La sorpresiva hospitalización de José Emilio Pacheco –indudablemente el intelectual más significativo del México de hoy–, nos obliga a recordar su más reciente aparición pública ( si excluimos sus breves ensayos sobre Juan Gelman). No fue una salida personal a la escena, ni un recital poético, ni siquiera una firma de libros o la presentación de una obra, mucho menos una conferencia en el Colegio Nacional o la Academia de la Lengua. No fue un canto lírico ni un análisis de la historia, ni una red de ideas en un inventario preciso sobre el tiempo y el pensamiento.
No; fue una expresión cívica y política de alta importancia: su adhesión al rechazo colectivo (al menos de esa colectividad) hacia la reforma Energética, especialmente por el desaseo de su consagración constitucional hecha, a los ojos de muchos, a la trompa talega.
Como todos recordamos hace apenas unos días (el 16 de enero) 23 ciudadanos premiados por leyes de estímulos y recompensas civiles, gracias a su labor intelectual (se supone) a favor de México y la cultura; es decir, a favor de la ciencia, la conciencia y la historia nacional, manifestaron su abierta oposición a las formas seguidas en el proceso jurídico constitucional para abrir el sector de la energía de la apresurada e irreflexiva manera como se hizo.
Uno de ellos (los demás fueron Manuel Peimbert, Luis Villoro, Manuel Felguérez, Vicente Rojo, Fernando del Paso, Sergio Pitol, Federico Silva, Margit Frenk, Vicente Leñero, Margo Glantz, José Alberto Manrique, Graciela Iturbide, Felipe Cazals, Hugo Hiriart, Soledad Loaeza, Lorenzo Meyer, José Agustín, Jorge Fons, Oscar Chávez, Hugo Gutiérrez Vega, Paul Leduc y Javier Álvarez) es José Emilio Pacheco cuya actitud política siempre ha sido la misma: expresión sin trinchera incendiaria, análisis, opinión certera, reposada, responsable.
La carta en cuestión dirigida a la Suprema Corte y a la Opinión Pública (la cual reproduzco pues es hasta hoy el texto más reciente donde aparece la firma de este hombre cuya salud hoy preocupa a quienes lo conocemos y a quienes no tienen esa fortuna) dice:
“El pasado 20 de diciembre fue publicado en el Diario Oficial de la Federación el decreto que reforma los artículos 25, 27 y 28 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en materia energética; esos cambios afectarán en gran medida a la sociedad y a los ciudadanos mexicanos de hoy y del futuro.
“Entre otros puntos cuestionables, dichos cambios adolecen de un grave vicio de origen, ya que fueron votados con enorme premura por los legisladores federales y estatales, sin darse siquiera el tiempo necesario para efectuar el análisis indispensable para una reforma de tal trascendencia, y en algunos casos ni siquiera para leerlos, llegando a constituir un contrasentido de tener parlamentos sin parlamento y sin, por otra parte, proporcionar información clara y veraz a los ciudadanos que somos los principales afectados.
“Considerando inconstitucionales tales procedimientos, un grupo independiente, diverso y plural, integrado por ciudadanos que hemos recibido el Premio Nacional de Ciencias y Artes e independientes de todos los partidos políticos, hemos decidido impugnar el decreto de la reforma constitucional energética, ante un juez federal, por violaciones graves al procedimiento de reforma constitucional, cuyas bases están previstas en el artículo 135 de la propia Carta Magna.
“Por ello, acudimos a un amparo de doble instancia, con el objeto de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) ejerza la facultad de atracción que le concede el artículo 40 de la Ley de Amparo, por tratarse de un caso en el que subyace una cuestión de constitucionalidad, a fin de que se pronuncie, con plena jurisdicción, en torno a la sustancia de nuestro recurso de amparo.
“Más allá de su contenido y de sus efectos en la soberanía nacional, la economía, la vida política y la cultura de nuestro país, sostenemos que con procedimientos como los realizados para asegurar la irreflexiva aprobación de la reforma energética, se prefiguran formas de ejercicio del poder público que dañan a la sociedad y hacen retroceder, peligrosamente, a México a los tiempos del autoritarismo que dábamos por superados.
“Procede recordar, por ser un precedente ineludible, que la Corte a quien hoy nos dirigimos, declaró inválidos en noviembre de 2008 varios decretos legislativos promulgados en el estado de Colima por no cumplir con los principios democráticos que sustentan la forma de gobierno, al ser resultado de un proceso sumario en el que los legisladores no tuvieron tiempo para su real revisión y análisis, como es el caso para la reforma que hoy impugnamos.
“Que todo el que se queje con justicia tenga un tribunal que lo escuche, lo ampare y lo defienda contra el arbitrario. José María Morelos y Pavón”.
En esas condiciones, cuando los lúcidos intelectuales cuyo razonamiento expresa su preocupación, se comprenden de nuevo los hermosos versos de uno de los poemas centrales (ancilares, diría Alfonso Reyes) de José Emilio Pacheco:
nn
“No amo mi patria.
“Su fulgor abstractoe
es inasible.
“Pero (aunque suene mal)
daría la vida
“por diez lugares suyos,
cierta gente,
“puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
“una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
“varias figuras de su historia,
montañas
“-y tres o cuatro ríos”.
Esa es quizá la gran enseñanza: distinguir entre la patria como esencia, como sitio del amor –en Topilejo o en el Metro; en Acapulco o en Puerto Vallarta– y la patria como escenario de los juegos políticos. A esta, a la segunda, Pacheco nos enseñó a desdeñar. A la otra no.