El proyecto del presidente de MORENA, Alfonso Ramírez Cuéllar, para detectar dónde y quienes concentran la riqueza nacional, en perjuicio de las enormes masas de la pobreza nacional será calificado en el futuro con gloria o con trompetillas, según quien escriba la historia, tal y como sucedió con los impuestos a perros y ventanas en los tiempos de Su Alteza Serenísima el señor López de Santa Anna.
Quiero recurrir a un docto ensayo de Héctor Strobell del Moral, en torno de aquella idea porque el plan Ramírez Cuellar no es un asunto censal, es un preludio fiscal. Y por muy descabellado como se le quiera hacer aparecer, es cosa seria y si mucho me aprietan, inminente. Este gobierno., desfondado en lo financiero muy pronto, va a necesitar dinero de hasta abajo de las piedras.
Y lo va a obtener sea como sea. Como dijo Drácula: hasta con los colmillitos, mi amor. Pero veamos algo de historia:
“…Las críticas con las que se han descalificado los impuestos a puertas y ventanas, perros, carros y caballos fueron resultado del éxito de la campaña de desprestigio contra la dictadura de Santa Anna de 1853-1855 en años posteriores a su caída.
“Cuando fue derrocada, los ataques de la prensa se dirigieron contra la venta de La Mesilla y la ley Lares, que restringió la libre expresión, pero gradualmente se generalizaron a otras disposiciones del gobierno depuesto, hasta acabar por tacharlo de “despótico”, “arbitrario” y “corrupto”, haciéndolo rayar también en lo “absurdo”.
“Los impuestos que se analizan no fueron centrales en el debate público a la caída de la dictadura. Tampoco figuraron dentro de la agenda reformista instada por la revolución de Ayutla y la opinión pública.
“En contraste con el repudio que se les suele atribuir, sorprende su ausencia en las discusiones del momento y en la prensa, que tan hostilmente se comportó contra el gobierno de Santa Anna. Los periodistas no dieron opiniones sobre ellos, ni siquiera el día que fueron abolidos.
“La centralidad del debate y de la crítica periodística en materia hacendaria únicamente giró en torno a los excesivos gastos militares, al “escandaloso despilfarro”, al aumento de la deuda pública, al destino de las ganancias por la venta de La Mesilla y a la abolición de la capitación y de los derechos de consumo.
“Sólo en una ocasión la prensa dio una opinión sobre estos impuestos, pero englobada al resto de los que se promulgaron entre 1853 y 1855.
“La crítica periodística en asuntos fiscales únicamente apuntó que, durante la dictadura, fueron decretados “varios” gravámenes “que pesa[ro]n sobre el país”. Sin embargo, no se criticó ninguno en particular, ni mucho menos se les tachó de absurdos.
“Guillermo Prieto, Manuel Payno y Matías Romero, tres de los principales ministros de Hacienda de la segunda mitad del siglo XIX que escribieron sobre las políticas tributarias del último gobierno de Santa Anna, tampoco dejaron opiniones sobre estas contribuciones.
“…Anselmo de la Portilla, periodista liberal de origen español, publicó su Historia de la revolución de México. En ella, además de narrar la revolución de Ayutla, dedicó un capítulo a criticar la dictadura. Prácticamente ninguno de sus rubros quedó impune. Ocupó varias líneas para repudiar la ley Lares y la venta de La Mesilla.
“Al referirse a lo fiscal, entre otros asuntos, criticó la cantidad de impuestos que se decretaron y citó a pie de página sólo dos ejemplos de las que llamó “contribuciones insoportables a la propiedad y al trabajo”, “ridículas”, “extravagantes”, “odiosas” y “vejatorias”: “La contribución de puertas y ventanas, la de perros y otras, son una prueba bien palpable de lo que aquí se dice” (Portilla, 1856, p. 8).
“Estas líneas inauguraron un discurso que, inserto dentro de la historiografía patria, continuó repitiéndose hasta nuestros días…
“…Su crítica estaba dirigida al fisco santannista por la cantidad de impuestos que promulgó, de manera que también descalificó otros, como los que gravaban canales, licorerías y puestos fijos y ambulantes.
Así pues bien posible será, en los años futuros, el trabajo de un acucioso historiador en alabanza de la política fiscal anunciada por Ramírez Cuellar, la cual yo aplaudo, como de seguro habría hecho cualquier patriota con los perros y ventanas del señor López… de Santa Anna.
Nuestro problema, leyendo la historia, nunca ha sido cómo acabar con los pobres, sino cómo terminar con los ricos.
Ese dilema no lo pudo resolver ni Pedro de Urdimalas (Jesús Camacho Villaseñor) , guionista genial en el neorrealismo mexicano de don Ismael Rodríguez.
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