A veces las imágenes nos regresan a viejas discusiones nunca superadas del todo. Ahí esta el corpachón de Juan García Ábrego, uno de los “capos” más temibles en la historia del narco, embutido en un avión sin más ni más; los timones listos, los alerones en posición. Vámonos, a los Estados Unidos sin mediar palabra ni juicios ni abogados. Llévenselo.
La otra imagen recuerda el barco donde “El tigrillo” o “El tigre”, uno de los jóvenes Arellano Félix es descendido de su yate y puesto la disposición del gobierno estadunidense si más ni más pues a fin de cuentas ellos fueron quienes lo aseguraron en aguas de su dominio—dijeron siempre para llevarlo a la justicia (o la complicidad desde los tribunales) y desbaratar el norteño cartel tijuanense.
Pero quedan también las otras imágenes, las de el barbudo Arturo Beltrán Leyva cuyo cadáver ensangrentado yace grotesco y humillado con billetes de banco encima de la inflamada barriga. La extradición o la ejecución, como sea, pero el problema desaparece de ese modo o al menos así se evitan reclamaciones posteriores.
Pero lo inevitable es ahora volver a mirar, todos tenemos el archivo en el celular o la computadora de casa: “El Chapo” se revuelve en la celda como una pantera nerviosa. Se sienta, se levanta, nervios tensos, mirada gacha, movimientos precisos, escucha, atiende el fogonazo del aviso final, se escabulle hacia el punto ciego y se desaparece como un Houdini de Almoloya, como el birlibirloque, el trampantojo, ahora lo ves ahora no lo miras más, ¿dónde quedó la bolita?, decían en las ferias populares.
La extradición tiene muchas finalidades teóricas y una sola verdadera. Entre las primeras están las patrañas de la justicia y el castigo y todo lo demás; el estado de derecho, la legalidad, el ejemplo punitivo. La verdad es el control de la información cuyo dominio garantiza el manejo de una industria de proporciones económicas fuera de todo cálculo. Y los americanos tienen en su territorio el mercado más grande (y por ende más rico) y no en balde sus leyes son las de la economía capitalista. El asunto del narcotráfico no es (sólo) de salud pública, es de dinero. De mucho dinero.
La extradición les garantiza a los americanos el control del negocio gracias a la cantidad de información recibida por los traficantes enviados de México a Estados Unidos. Pero cumple una función adicional, ésta de carácter muy perverso: insistir en la exhibición de un país incapaz de cuidar hasta sus propias cárceles. Cada reo fugado es una prueba de la incapacidad mexicana para vigilar una cárcel o cualquier otras cosa. Y no lo dice Donald Trump, lo dice cualquiera de ambos lados de la frontera. Por desgracia.
Esa manera de pensar puso los ojos de muchos en el Castillo de Miramar e hizo posible edificar el Castillo de Chapultepec y el Paseo de la reforma. No se pueden gobernar. Y lo llevamos diciendo de el siglo XIX. En 1847 lo decían los granjeros texanos y se quedaron común medio pañis. En 1864 lo decían los europeos y trajeron a Maximiliano.
La extradición de narcotraficantes a Estados Unidos (no se extraditar a ninguna otra clase de delincuentes) y su excepción en el caso de “El Chapo”, le da signos de verosimilitud a este relato. No lo expongo como una verdad, sino como una versión.
–¿Quién capturó a “El Chapo”.
–La DEA, dice un informante de identidad reservada. Se lo entregó a los mexicanos para ayudar a Peña en los tiempos de promoción de sus reformas, altamente favorables a los intereses gringos, especialmente los petroleros. Fue un auxilio de imagen; es decir, imaginario.
–¿Y luego?
–Cuando el gobierno no dio el paso automático apara extraditar al Chapo, con solicitud explícita o sin ella, quienes lo capturaron lo ayudaron a evadirse. Ellos se lo llevaron por fuera de los canales judiciales. Si la fuga de Rafael Caro Quintero fue por conductos judiciales (se salió a la calle con una orden de libertad en la mano), la de Joaquín Guzmán fue por auxilio extrajudicial: un túnel consentido.
–¿Y para qué?
–Para recuperar la información ampliar el conocimiento del mercado y sus surtidores y de paso poner quieto al gobierno mexicano. Mantenerlo a raya, exhibirlo en su plena ineptitud corrupta.
–Eso suena como una conjura de película…
–Sí; así sonaban las armas químicas de Saddam Hussein, y ya ves…
Según cifras oficiales, dadas a conocer a través de una solicitud de información a la PGR (CNN), durante el sexenio de Salinas de Gortari fueron extraditadas 15 personas, cifra que aumentó a 80 durante el sexenio de Zedillo, y se disparó a 235 con Fox. En tanto, según datos del gobierno de Calderón, se extraditó a 502 personas del 1 de diciembre de 2006 a finales de 2011.
**********
La construcción de un Centro de Convenciones en la ciudad de Oaxaca, precisamente en el congestionado Cerro del Fortín cuya importancia simbólica y cultural debería trascender la fiesta de la Guelaguetza, ha dado lugar a dos fenómenos contarios.
Por una parte la exhibición, una vez más, de cómo el maridaje entre empresarios y funcionarios (toda la parentela mete la mano) mueve las obras pública en beneficio de grupos privados y la queja n o atendida de grupos sociales empeñados en defender una herencia tradicional amenazada por la codicia de los negociantes.
En ese sentido el Cerro del Fortín se ha convertido hace muchos años en el “Cerro del Botín”, especialmente desde la construcción del Hotel Victoria (hace casi medio siglo) uno de cuyos socios, es ahora secretario de Turismo y Desarrollo Económico del gobierno del Estado (José Zorrilla) y pariente de los propietarios de la empresa constructora Trena cuyo proyecto para el Centro de Convenciones; el rediseño del auditorio Guelaguetza, un estacionamiento, una escalinata y otra ruta de acceso peatonal con “solución vial” en la carretera federal de acceso al otero, se desarrollaría en una superficie total de 94 mil 914 metros cuadrados.
El secretario de Turismo ha dicho (Reforma):
«En virtud de soy accionista del Hotel Victoria S. A. de C. V., con fundamento en el artículo 56, fracción XXII, de la Ley de Responsabilidades de los Servidores Públicos del Estado y Municipios de Oaxaca, me excuso de intervenir en cualquier forma de procedimiento de la contratación de la obra Construcción del Centro Cultural y de Convenciones de la Ciudad de Oaxaca de Juárez…” Pero para eso hay testaferros.
Y también hay otros incumplimientos entre ellos el del cumplimiento de la sentencia judicial para frenar la obra y las denuncias por agresión contra los opositores al proyecto, la presencia de golpeadores y cachiporreros enviados por los constructores contra quienes se quejan del ecocidio. Nada sucede, nada pasa.
“Es un caso más de sordera de la autoridad hacia las voces ciudadanas. Es un asunto de colusión de intereses no tanto de intereses en conflicto. Es la matriz de los negocios privados al amparo delos bienes y los cargos públicos”, dice el artista plástico, Sergio Hernández quien junto con el pintor Francisco Toledo le ha dado contenido cívico y cultural al frente opositor cuyos empeños desde hace varios meses parecen chocar contra un muro de indiferencia construido con los tabiques de la complicidad.
Como en tantas otras cosas de México. Tantas y tantas.