El sistema de justicia le ha fallado a Amy. Médicamente está probado, en doble peritaje, que fue violada, pero la juez a cargo decidió que eso no vale, al igual que su testimonio, ya que el MP falló en su deber de llevar a la perito a declarar; luego vivió un juicio en el que acusado y abogados gesticularon imitando el ataque sexual denunciado bajo la complacencia de la jueza… finalmente la juez le dijo lo mismo que el primer MP que le negaba presentar la denuncia: tu palabra aquí no vale. El acusado salió libre y la vida de la denunciante peligra

Todo empezó mal y termina peor para Amy. Denunció que fue violada el padre de su difunto esposo Eduardo. Violarla, sostiene, fue una respuesta a la negativa de la mujer para dejar su hogar, para ceder la propiedad de una casa. La denuncia tenía, por tanto, todos los elementos que hacen de estos hechos un delito más punible: la mujer sometida a la violencia máxima como forma de obligarla a que no reclame derechos de otra índole.

Amy viene de un entorno violento, de una colonia violenta donde los problema se arreglan con la ley de la selva. Por eso murió su marido. Ella quiso ser un eslabón por el que se rompiese esta cadenas de embrutecimiento. Estudio leyes, lo que la juez le ganó que la juez le recriminara no levantarse del suelo donde fue violada para presentarse de inmediato ante el MP. Si sabe leyes…

El asunto empeoró para Amy porque, como reportó Crónica oportunamente, el emblemático 8 de Marzo pasado el mismo MP capitalino le abrió una investigación por el homicidio de Eduardo… la suegra señalaba que había escuchado a Amy decir que lo había mandado a matar.

El dicho de la suegra fue combatido en esa nueva carpeta de investigación alegando de inmediato el interés de los suegros por deshacerse de Amy y quedarse con una propiedad. Paradójicamente, esta acusación de los suegros ayuda a los asesinos de Eduardo, que tratan de salir libres y tienen sentenciada la vida de Amy. También paradójicamente, hay video del suegro y los asesinos hablando después del asesinato de Eduardo.

Amy y los abogados que conforman su asesoría jurídica lograron finalmente que el suegro fuese detenido por violación y fuese a juicio. Pero allí también habría problemas para Amy.

Dos periciales médicas corroboraban la violación, pero el MP no fue capaz de presentar a la médico legista que había realizado los trabajos periciales en el cuerpo de Amy. “No trabaja en la Fiscalía, no puedo hacer más”, fue el alegato del MP. En realidad, los peritos, ninguno de ellos, trabaja ya en la fiscalía y siempre son requeridos para testimonio.

A pesar de ello, las periciales allí estaban, en el juicio, debidamente acreditadas.

Pero algo empezó a ir peor. Durante el juicio, la juez permitió que el acusado y sus abogados recrearan con mímica el momento de la violación ante la víctima, algo que cualquier alumno de primero de derecho sabría que es indebido. Pero la juez desechó los reclamos por lo ocurrido y dijo que al fin y al cabo acusado y abogados no podían ver a Amy mientras declaraba… se le “olvidó” que Amy sí veía la mímica de los tipos.

La declaración de Amy en el juicio, a pesar de esta nueva agresión, se cumplió. Tampoco sirvió de nada. Finalmente ayer, jueves 18 de mayo, en la Sala 10 del Tribunal de Enjuiciamiento de la Ciudad de México, la juez a cargo culminó la causa penal 225/2022 por violación liberando al acusado.

Las periciales que se realizaron luego de denunciar ante la fiscalía capitalina concluyeron que sí se presentaban lesiones y que afectivamente correspondían a un ataque sexual.

La juez desechó esa prueba por la falta del MP al no presentarla a declarar y, aunque había una segunda pericial solicitada por la asesoría jurídica de la denunciante, también probatoria del ataque, la juez decidió desecharla también porque no era la de origen.

La víctima pudo hacer uso de la palabra como parte final del proceso, pero la juez la silenció diciéndole que no fuese repetitiva, que sí tenía algo nuevo que decirle, lo hiciera y si no… y dejó hablar al acusado sin interrumpirlo. Luego, lo absolvió.

La juez alegó que no ve probada la acusación porque el acusado es una persona de la tercera edad y la víctima es joven; recriminó también a Amy que no se haya levantado del piso donde fue violada y saliera corriendo al MP a denunciar (un argumento que por cierto uso el acusado durante el juicio) y, finalmente, recriminó que no le hayan presentado periciales. En efecto, esos que ella había desechado porque el MP de la Fiscalía Capitalina no había llevado a la perito médica a declarar.

Cuando Amy llegó ante un MP para denunciar la violación de la que fue víctima, le quedó claro que su voz no valía allí, así que se apoyó en abogados para que se le levantara la denuncia y que el acusado fuera llevado a juicio.

Ahora, al liberar a su suegro, la juez le dijo que su testimonio solo no bastaba. Los criterios sobre en casos de violencia sexual contra la mujer en los que la declaración de la víctima requiere un tratamiento distinto, “con perspectiva de género, a la luz del derecho de las mujeres a una vida libre de violencia”, no existieron en la Sala 10 del Tribunal de Enjuiciamiento de la Ciudad de México.

La juez a cargo no hizo prácticamente chamba extra para liberar al acusado, ni respondió a alegatos finales ni abundó sobre el caso, sólo dijo que la voz de la mujer no bastaba. Aunque médicamente estaba probada la violación en dos peritajes debidamente acreditados, la agresión no existió. Tampoco aquello de la erradicación de la violencia contra la mujer.

Amy debe regresar a su casa con la perspectiva de que sus suegros estarán cerca, esperándola, ya contactados con quienes mataron a su esposo. “Me van a matar, eso es lo que va a pasar”, señala a este diario que ha seguido su caso desde que el 8 de marzo, día internacional de la mujer, cuando la encontró con un MP que le decía básicamente que no quería atenderla.

La cadena de la violencia parece más firme que nunca y el sistema judicial ayudó a reforzarlo.