El racismo contra los morenos en México no puede ser condenado nada más a la luz del racismo, la intolerancia o la discriminación. Es también futuro de la ignorancia y la contumacia de los falsos demócratas.

Quizá los caprichos de la naturaleza y la alta incidencia septembrina de los huracanes y meteoros de distinta intensidad vayan a cambiar para siempre las tradiciones nacionales, pero por segundo año y debido al soplo enfurecido de los vientos y el azote feroz de los chubascos y tormentas, el presidente de la República Enrique Peña Nieto declina la fiesta (el sarao, le decían antes a los festejos palaciegos) y se enfila —tras el esperado y ritual desfile— rumbo a un sitio afectado por la destructora capacidad del ciclón.

Ahora no son los palustres humedales de la costa de Guerrero sino los pedregosos confines del Cabo bajacaliforniano donde se presenta el azote de los vientos y aguaceros.

La noche del Grito se convierte así, por obra y gracia (o desgracia) de los desastres, en un paso previo para acudir en protectora supervisión de quienes resultan afectados por tales circunstancias celestiales.

Pero si los diluvios afectan y condicionan la política, en las vísperas del Grito y el aniversario del Partido, la imprudencia racista de un señor deja caer sobre Acción Nacional todo el chubasco de reclamaciones. Simio, le llama a un moreno jugador de futbol cuya amplia sonrisa y demostrado virtuosismo le ha ganado simpatías en el mundo del balón, y con eso tiene el PAN para caer de nuevo en el ojo huracanado de la crítica.

Los mexicanos tenemos varios componentes étnicos más allá de la falsa celebración del aztequismo o el indigenismo mesoamericano. También hay en nuestra con formación un componente africano, también hubo aquí —en tiempos coloniales—, cambujos cuarterones, saltapatrás y con ellos luchas de libertad como aquella por la cual Yanga —en Puebla y Veracruz—, fue un precursor antiesclavista, tema central muchos años más tarde de la lucha de Miguel Hidalgo y los demás insurgentes.

El racismo contra los morenos en México no puede ser condenado nada más a la luz del racismo, la intolerancia o la discriminación. Es también futuro de la ignorancia y la contumacia de los falsos demócratas. Baste ver los rasgos de José María Morelos y Pavón para comprender la hondura de nuestra “negritud” como uno de los componentes de la conformación nacional.

Este nuevo escándalo, si se quiere de proporciones menores frente a los casos de corrupción política o saqueo de fondos públicos, pero ilustrativo del talante vanidoso y cerril de algunos panistas, les viene a caer precisamente cuando festejan su LXXV aniversario, metidos hasta las cejas en la extraña presidencia de Gustavo Madero, quien no halla otra fórmula de conducir el partido, más allá de buscarse para sí una diputación federal y una prolongación de sus privilegios ahora (una vez más) en San Lázaro.

Los mensajes de Carlos Treviño por las redes sociales han sido suficientes para probar, una vez más, la falsedad del célebre discurso exculpatorio de Gustavo Madero y su invento de la “guerra de las narrativas”, según el cual, todo son inventos de los medios o al menos exageraciones, cuando se trata de señalar los errores del partido.

De un lado el Grito; del otro, el negrito.

rafael.cardona.sandoval@gmail.com

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

Deja una respuesta