Una opinión de Arturo Ramos Ortiz

El presidente López Obrador visitará el Búnker de lo que fue Policía Federal, el mismo que fue el corazón de las operaciones de aquella, la última fuerza policial civil efectiva del país. La visita del populista mandatario no tiene desperdicio y es bastante previsible lo que viene: mostrará hasta dónde aquel lugar, presentado muchas veces como sede de un complicadísimo sistema de inteligencia, es en realidad un cascaron hueco que costó muchísimo dinero.

Lo primero que hay que aclarar es que, para ser efectivas, ni la Policía Federal ni ahora la Guardia Nacional necesitan las fantasías que presentaba García Luna, y muy especialmente el entonces subsecretario Francisco Niembro (un hombre que se hizo fuerte en telecomunicaciones de Telmex). En efecto, el Búnker cumplía dos funciones básicas: era de los pocos lugares que era considerado como propio por las 7 divisiones de la Policía Federal, subcuerpos de la corporación que solían andar cada una por su lado y en franca competencia una con otra. López Obrador también podrá mostrar este jueves que se trata de un mero farol: con pantallas muchas veces desconectadas, monstruosos servidores totalmente innecesarios para el manejo de información policial en el día a día, se apantallaba a visitantes sobre las capacidades tecnológicas de la corporación.

No sólo fueron víctimas de este show periodistas o empresarios, como sugiere el Presidente de la República, sino también otros órdenes de gobierno, particularmente Gobernación, con la que García Luna mantuvo pujas permanentes por el amor del presidente en turno.

En efecto, alguna vez el Secretario Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, harto de no poder participar en la creación de un sistema de información policial, que por ley le correspondía y que deseaba lo mismo para apoyar la captura de personas buscadas por la comisión de delitos que para controlar la confiabilidad de quien entraba a una policía estatal, recibió el tour show por el búnker para que luego los allegados de García Luna le dijeras: “¿Se quiere llevar la información? ¿Cómo la van a manejar si ustedes no tienen nada de esto?”. El Secretario Ejecutivo dejó el asunto por la paz. En realidad toda la información que generaban las 32 entidades federativas sobre hechos criminales se almacenaban en dos únicos servidores y de hecho, por lo nuevo de las reformas legales que obligaban al intercambio de información, los enlaces entre el búnker y las policías del país estaba en construcción. Hubiera dado igual construirlas hacia el Sistema Nacional de Seguridad Pública que hacia el Búnker… O no, porque justamente en aquella época surgieron los contratos desmesurados en lo económico, totalmente opacos y vulnerables a la corrupción, que son el verdadero problema que hay que revisarle al recién condenado exfuncionario mexicano.

Muchos se siguen preguntando sobre el dilema de la riqueza de García Luna siga sin explicaicíón toda vez que la narrativa de los criminales que atestiguaron en su contra es sencillamente inverosimil. El búnker es un buen lugar para buscar.

Plataforma México, que así se llamaban los cables de aquel búnker, habrá generado sorpresa en los militares que los inspeccionaron llegada la 4T. Seguramente no tenían esperanza de encontrar nada espectacular, pero luego de un par de años de inanición presupuestal, para cuando le quitaron a los civiles estas instalaciones, la inoperancia de este monstruo chupador de dineros debe ser casi nula. Los militares estarán sorprendidos de los gastos que se les detallan en los reportes para llegar al punto actual donde nada funciona.

El botín de guerra de AMLO es jugoso: se podrá mostrar cómo se gastaba y cómo se faroleaba con juguetes tecnológicos que no contribuyeron en absoluto a mejorar la seguridad pública. Pero el error será no valorar el trabajo de un sistema nacional policial (una suerte de unión de policías para buscar juntos a quienes  deben buscar; encontrar los autos que deben encontrar; dotar a los periciales de huellas, voces, fotos y otras biometrías útiles), mismo que está igualmente parado. Eso sí es una pérdida que los militares, que desprecian totalmente a los civiles, no podrán ver.