En pleno auge del chauvinismo yanqui y con Arizona convertida en la punta de una lanza ya conocida desde hace muchos años, uno debería agradecer la persistencia con la cual el doctor Jorge Bustamante, especialista en asuntos de migración, cultura y transculturación entre México y Estados Unidos, y promotor del Colegio de la Frontera Norte, defendió durante años el uso de los conceptos ilegal e indocumentado.
Bustamante quiso desde hace muchos años implantar en la conciencia no sólo americana sino mexicana una diferencia: no es igual un trabajador indocumentado a un trabajador ilegal.
En ese matiz se basa una buena parte de la defensa política y jurídica de los emigrantes.
Sin embargo, las nuevas leyes estadunidenses, de las cuales la de Arizona (SB 1070) es la más obvia en su furor persecutorio, se basa precisamente en el abandono de esa concepción y la adopción intransigente del nuevo dogma del racismo americano: todo ilegal puede cometer más ilegalidades. Quien ha violado la ley para entrar a los Estados Unidos, puede seguirla violando una vez logrado su objetivo de permanecer en territorio americano.
Los argumentos sobre un imaginario desplazamiento laboral no son ya suficientes y poco a poco han ido perdiendo terreno. Ya no se acusa a los ilegales de quitarles el trabajo a los estadunidenses, ahora se les acusa por delitos no cometidos, usando como base para tal acusación la falta administrativa para entrar a la tierra prometida por debajo de la alambrada.
En ese sentido es muy interesante un articulo publicado en el Wall Street Journal, la semana pasada.
Lo escribió Francis Fukuyama, quien es uno de los más originales intelectuales americanos desde los últimos años del siglo pasado, actualmente es profesor de Política Económica Internacional en el Freeman Spogli Institute for International Studies de la Universidad de Stanford. Como todo el mundo sabe este caballero, sorprendió a la crítica y al publico internacionales con una tesis original: la historia como la conocemos, se ha acabado. La humanidad ha llegado a un límite en su evolución ideológica y la democracia liberal de Occidente se ha instalado como patrón universal o al menos como su aspiración.
Pues bien, Fukuyama propone un debate profundo y sensato en torno del falaz binomio inmigración y criminalidad. ¿Falaz de plano? No se sabe, al menos para eso se debería realizar un debate informado y sin prejuicios.
Dice el ilustre profesor:
…Hay una percepción generalizada de un fuerte vínculo entre los inmigrantes y el crimen. Es común para aquellos que se oponen a la inmigración argumentar que el primer acto que los inmigrantes ilegales cometen en suelo estadounidense es infringir la ley, me refiero a nuestras leyes de inmigración, y que son criminales ipso facto que continuaron ignorando las leyes del país mientras sigan pisando su suelo”.
Cualquiera podría decir, esas personas piensan así por la influencia reaccionaria de los “red necks” americanos, de los retrogradas republicanos hiper conservadores; de los discípulos de Joe Arpaio. Y quizá tengan razón, pero hay otros manantiales para regar la pradera del repudio. Sigamos con Fukuyama:
“…La asociación entre los inmigrantes y el delito se fortalece gracias al diluvio semanal de noticias sobre la violencia relacionada al narcotráfico y las pandillas en México, a medida que el presidente Felipe Calderón intenta derrotar a las poderosas mafias de la droga.
“Mucho antes de la guerra mexicana contra el narcotráfico, los estadounidenses eran amenazados por los cárteles colombianos, las pandillas salvadoreñas y otros grupos criminales de Latinoamérica. Además, es perfectamente cierto que el mero hecho de ser un inmigrante ilegal induce a romper otras leyes.
“El gigantesco problema del crimen que se origina en Latinoamérica y se desborda a Estados Unidos existe. Pero es impulsado casi por completo por la enorme demanda por drogas desde EU. Hay muchas cosas que podríamos y deberíamos hacer para mitigar este problema, pero persistirá mientras la demanda siga siendo alta.
“Sin embargo, el problema de las pandillas y la violencia relacionada con las drogas no debe ser confundido con el comportamiento de la gran mayoría de inmigrantes indocumentados en EU… Ellos no son delincuentes en el sentido de personas que se ganen la vida infringiendo la ley. Les encantaría vivir legalmente, pero provienen de sociedades en las que las reglas legales no les fueron extendidas. Por lo tanto ‘informal’ es una descripción más apta que la de “ilegal”.
A fin de cuentas Fukuyama se tardó más de treinta años en divulgar los mismos conceptos de Jorge Bustamante: informal o indocumentado, no son sinónimos de criminalidad automática.
REUNIÓN
Enrique Peña Nieto se reunió con Alan Bersin, comisionado de la Agencia de Protección de Aduanas de los Estados Unidos, y colaborador de la secretaria de Seguridad Nacional del Gobierno de ese país, Janet Napolitano, para conocer el rumbo y consecuencias que pudiera tener la aplicación de la ley Arizona SB 1070, sobre los migrantes mexicanos y el comercio binacional.
Bersin se dijo preocupado por los efectos potenciales de la legislación en la relación bilateral y le propuso a Peña un trabajo conjunto para equilibrar y balancear una frontera donde se evite el tráfico de mercancías ilícitas y a la vez de agilizar el comercio binacional.