Imposible negar la exactitud del apotegma juarista (esa palabra nos acompañará por los siglos de los siglos) en cuanto a la naturaleza de la paz como consecuencia del respeto al otro y sus derechos.

Arduo también separar esa enseñanza del ejercicio de la política y del origen de nuestros principios diplomáticos ahora ya olvidados en favor de la cooperación globalizada con lo cual todo dominio del exterior y toda sumisión interna se justifican y hasta se exigen.

En ese sentido vale la pena analizar la expresión reciente del Presidente Enrique Peña quien promete la nula intervención  de México en las cuestiones electorales de los Estados Unidos (como si pudiéramos intervenir de alguna manera) y a cambio exige respeto pleno a nuestras cuestiones internas.

“… porque no intervenimos, no habremos de meternos en los asuntos de otros, como tampoco habremos de permitir que otra nación intervenga en los procesos internos electorales de nuestro país… el Gobierno de la República buscará, con quien resulte electo Presidenta o Presidente de los Estados Unidos, seguir construyendo una relación constructiva para lograr que Norteamérica sea una región más productiva y más competitiva; una región que depare a sus sociedades condiciones de mayor bienestar”.

Sin embargo las palabras presidenciales llevaban una dedicatoria evidente al candidato Republicano, Donald Trump:

“Afirmó que (quienes pretenden aislarse), “me parece que optan por una vía equivocada. Hoy, somos parte de una comunidad global, de un mundo global, en donde las fronteras, día a día, prácticamente se reducen o dejan de existir”.

“Como integrantes de la sociedad mexicana, hemos de no estar de acuerdo con algunos posicionamientos discriminatorios que sin duda lastiman la relación que por décadas se ha construido entre México y los Estados Unidos”, añadió.

Como lenguaje de diplomacia el discurso presidencial es correcto, pero la verdad es otra.

La relación sostenida por décadas entre México y Estados Unidos no es un ejemplo de simetría ni de correspondencia. Mucho menos de equidad o justicia. Siempre hemos sido un país avasallado por la potencia americana y no han sido los años recientes cuando el imperio nos haya tratado con algodones.

Podemos ser vecinos, hasta socios en algunas coas, pero amigos, nunca. Al menos eso ha dicho el embajador Jorge Montaño, quien algo sabe de estos asuntos.

Ya hay, por ejemplo, demasiadas evidencias, de cómo la guerra contra el narcotráfico y por extensión descontrolada contra el crimen organizado, fue un invento estadunidense frente al cual fuimos a caer de bruces con un  costo horrible en la disolución del Estado.

Pero si el Presidente debe ser prudente y sensato, como lo han sido, llaman también la atención los textos de algunos escritores de textos analíticos, politólogos de prestigio, quienes buscan formas de acción hasta por debajo de las piedras.

Pongo dos ejemplos:

“De cara al proceso electoral norteamericano –dice Jacqueline Peschard en EL UNIVERSAL del 9 de mayo–, la alternativa es desplegar una estrategia de comunicación profesional, orientada a mejorar la imagen de México, con datos duros e información fundamentada, utilizan do todas las herramientas diplomáticas, incluida la red consular y los aliados con que se cuenta… sólo con recursos profesionales lograremos reforzar nuestra agenda bilateral…”

Suena bonito pero es ilusorio. ¿Quiénes son nuestros aliados, cuáles son las herramientas diplomáticas contra el blindaje imperial, cuál es la información positiva?

O este texto de Jorge Alcocer también lleno de buenas intenciones:

“El contrapeso más importante a las amenazas de Trump (y su eventual victoria) serán Canadá, la Unión Europea y China, nación a la que, al igual que México, amenaza cada que se acuerda. El presidente Peña hará bien en ordenar a su secretaria de Relaciones Exteriores que haga lo necesario para establecer contacto a fin de trazar planes con los mandatarios de esas naciones y hablar de lo que juntos tendrían que hacer, cuanto antes, para reducir riesgos y costos de tener a Donald Trump en el despacho Oval”.

La verdad el asunto parece peor de lo imaginado por su propia naturaleza. Trump se ha alzado en medio de una ciega multitud fanáticamente inducida por una imagen heterodoxia ante la cual de nada sirven los recursos de la decencia diplomática.

Cuando un candidato se exhibe orgulloso frente a su posibilidad de tirotear a una persona en medio de la 5ª avenida y no ser castigado, poco se puede hacer sino temer por las consecuencias de su inestabilidad mental, lo mismo cuando anuncia la confiscación de las remesas para costear un muro mil kilométrico en la frontera o la ruptura del NAFTA o TLC, con graves consecuencias también para Canadá.  Ya no digamos sus amenazas de fortalecimiento militar contra México.

Frente a esos desplantes irracionales y heterodoxos, poco sirven a la larga los mecanismos de la ortodoxia política. Es como si alguien quisiera detener a un terrorista con la sola exhibición de una Biblia.

“Vade retro”. No funciona ni contra los vampiros.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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