos coches. Querían dosificar los accesos. Pero ahora Hiram Almeida llega al extremo: cierra ¡las laterales!.
Si quiere resolver el problema de la congestionada circulación de la ciudad, pues mejor clausure todas las calles, así nos quedaremos quietecitos.
Y tampoco habrá choques, ni atropellados, ni infractores, ni grúas abusivas, ni patrullas ineficientes, ni policías ciegos, ni semáforos descoordinados, ni importarán los baches o los hoyancos o los topes o las multas fantasmales; nada… Todo resuelto.
¡Geniales!