Quien sabe a quién se le ocurrió, pero el marco para anunciar una visita del presidente de Francia, después de los fracasos de mala diplomacia del presidente de México, Felipe Calderón y el impresentable mandatario galo, Nicolás Zarkozy, no podía ser mejor.
Cincuenta años de la visita a México de Charles De Gaulle, cuando un mexiquense, Adolfo López Mateos, (como Peña) ocupaba la presidencia de México.
Así les habló “Mon Genéral” a los mexicanos el 17 de marzo de 1964 desde el balcón central del Palacio Nacional:
“Francia saluda a México con confianza. El mundo en que vivimos está en plena transformación. Pero también esta amenazado de sufrir pruebas espantosas. Desde luego, los problemas que se plantean a todos los Estados se llaman el progreso y la paz. Para resolverlos no hay nada más importante que la cooperación de dos países como los nuestros, que ayer escucharon el mismo ideal, que hoy siguen el mismo camino y que, para mañana se sienten llamados a un mismo porvenir.
“He aquí, pues, lo que el pueblo francés propone al pueblo mexicano: “Marchemos con la mano en la mano y ¡Viva México!”
La sencillez y claridad del mensaje y las palabras de la mano en la mano dichas en español con los brazos enormes abiertos como si quiera aprisionar la enorme plaza, bastaron para hacer del general de Gaulle un visitante querido y recordado por muchos años.
Es actitud del general contrastó inevitablemente con el papel de picapleitos del frívolo señor Zarkozy. Sin embargo en sus palabras había un pozo de verdad: el gobierno mexicano había atropellado a un a ciudadana francesa a la cual se le conculcaron derechos fundamentales y cuya causa había sido materia de promesa de extradición o al menos de revisión con ese fin,
Por parte del presidente de México, Felipe Calderón, quien incumplió su oferta escrita.
Pero para comprender aquellos desacuerdos se debe analizar el contexto de aquellos días.
Calderón estaba siendo cercado, como hasta el fin de su mandato, por una corriente de indignación por la violencia y la criminalidad. Algunos lo culpaban directamente por las miles de muertes; otros simplemente le echaban en cara la incapacidad de su gobierno para controlar el clima social y exacerbar la matanza mediante una estrategia guerrista sin resultados tangibles.
Las organizaciones sociales, sobre todo las urbanas con acceso a medios de comunicación lo atosigaban con “observatorios ciudadanos” y movilizaciones y condenas contra el secuestro. En su cálculo resultaba más rentable para su imagen condescender a cualquier costo con los quejosos para después cooptarlos. Así sucedió con Isabel Miranda de Wallace, la más encarnizada defensora de las teatralidades de la policía contra Florence Cassez, devenida en candidata del PAN (sin resultados) al gobierno del DF.
Pero Felipe Calderón necesitaba esos apoyos así a la larga no le hayan servido para nada. Su imagen es la misma y su partido perdió el poder y se hundió en el tercer lugar electoral
Pero también esa estrategia inflexible fracasó con la intervención de la Corte, cuya obra, en manos de la ministra Olga Sánchez Cordero, está a punto de terminar. Y a ella se han acogido en abierto acuerdo común el presidente de Francia, Francois Hollande y el, presidente electo de México, Enrique Peña.
El problema de Florence Cassez no es ni era entonces su inocencia o su culpabilidad. Obviamente es culpable, pero los atropellos y el montaje de televisión al cual fue sometida, la convirtieron en una víctima. En esa doble condición –víctima y delincuente–, pesan más las violaciones a los Derechos Humanos perpetradas por el estado Mexicano en contra suya (al menos en la legalidad y legitimidad del proceso) y menos los delitos cometidos por una ciudadana común, mexicana o extranjera. Los Derechos Humanos son universales. No tienen pasaporte.
En esas condiciones la aplicación del tratado de Estrasburgo resultaba una salida jurídica perfecta. Llévense a su secuestradora. Pero las protestas de las ONG’s amilanaron al gobierno. Se echó para atrás y vino entonces el conflicto diplomático cuyas consecuencias ya parecen haberse extinguido.
MUERTE Y ARTE
Un amigo me envía la invitación para acompañar al notable pintor oaxaqueño Sergio Hernández en una exposición en el puerto de Cádiz en España, el próximo cinco de noviembre. La ocasión me permite revisar algunos cuadros del notable maestro y volver a mirar sus cráneos y calaveras; esqueletos y animales, y darme cuenta de cómo no podemos los mexicanos separarnos de las imágenes de la muerte.
Tan distintos los estilos de Hernández y de otros pintores, por ejemplo Posada, cuyas catrinas parecen novias de ultratumba después imitadas por cineastas como Tim Burton. Los muertos de Hernández, no. Él pinta con la profundidad del mar y el asombro del zompantle o tzompantli, como se quiera escribir.
Por eso a los mexicanos la muerte nos duele de otra forma y ante los hechos macabros y aun grotescos, absurdos y hasta ridículos, relacionados con la otra vida, no nos detenemos a pensar más. Lo vemos casi con naturalidad.
Si usted lo duda le ofrezco estas dos noticias de prensa cuya relación salta a la vista. Las dos son grotescas y a su modo canallas.
“(Milenio 10 de octubre).- El cadáver de Heriberto Lazcano, El Lazca, máximo líder de Los Zetas, permaneció varias horas en la plancha de la funeraria García, en Sabinas, Coahuila, hasta que un comando robó el cuerpo. En ese momento se encendió la alerta que permitió al gobierno identificar al capo.
“La Armada de México lo abatió en un enfrentamiento el domingo pasado, pero nadie lo reclamó. En el incidente también murió su chofer, Mario Alberto Rodríguez Rodríguez, tras enfrentar a marinos que intentaron detenerlos. Ambos salían de un parque de beisbol ubicado sobre el kilómetro 35 de la carretera a Progreso.
“Hasta ese momento las autoridades navales y de la procuraduría de Coahuila ignoraban que “El Lazca” había muerto. Personal de Servicios Periciales de Sabinas registraron sus características físicas, huellas digitales y vestimenta. Con las armas y los cadáveres se integró la averiguación previa APP/535/2012 en la mesa primera de la agencia del Ministerio Público”.
En esta información como con la confirmación posterior por parte del secretario de Gobernación, Alejandro Poiré, queda firme la idea de una identidad confirmada. Pero con la nota siguiente la confirmación se pone en duda. Veamos:
“La Procuraduría General de la República (PGR) tramita la exhumación de los cadáveres de los padres de Heriberto Lazcano Lazcano, «El Lazca», ex líder de los Zetas, para tomarle muestras genéticas que permitan identificar al cuerpo de éste a través de ADN, reveló José Cuitláhuac Salinas, titular de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO)…
“…Salinas Martínez dijo que afortunadamente se ubicó el lugar donde están sepultados los padres de «El Lazca», por lo que ya se realizan los trámites para realizar la exhumación, y a posteriormente tomar las muestras que permitan hacer el cotejo genético, tomando todas las medidas sanitarias necesarias, pues el deceso de los progenitores del capo se registró hace varios años (El siglo de Torreón, 18 de octubre)”.
Si ya propalaron a los cuatro vientos la identidad triunfante de su capo capturado y muerto, condenado a cadena perpetua en el más allá, ¿a quién se le ocurre buscar a los padres, más allá de la vida, y extraerles el ADN?
El señor Cuitláhuac Salinas, muy en su papel de subprocurador de la SIEDO o la SEDIO o como ahora sea, hizo el anuncio y por desgracia nadie le hizo ver el absurdo profundo de una confirmación el lunes y una investigación el martes.
¿A quién quiere convencer el gobierno en esta dudosa identidad?
Dijo Monsieur Poiré:
“…sin duda alguna el delincuente abatido el domingo pasado por la Marina es Heriberto Lazcano…. No existe duda respecto a la identidad de esa persona”.
–¿Por fin, hay duda o como dice don “Cui”, se necesitan huellas genéticas para elaborar ahora un dictamen fuera de toda incertidumbre?