Todos lo hemos leído. Es la referencia de Don Quijote al pobre pintor Orbaneja, quien de tan malo como era, necesitaba complementar sus dibujos y pinturas con letreros explicativos:
“…Yo apostaré —dijo Sancho— que antes de mucho tiempo no ha de haber bodegón, venta ni mesón o tienda de barbero donde no ande pintada la historia de nuestras hazañas; pero querría yo que la pintasen manos de otro mejor pintor que el que ha pintado a estas.
—Tienes razón, Sancho —dijo don Quijote—, porque este pintor es como Orbaneja, un pintor que estaba en Úbeda, que cuando le preguntaban qué pintaba, respondía: «Lo que saliere»; y si por ventura pintaba un gallo, escribía debajo:
–«Este es gallo», porque no pensasen que era zorra”.
Y esto de explicar las cosas, como si no fueran obvias, quiere hacerlo el Instituto Federal de Telecomunicaciones, para cuyos “tiquis miquis” (derivados de una ley mal hecha, es cierto), las audiencias (ese difuso universo de personas incontables y desconocidas), necesita una mano fiel, conductora infalible, para distinguir las palabras alojadas en sus oídos.
Hace unos días esta columna (“El papasal de las audiencias), dijo:
“Como si no hubiera nada mejor en la vida, la ociosidad intelectual, asociada en conveniente matrimonio con la moda y la corrección política, la cual suele ser correcta pero a veces es imbécil, han producido (no sólo en este país, es cierto), una colección de conceptos a los cuales se les debe forzar para un ajuste exacto entre la realidad y el capricho.
“Y uno de esos engendros se llama “el derecho (o los derechos) de las audiencias”. Sus similares, gemelos o afines, como usted quiera, son el derecho de réplica y los códigos de ética. Todo suena bien, pero en la vida real no sirve para nada”.
Esos conceptos, personales y propios, está relacionados nada más con el ejercicio de esta profesión, de este oficio al cual le han brotado sabios por todas partes: esos académicos de lánguidas intenciones, redentores de lo innecesario quienes se ven obligados a desenmascarar a quienes le dan gato por liebre al público.
Así pues uno de los “derechos” (creados quien sabe por quién) es el de la veracidad informativa y la distinción entre propaganda y contenido, digamos periodístico y otro el de la separación entre contenidos informativos y opiniones personales.
Pero lo peor de la ley en la cual se apoya al Ifetel para imponer estos “lineamientos”, es la patraña inútil del “defensor de las audiencias» en ”cada medio electrónico, el cual debe ser ratificado (lo cual equivale a nombrarlo), por el propio instituto. El concesionario no puede nombrar a quien quiera; debe ser aprobado por la burocracia de las telecomunicaciones.
Esto es para evitar la complicidad entre el defensor y los propietarios de medios, tanto como para –a fin de cuentas–, garantizar la afinidad de los “defensores”, con el Instituto. La burocracia tendrá un alfil en cada medio. Y todos pagados por la industria.
El Ifetel se vuelve juez, legislador, auditor, y censor. Todo a un tiempo.
Por eso resulta muy saludable conocer esta información reciente: el Senado y la Presidencia, cada quien por su lado, inician sendas controversias constitucionales contra esta monstruosidad. Mejor, contra esta forma de censura e intervención en la libertad de los medios.
“…El presidente del Senado, Pablo Escudero Morales, presentó ante laSuprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) una controversia en contra de los Lineamientos del Instituto Federal de Telecomunicaciones(IFT), por considerar que se rebasaban las atribuciones de este Instituto y se pretendía ejercer censura previa.
“Desde el Senado de la República hemos recogido con gran preocupación las expresiones de gobernadores, de presidentes municipales, de los diputados, de académicos, de generadores de opinión y de todos los grupos parlamentarios, así como de empresarios y personas que se dedican a la comunicación, respecto a estos lineamientos”, señaló Pablo Escudero”.
Y más:
“La Presidencia de la República anunció que interpondrá una controversia constitucional contra el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFETEL) por haber emitido los lineamientos sobre los derechos de las audiencias, acción que, a su parecer, está fuera de su competencia, recurso que alcanza al Congreso de la Unión.”
COBARDIA
Benjamín Netanyahu ha enviado al presidente de Israel, Reuven Rivlin, a ofrecer una disculpa burocrática cuando la ofensa (hipócritamente llamada “malentendido”) de sus palabras sólo requiere su propia retractación.
Pero no lo hará: los fundamentalistas, como él, no saben dar pasos hacia atrás. El “halcón “ Netanyahu, nunca se va a disculpar con México. México le debe dar la espalda de manera permanente.
Ahora resulta: los mexicanos no entienden (además de ofendidos; idiotas). Dice Rivlin.