Si las cosas siguen como van, pronto el encabezado de estas líneas, tomado del ingenio de Gabriel García Márquez, podría ser cierto. Quizá seamos parcialmente felices y doblemente documentados.
Escribí en noviembre del 2009:”con tenacidad inaudita el gobierno federal defendió hasta lograrlo el inútil y costoso proyecto de crear una cédula biométrica de identidad.
“El objetivo real de esa “tarjeta de mexicanidad” nunca ha quedado claro, ni siquiera por el mandato constitucional. Ni cuando se planteó por primera vez hace casi treinta años ni ahora cuando se busca lograrla de todos los mecanismos de seguridad incluyendo la detección de irrepetibles particularidades en el iris de los hombres y mujeres de este país así a última hora este detalle pudiera ser omitido dados la premura y el costo.
“Sin embargo cuando se proyectó la ley sobre cuyo contenido se basa la cédula de identidad, no existía con sus actuales alcances el Instituto Federal Electoral. La credencial del IFE con fotografía para se convirtió de hecho en la cédula de identidad, lo cual satisface en esencia el requisito del artículo 36 constitucional.
“Dos pájaros logrados con un solo documento cuyo costo hoy se antoja absurdo en las actuales condiciones y no puede ser entendido sino como un capricho a favor de los negocios particulares desde el poder”.
Caprichos personales o familiares, lo mismo da. Los tres mil millones de pesos de esa innecesaria credencial (cuando se tienen CURP, Cartilla Militar; credencial con fotografía para votar (no para votar con fotografía); licencias de conducir, credenciales de toda burocracia, pasaportes y hasta documentos para diputados y senadores; burócratas de alto rango, cédulas (como la fiscal), charolas diversas; placas y demás, son en verdad un monumento al dispendio.
Ya lo ha dicho el creador de la credencial con fotografía, Manuel Herrero; el país no esta para repetir ese gasto ya realizado. Tres mil millones de pesos, como si fueran cualquier baba de loro.
–¿Cómo podremos explicar ese gasto cuando dentro de unos días sepamos, por ejemplo, a cuánto ascenderán las pérdidas de PEMEX en este año.
–¿No lo sabe? No me diga.
Bueno, pues le regalo un dato espeluznante entregado fresquito a esta columna por uno de los consejeros de la empresa, PEMEX se hunde un grado más gracias a los mil millones de dólares del agujero irremediable de este año.
Y en lugar de ponerle remedio a este asunto verdaderamente grave, el gobierno se pone a ver el ojo de los ciudadanos. Bueno, eso quizás es un avance, en los años de la alternancia se ha dedicado a verles la cara.
La primera observación en contra de esta pesquisa biológica y el concurrente gasto dispendioso la ofrece la propia Ley de Población cuyo artículo 107 exige únicamente la fotografía personal; la huella digital (no las diez huellas como hacen los gringos del “Homeland Security” y quienes son los socios de este proyecto); la CURP y la firma.
Ahora en lugar de una cédula ya se quiere tener dos. Una para los ciudadanos y otra para los menores, con lo cual se pretende resolver un problema a mediante la simple fórmula de duplicarlo. El problema ahora es la inversión ya realizada en equipos para la “toma del iris”. Mientras no se cambie la ley no se podrá obligar a nadie a hacerlo. Vendrían los amparos y las quejas ante las Comisiones de Derechos Humanos.
Apenas el jueves se publicó esta información:
“El Instituto Federal Electoral (IFE) confirmó que se ha consensuado con la Secretaría de Gobernación (SG) la “fusión” de la credencial de elector con el proyecto de cédula de identidad de la dependencia, en la que la autoridad electoral será la única instancia emisora de un documento de identificación oficial. Al mismo tiempo, dijo que si bien el Ejecutivo construirá una nueva base de datos con la clave única de registro poblacional “biométrica”, el manejo del padrón electoral seguirá bajo control exclusivo del instituto”.
La ya dicha solución nada soluciona. En todo caso duplica las sinrazones.
El Instituto Federal Electoral –obligado por la ley– confunde identidad con capacidad electoral. La calidad de elector es consecuencia directa de la ciudadanía y se es ciudadano de acuerdo con ciertos requisitos tan sabidos como para no abundar en ellos. Pero no se es alguien nada más cuando se cumplen 18 años. Los pobladores de México, deberían de acuerdo con esto tener un documento de identidad, el cual, ha quedado satisfecho –al menos en esencia — mediante el Acta de Nacimiento, así siete millones de compatriotas no existan jurídicamente. No tienen ni acta.
Pero en las condiciones de surrealismo y subdesarrollo de México, una ley obliga al Registro Civil (RC) y otra a inscribirse al Registro de Población (lo cual se satisface hasta ahora con una Clave Única conocida como CURP) como si el RC no fuera de suyo un registro poblacional. Pero otra ley (General de Población) lo compele a formar parte del Padrón Electoral, pues hasta en tanto no haya (como no hay) una cédula de identidad, la credencial para votar suple ese requisito.
¿Sencillo, no?
Por eso cuando las argumentaciones de la alta burocracia favorable al negocio de la cédula insisten en poner los ejemplos de “otras democracias avanzadas”, no le queda a uno sino reírse de ellos. ¿También en aquellos países hay este batiburrillo de leyes encontradas, supletorias y hasta antagónicas entre sí? Obviamente no.
Pero la manía biométrica parece obedecer a dos exigencias. Una de nuestros ubicuos censores y vigilantes, los Estados Unidos en cuyo Departamento de Seguridad Interior se fraguan desde los controles de los aeropuertos hasta la utilización de mecanismos “biométricos” y la otra la posibilidad de llenar la hucha en el año 2011 el cual será, como prolongación del Bicentenario de la Independencia, el verdadero “Año de Hidalgo”.
En el gobierno federal, la cédula biométrica en concubinato con la credencial del IFE. En el DF, “Un tranvía llamado dinero” (como lo ha probado repetidamente Jacobo Zabludovsky) si el caro maestro Tennessee Williams nos permite la paráfrasis de su célebre obra.
Pero esto de saber quién es quien; de tener un nombre, nos recuerda muchas cosas. Una de ellas es la tesis de José Saramago en su novela “Todos los nombres”, en la cual precisamente se borda en torno de la identidad. Una cosa no es sino hasta tener un nombre, algo para definirla, para nombrarla, para identificarla. Entonces se es, cuando se tiene nombre. Antes no.
Una de las reticencias principales en torno de este absurdo levantamiento biométrico de identidad (cuyos afanes se van a ver truncos ante la manifiesta ineptitud del gobierno para hacer cualquier cosa y la premura pues su tiempo por transcurrir es menor del ya transcurrido) nos permite saber de antemano la imposible labor y guarda relación con el “fichaje” casi policiaco (huellas digitales, estatura, marca del iris, etc) como controladora inquisición de datos íntimos con los cuales todo tipo de control caerá sobre los mexicanos.
Nada más nos falta escuchar el retórico apoyo para este negociazo mediante la asociación inevitable con la seguridad y la guerra contra el narcotráfico. Pronto.
Pero el uso espurio de los datos ciudadanos no es una novedad. Podría aquí regresar a la historia de “Choice Point”, la empresa compradora de todos los datos íntegros del Padrón Electoral hace casi una década, pero no tiene caso llover sobre lo mojado. Mejor leamos cómo lo cuenta Saramago en la ya dicha obra:
“…Después se sentó y, con la mano todavía trémula, comenzó a copiar en los impresos blancos los datos identificadores del obispo, el nombre completo, sin que le faltara un apellido o una partícula, la fecha y el lugar de nacimiento, los nombres de los padres, los nombres de los padrinos, el nombre del párroco que lo bautizó, el nombre del funcionario de la Conservaduría General que lo registró, todos los nombres.
“Cuando llegó al final del breve trabajo estaba exhausto, le sudaban las manos, tenía escalofríos en la espalda, sabía muy bien que había cometido un pecado contra el espíritu del cuerpo funcionarial, de hecho no hay nada que canse más a una persona que tener que luchar, no contra su propio espíritu, sino contra una abstracción.
“Al indagar en aquellos papeles había cometido una infracción contra la disciplina y la ética, tal vez contra la legalidad…”
Don José, se llama el personaje de portugués. Y este Pepe se siente extraño por infringir la ley. Aquí sucede lo mismo pero tal conducta no causa extrañeza, genera riqueza; mucha, abundante, deleitosa y con el debido disfraz del deber cumplido, y hasta la ejemplaridad social y el gusto por la vida. Como veo doy.
Sin embargo hay otros datos importantes. Otros análisis. La Comisión Económica para América Latina tiene un ensayo en torno de la falta de documentación y el subdesarrollo. Dice, por ejemplo:
“La falta de documentación es uno de los grandes obstáculos que los gobiernos de América Latina y el Caribe enfrentan en su lucha contra la pobreza, la exclusión social y la competitividad.
“Según estimaciones del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), unas 70 millones de personas en la región, el 10 por ciento de la población, no tienen documentos que acrediten su identidad. De acuerdo a UNICEF, el 11 por ciento de niños de cero a cinco años no son registrados.
“Sin una partida de nacimiento inscrita no se tiene identidad legal y por lo tanto es como si la persona no “existiera” ante los ojos del Estado. Más que un trámite burocrático, el registro es un derecho fundamental a tener un nombre, una nacionalidad y a ser considerado ciudadano. Sin registros confiables se genera una grave dificultad para acceder a servicios básicos de educación y salud o llevar a cabo una actividad económica formal. Las políticas públicas pierden enfoque y efectividad, los países pierden competitividad”.
Por eso en noviembre del año pasado, en Bogotá, se hizo una “Cumbre Regional de Registros Civiles e Identificación” cuyos resultados se sintetizan en lo ya dicho y en el nacimiento de una nueva estructura en la burocracia latinoamericana, el CLARCIEV (cuyas siglas significan Consejo de Directores de Registro Civil, Identificación y Estadísticas Vitales de América Latina), uno de cuyos vicepresidentes es el mexicano Carlos Raúl Anaya Moreno, quien es (obviamente) Director de Población de la Secretaría de Gobernación.
Este caballero nos ha dicho sobre la cédula con aditamentos electrónicos promovida con denuedo por sus jefes:
“Es una responsabilidad (ponerle, un “chip”) sí, porque tiene ventajas, es la tendencia a nivel mundial, se ha analizado en varios países que ya lo están emitiendo, el caso español que es un caso muy sintomático, vienen aquí varias gentes de España a platicar su experiencia (y de paso asociarse con la parentela), manejan el “chip” por la seguridad que les da el hecho de tener ya una criptografía, tener datos electrónicos para que sea fehaciente la identidad.
“Eso ayudará también al gobierno electrónico (órale), al comercio electrónico (reteórale); en fin, hay una serie de avances que creemos que es importante que se pueda otorgar (¿otorgar o hacer?) esto en México.
–¿Incluiría datos fiscales, es decir…?
–La ley es muy clara los datos que debe de contener son datos de identidad de la persona, simplemente con una llave que es la CURP; el SAT tendría que manejar sus datos fiscales; educación manejará sus datos educativos; salud manejará sus datos de salud (no pos sí, viva la simpleza administrativa).
“Aquí por protección de datos personales, tenemos la obligación de cuidar nada más los datos que la ley nos faculta (el iris no esta entre ellos). La Ley General de Población es muy clara qué datos son los datos de identidad: nombre, apellidos, fecha de nacimiento; huellas y firmas (en singular por favor), son los datos de identidad que la ley señala. No podríamos tener ningún dato adicional a esto.
–¿Hay quienes piensan y temen que este “chip”, esta tarjeta inteligente pudiera servir como para espiar a los ciudadanos, podría…?
–… yo creo que de espionaje hay muchos métodos muy sofisticados; este es un “chip”, no es un “chip” de radiofrecuencia, es un “chip” de contacto, es como su tarjeta de crédito, si no la mete en un lector no la lee nadie, es el mismo caso, entonces usted sabría cuándo ponerla (de un tiempo a acá el ciudadano siempre acaba poniéndola)”.
En fin, toda esta penumbra en la negrura nos lleva al regreso de la misma pregunta de tantas veces: si ya existe la CURP, ¿cuál es el sentido de hacer un nuevo registro? ¿No se podrían agregar la foto y la huella?
La respuesta nos la podría dar Jerry Maguire: “…show me the money…”
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De pronto ocurrió lo previsible. El grupo de “Notables” (Carlos Navarrete Ruiz, Manlio Fabio Beltrones Rivera, Gustavo Enrique Madero Muñoz, José Narro Robles y José Enrique Villa Rivera) se ha convencido de la inutilidad de su empeño ante un hecho consumado como la extinción de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro y la inexistencia por tanto de un sindicato en el mundo real.
Un sindicato capaz de emplazar a huelga a una empresa ya desaparecida donde obviamente se diluyó la relación laboral hasta desaparecer no se le habría ocurrido ni al padre del surrealismo André Breton. Martín Esparza anda por las calles con la barata de peines y cepillos para los calvos y microscopios para los ciegos.
“…El día de ayer nos enteramos, inicialmente por los medios de comunicación (dicen los notorios), de la invitación del Gobierno Federal para instalar una mesa con la representación del Sindicato Mexicano de Electricistas, con el propósito de mantener un diálogo directo con la misma”.
Dicho de otra manera, Gobernación los envió por un tubo
“4- Que para que proceda una labor de mediación –dice el adivinatorio grupo de notables metidos por ociosidad a redentores–, debe existir la aceptación plena de las partes involucradas, condición que en sentido estricto no se considera en la comunicación oficial que fija la postura del Gobierno Federal en la que se agradece la participación del Grupo.
“En razón de todo lo anterior, hemos tomado la determinación de dar por concluida nuestra labor en este asunto”. Pues la determinación de concluir su labor la tomaron en Bucareli, para ser precisos.
“Deseamos reiterar nuestra convicción de que en la solución de la problemática deben privilegiarse el diálogo, la razón y el apego a derecho y rechazarse cualquier forma de violencia. Hacemos votos para que en el corto plazo se acuerde una fórmula aceptable para todos en el marco señalado”.
O sea, el atole se ha acabado y el dedo se ha fatigado. Podéis ir en paz.