Así se ha dado el caso de una señora cuya irrupción en el mundo de la audacia escandalosa se inició como Juana de Arco en Orleans, cuando le declaró una guerra abierta a Carlos Slim.

Hace algunos días Jorge Volpi publicó un artículo en el cual se lamentaba de la escasa influencia actual de los intelectuales en la vida pública.

Pocas palabras:

“…Ninguna de las opiniones de escritores, artistas o científicos que hoy circulan en los medios (incluida por supuesto esta columna) alcanzan siquiera de lejos la relevancia que tuvieron hace apenas unas décadas. Y quizás esté bien que así sea: el modelo del intelectual ‘engagé’ respondía a una época de autoritarismo ahíta de figuras admirables.

“Hoy, la opinión pública se modela de forma más plural, más caótica, más interactiva”.

Sin concederle el valor de una verdad absoluta, pero tampoco sin regatearle cuanto tiene de enfoque original, el texto de Volpi podría ser complementado de una manera simple: los (y las) intelectuales de la opinión frecuente, contratados (as) por los medios para escribir casi a destajo, no le han aportado al ejercicio crítico de los medios, ninguno de los supuestos valores de su rigor académico (si esto existiera) y sí han caído, sin embargo, en algunos de los peores vicios de la prensa tradicional y los denostados, subvaluados y casi siempre (por ellos) despreciados periodistas. Esto es, la superficialidad, la escritura por encargo, la calumnia impune y la repetición de lugares comunes y las lecturas trasnochadas. Escribir de oídas, pues.

Una vez más se debe diferenciar entre la opinión pública y la opinión publicada. La avalancha de profesores, investigadores y escolapios de alto nivel autodenominados “intelectuales” o como tales reputados, ha ocupado el lugar de los francotiradores de antaño con una diferencia: la credencial de “intelectual” es garantía de mayor impunidad.

Nadie les reclama, nadie les dice nada. Pueden insultar y calumniar y mentir con las altas credenciales de sus doctorados (o sucedáneos) y nadie les dice nada.

Así se ha dado el caso de una señora cuya irrupción en el mundo de la audacia escandalosa se inició como Juana de Arco en Orleans, cuando le declaró una guerra abierta a Carlos Slim, a quien llamó hace tiempo el verdadero peligro para México y ahora la ha reemprendido contra Manlio Fabio Beltrones y el PRI, sea cual sea el motivo. Y si no lo hay, pues a exhumar viejas y vencidas acusaciones.

Hace tiempo un escritor americano, cuyo obra fue prologada por Roderic Ai Camp, Keith Rosemblum, publicó un libro en el cual desmonta paso a paso los enredos de The New York Times y sus corresponsales, en los ya famosos reportajes (Dillon y Pyes) con los cuales obtuvieron un Premio Pulitzer y los aplausos de una parte de la “clase” políticamente correcta en México, quienes los reverenciaron —como suelen hacer con cualquier cosa publicada en el NYT—, a pesar de las evidencias de su escasa veracidad.

Mucho de esto fue comentado en la carta de Jesús Anaya publicada hace un par de días en Reforma en alusión a la enésima embestida contra Beltrones, en la cual se usan los mismos argumentos ya desestimados hasta en los tribunales.

“Realmente cuesta trabajo aceptar —dice JA— que una profesional, como la que usted dice ser, base sus opiniones en información de dudosa procedencia como la que cita, y que en su momento fue descalificada por una investigación que el propio Licenciado Beltrones solicitó y la cual concluyó que lo escrito en el artículo de marras era ‘falso y calumnioso en exceso’.

“…Lo anterior a usted le consta porque en forma personal le hice llegar una copia del resultado de la averiguación que realizó la Procuraduría General de la República, en la cual se precisaba que no era posible demandar al autor del artículo porque el delito se había escrito y cometido en el extranjero”.

El artículo justiciero dice entre otras cosas libremente relacionadas con la impunidad:

“…Como en el caso emblemático de Beltrones, coordinador parlamentario del PRI en la Cámara de Diputados, frente a cuya trayectoria truculenta no ha habido ni un solo deslinde por parte de su partido. Ni una sola expresión de disgusto. Ni una sola condena a su conducta o un solo esfuerzo por distanciarse de ella.

“Al contrario: el PRI lo protege, lo ensalza, lo coloca en posiciones de liderazgo vez tras vez. Con lo que revela a un partido que —a pesar de las reformas presumidas— todavía está dispuesto a cerrar la tapa de la cloaca en lugar de limpiarla. Está dispuesto a ignorar la realidad de un asunto que nunca fue aireado o resuelto de manera satisfactoria”.

“…Beltrones —prosigue— protegido por el entonces embajador estadunidense James Jones, el mismo que exaltó la integridad empresarial de Ricardo Salinas Pliego y formó parte del Consejo de Administración de Grupo Azteca, al cual tuvo que renunciar después del escándalo Codisco-Unefon” (cuya solución en Estados Unidos fue por cierto favorable para la parte mexicana).

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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