Antes de comenzar el cotidiano análisis de los hechos y su confrontación con otros sucesos cuya naturaleza a veces los expone y en otras los exhibe, esta columna quiere desearle muy sinceramente a todos los militantes de la IV-T, un feliz día con sus mamacitas o abuelitas, en caso de tener aún a alguna de ellas, pero si el creador los ha privado en estos días de esa dicha, pues alegría para sus esposas –madres de sus hijos–, o alguna “mater admirabilis” cercana a su corazón, y para ellas, en el enorme número de su multitudinaria presencia, pues felicidades en este diez de mayo.
Así pues ahora; cumplida la no solicitada cortesía materno nacional podemos pasar al recuento de los absurdos nacionales.
Algunos de los temas dominantes no pueden caber sino en el recuento del absurdo. La carencia de lógica, el atropello del sentido común y en algunos casos hasta de la más simple inteligencia.
Por ejemplo, las actuales condiciones de la actividad aeronáutica mexicana. Y digo así, nacionalmente, porque hasta en materia de aviación padecemos el centralismo político.
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Todo comenzó cuando por un capricho de propaganda, se derribó un aeropuerto terminado en 30 por ciento con un altísimo costo. Hasta el día de hoy no se ha planteado un sólo argumento técnico: puras condenas morales. Era un símbolo de la corrupción. Bueno.
Cuando hubo advertencias acerca de los problemas de tráfico aéreo entre el congestionado aeropuerto de Balbuena y el “auxiliar” en el mejor de los casos” la sabiduría del absurdo sentenció una frase para la historia: los aviones en el cielo se repelen. Casi como decir, un chivo pega un reparo y en el aire se repele… Pura sabiduría.
Pero a pesar de los riesgos y de la falta de grado del aeropuerto actual (y de la actividad en general) y la pérdida internacional de calificación, nada nos importa porque somos indestructibles como el alma del pueblo y si creemos en la autodeterminación de los pueblos, como dijimos en Cuba, en invocación de la doctrina Estrada, también sostenemos la doctrina Rioboo.
Así pues sostenemos contra viento y nube la navegación aérea cuyas condiciones de control del tráfico están en las últimas, como se han cansado de advertir quienes de esto saben, tanto como para atender la renuncia del jefe de los controladores, quien pone pies en polvorosa antes de estar en la torre cuando uno o más aviones se den en la idem o de plano se partan la madre.
Y perdón por tan contundente expresión indigna de esta fecha, pero eso puede pasar. No sabemos cuando, pero algunos se mantienen como los personajes de Becket (Estragón y Vladimiro, en “Esperando a Godot”). Aquí aguardan el avionazo. Ojalá y esperen por los siglos de los siglos, porque ya lo dijo el señor presidente, previsoramente, en su llamado a la tranquilidad:
“…No, no existe (riesgo). Lo que hay son resistencias muy alentadas por el conservadurismo, es que todo cuestionan, aunque caigan en el ridículo. Pero no sé qué les pasa. Deberían de serenarse, todo se arregla…
“O sea, es un afán de que nos vaya mal. Y pues todo lo vamos a ir resolviendo… son muy buenos los operadores aéreos.
“Ah, ‘avión en peligro’, ‘avión en peligro’.
“Entonces, decirle a la gente: no hay peligro, somos responsables y todo el personal que trabaja en la aviación es gente profesional, es gente buena, que no desea una desgracia”.
Así pues quienes están sentados en la puerta de su casa en espera del avionazo cuya magnitud catastrófica aliente sus críticas y confirme sus advertencias, augurios y predicciones podrán morir de viejos, porque sólo verán pasar su propio entierro, como dijo en su momento el coronel Aureliano Buendía, quien como todos sabemos estuvo a punto de ingresar a las tropas de mi general Felipe Ángeles en la batalla de Zacatecas …