Después de muchas meditaciones (hacerse la remolona, decían en el rancho), Josefina Vásquez Mota decidió escuchar la canción de las sirenas y abandonó la relativa comodidad de su aparente retiro y en un emotivo carrusel radiofónico, precedido por un desplegado en el cual (como suele suceder) lo interesante son los “abajo-firmantes”: una colección de distinguidos panistas cuya mejor experiencia ha sido el gobierno de sus estados, la presidencia misma del partido y simplemente la audacia de jugarle las contras a los pocos fieles del calderonismo.
El pretexto no resulta oportuno, sino oportunista: advertirles a sus seguidores y a los ciudadanos en general, del grave error implícito en las reformas propuestas por Enrique Peña Nieto, pues son “una grave amenaza para el desarrollo de México.”
En esas condiciones Andrés Manuel era un peligro, pero Peña es una amenaza para México. La retórica es idéntica.
En cuanto a la Reforma Fiscal, por cuyo contenido se inconforma al cuarto para las doce dicen los firmantes cuya verdadera intención más allá del desplegado, es presentar planteamientos opositores cuya contundencia y originalidad (muy poca en redad, pues todo esto se ha dicho mucho ya en las últimas semanas) se plantea una crítica superficial, pero útil para presentar a Josefina como una panista “reloaded”, a quien la derrota electoral y el abandono mercenario de sus propios correligionarios, no ha disminuido ni arredrado: sigue siendo la misma luchadora de toda la vida, aguerrida, empeñosa, con un temple de acero y una voluntad de titanio.
“Las iniciativas impulsadas por el Ejecutivo, de las que diversos segmentos de los partidos que forman el “Pacto por México” ya se han deslindado, contienen elementos altamente lesivos para la salud económica del país y el futuro de las familias mexicanas”.
El planteamiento, si bien carece de originalidad, sí tiene la congruencia necesaria para servir como una plataforma de lanzamiento a una candidatura delicadamente anunciada. Se trata de presentarse como un partido de oposición y el mensaje va dirigido a quienes podrían decidir su candidatura: por eso envía en bloque sus respaldos en una variedad suficiente para impresionar a cualquiera. Cualquiera sin archivo ni memoria: ¿De veras va uno a alguna parte con Luis Felipe Bravo Mena?, por ejemplo. ¿O con Francisco Barrio o con cualquiera de los demás quemadísimos cartuchos de un panismo ilusorio e ilusionado.
Pero como dijo al arzobispo ante las exigencias de iluminación del virrey: no hay más cera que la que arde, su excelencia. Y le dejó a oscuras el “te deum”. Con esos deberá arar si quiere sembrar su parcela.
Por eso al presentar a su grupo, necesariamente llamado “Panistas por México” (no del “Pacto por México”), Josefina dirige el coro de sus leales:
“Panistas por México trabajará incansablemente hacia su interior (cuando se definen los políticos nunca se cansan) para recuperar la función del PAN al servicio de México, en la crítica constructiva, la vigilancia en el cumplimiento de la ley y el desempeño del gobierno, de manera seria y contundente, al tiempo de ocuparse de hacer las mejores propuestas para las reformas que lleven a México a un desarrollo sostenido, justo, incluyente y con mejor democracia.”
Josefina representa, sin embargo, la última carta de esa fracción (¿facción?) del PAN, mientras esta puede ser también la última carta en el PAN para Josefina. Su actitud de panismo ortodoxo, su disciplinado caminar por el desierto después del maltrato sufrido durante la campaña, las majaderías de Calderón y el olvido de los rencores, la hacen una candidata valiosa. Valiosa para ellos.
Su imagen de mujer responsable y trabajadora mucho le ayudará, pero en el camino la esperan traiciones y deslealtades. Y de eso, ella ya conoce.
DEPORTES
Leo una nota conmovedora (El universal).
“Sumergido en la banca, desconsolado, Javier Hernández se mece el cabello una y otra vez (no sabemos cuál de todos los cabellos, pero no se lo mesa, se lo mece, ¡a la rorro, niño!), al ver correr los minutos sin remedio. Ahí, derrumbado (derrumbado y sumergido, cuánta tragedia), junto con sus compañeros, se saben (vaya concordancia) eliminados.
“De pronto, alguien les dice sobre la remontada estadounidense en Panamá. Ese detalle (¿detalle o circunstancia?) salva a México y llena al «Chicharito» de felicidad.
“Celebra, brinca (o sea, sale de la inmersión y el derrumbe), intenta reanimar a sus compañeros. Imágenes lastimeras de un joven que llegó a sorprender al mundo en el Manchester United y hoy se consuela con la falta de méritos de su Selección (¿o con la remontada estadunidense? ¿Por fin?).
«¿Vergüenza? Claro, no somos conformistas. De estar eliminados a que le den la vuelta a un partido, te genera un sentimiento de alegría, pero la cosa es más negativa que positiva», aboga el delantero (sumergido y derrumbando en los mares de la relatividad), sin saber justificar su conducta en el banquillo (tampoco justificó su conducta en la cancha), donde ha vivido los últimos instantes del tropiezo en Costa Rica”.