La vida, la mudable vida, como le decía Jorge Luis Borges nos puede llevar a cualquier sorpresa. Bueno, hasta el Barcelona puede perder. Y eso ya es mucho decir.
Por eso con mayor razón el juego político se puede volcar en el momento decisivo. Todos tenemos fresco el momento como a raíz de los atentados de Atocha, en menos de 24 horas las preferencias de los españoles se volcaron contra el señorito Aznar, por mentiroso, perjuro, falsario y aprovechadito.
Ese es un recordatorio de la lección profunda de la contienda política: prepararse para las elecciones, no para las campañas.
Y algo similar ha ocurrido en Francia.
No hubo atentados de por medio, pero en menos de tres semanas el señor Sarkozy, montado en la escenografía de su bellísima esposa y su reciente paternidad, con la televisión de su parte desde el Eliseo en el incesante discurso de la conservación de “lo” francés y la seguridad de sus fronteras, se derrumbó en las encuestas y ayer terminó perdiendo la primera vuelta electoral.
Eso le complica la vida de manera quizá irremediable.
Aìda Palau dice en su blog:
“El socialista llega en cabeza después del primer round y todas las encuestas le dan vencedor en la prueba final pero delante tendrá a un monstruo político que ya pide tres debates, tradicionalmente hay uno, para poder sacar los dientes, ávido de mostrar su plumaje, de extender las alas, Nicolás Sarkozy, que podría renacer de sus cenizas cual ave Fénix”.
Como se sabe la siguiente ronda será el seis de mayo y Sarzkozy le apuesta a lograr en los debates; es decir, en la confrontación personal, en el empaque, en la oratoria o la impostura, como cada quien lo quiera ver, la posibilidad de remontar su pésimo resultado.
Quienes conocen la vida política francesa lo hacen notar: hacía muchos años no sucedía esta desgracia: un presidente derrotado en la primera vuelta tras cinco años de gobierno. “Mon dieu”.
Como se sabe, (AFP) El socialista Francois Hollande logró el domingo un 27.5% en la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Francia, mientras que el presidente Nicolas Sarkozy consiguió un 26.6% por ciento sobre la base de un recuento del 34% de los votos, según datos oficiales.
“La líder de extrema derecha Marine Le Pen obtuvo un 19,9 por ciento, mientras que el candidato de extrema izquierda Jean-Luc Melenchon consiguió un 10.4% y el centrista Francois Bayrou un 9.2 por ciento”.
Todo se decidirá para Francia el seis de mayo. Y para México también.
Los recientes movimientos en las encuestas, cuya gran sorpresa reciente (pero no definitiva) ha sido ver a Josefina Vásquez (PAN) en tercer lugar, podrían tener una variación considerable precisamente el día seis de mayo y por las mismas razones gestionadas en París por Don Nicolás: las consecuencias del debate.
Sarkozy quiere tres discusiones públicas en una semana. Andrés Manuel quería doce a lo largo de la campaña actual. La ley mexicana dice dos y los pescadores del “rating” se anotan para lograr su pasaporte a la importancia y la clientela. Todos buscan su debate. Peña no quiere ninguno, peor está comprometido a dos. Y el primero, precisamente el seis de mayo.
ELEFANTIASIS
Como todos sabemos donde hay dos españoles hay tres puntos de vista y una discusión. Alegar de todo y por todo, discutir como gran deporte nacional.
Hoy los hispanos, metidos hasta el cuello en el retrete de la adversidad, polemizan por la conducta del insensible monarca al cual le habían otorgado tantos y tan exagerados méritos.
Defensor de la Constitución (claro, si por la Constitución existe la monarquía; cuando el “tejerazo” Juan Carlos defendía su patente de corso, nada más); símbolo de la estabilidad española (hasta cuando se les vino abajo el castillo de naipes); patriota a carta cabal, honesto como quien más (hasta el affaire Urdangarín) y quien sabe cuántos elogios tras los cuales no hay sino la aceptación casi idolátrica de la figura del Rey.
Hoy se quejan los hispanos por la caprichosa conducta del monarca. EL rey es un caprichoso, dicen; es un insensible, cómo se le ocurre la caza del paquidermo cuando el agua nos alza el cogote.
No, el error es aceptar la monarquía. Es el último legado del franquismo por la gracia divina. Basta leer el artículo 57 de la dicha Constitución:
“La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad. Sus actos estarán siempre refrendados en la forma establecida en el artículo 64…”.
Entonces, mientras pule los colmillos de sus cacerías anteriores Juan Carlos de Borbón podría preguntarles a sus súbditos:
–¿Por qué no te callas?