En la incesante labor de conquistar no sólo el poder (ya en sus manos), sino la inteligencia popular, como lo ha dicho en repetidas ocasiones cuando habla de la “revolución de las conciencias”, el presidente de la República construye (o descubre, perspicaz y atento), enemigos de carne y hueso, pero también enemigos invisibles; como las ideas, propiamente dicho.
Eso le sucede cuando habla del neoliberalismo.
No es una doctrina económica ni tampoco un sistema político: es una actitud moral. O mejor dicho, inmoral.
El neoliberalismo, sin ofrecer jamás una definición real ni de sus planteamientos teóricos, sino de sus consecuencias políticas y sociales (algunas atribuidas con justicia, otras no), ha sido capaz de desplegar la más grande de las cortinas de humo jamás vista en la historia.
La más reciente maniobra, descubierta y denunciada por el señor presidente es esta: una enorme capacidad distractora, una barrera tras la cual se escondieron los pecados más grandes de la humanidad, los cuales desaparecieron de la discusión, el análisis y –obviamente– por parte de todas las mentes del mundo, las cuales acogieron dócilmente los nuevos catecismos de la perversidad.
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(Para qué) “no reparáramos, para que no volteáramos a ver que estaban saqueando al mundo y que el tema de la desigualdad en lo económico y en lo social quedara fuera del centro del debate”, se crearon nuevas especialidades intelectuales. Nuevos derechos, nuevos movimientos, cuya esencia es noble (como el feminismo), pero cuya aplicación es perversa.
–¿Cómo se salta de la nobleza a la perversidad? No nos lo dijo todavía el líder, pero nos lo dirá porque su vocación pedagógica, como su sabiduría, es infinita.
“…Se dejó de hablar de corrupción, explotación, opresión, clasismo y racismo, agregó, al destacar que las agencias internacionales que apoyaban el neoliberalismo, el cual es un modelo de pillaje, financiaban, y lo siguen haciendo, a grupos ambientalistas y defensores de la libertad”.
Lo dijo así:
“…para saquear a sus anchas, los llamados nuevos derechos, y se alentó mucho, incluso por ellos mismos, el feminismo, el ecologismo, la defensa de los derechos humanos, la protección de los animales, todas causas muy nobles, pero el propósito era crear todas estas nuevas causas para que no reparamos, para que no volteáramos a ver que estaban saqueando al mundo”.
Todo eso ocurrió durante una visita a la península de Yucatán,donde se mostró feliz por el avance de su idea: el Tren Maya.
(La jornada) “…Acompañado por miembros de su gabinete de seguridad, apuntó que agrupaciones ambientalistas que se oponían o se oponen al Tren Maya recibían dinero de la embajada de Estados Unidos, al igual que las asociaciones del empresario Claudio X. González.
“Por cierto, refirió que el gobierno estadunidense aún no responde el requerimiento que le hizo al respecto”.
Obviamente el requerimiento no atendido es la suspensión de operaciones de la agencia gringa para el desarrollo y el financiamiento a proyectos afines a la política americana en el marco de la cooperación económica. Nunca le van a obedecer, es obvio.
Lo único difícil de comprender es cómo si el discurso de los Derechos Humanos es un “mito genial” del neoliberalismo, su gobierno tiene una Comisión Nacional para esa materia, una subsecretaría muy decorativa en Gobernación y una siembra infinita de “Comisiones de la verdad”.