El filósofo de cabecera de la clase media mexicana, Fernando Sabater, dice algo más o menos como esto, si la memoria no me traiciona: la religión se diferencia de la política, básicamente en algo: la política trata del mundo visible y cotidiano; la religión de lo invisible. Hasta el día de hoy, ni siquiera el Dante nos ha podido decir cómo es el infierno. Y del cielo, desconocemos todo.
Por eso religión (o mejor dicho, culto religioso) y política, no tienen, o no deberían, tener puntos de conexión, excepto en los estados bajo el dominio de sus ministros del culto, como lo fue el Tíbet, como el Vaticano y aquellos bajo el dominio del Islam y sus imanes.
La fe es una aprehensión del espíritu fuera del mundo racional. Bram Stoker, el novelista cuya pluma dio vida a Drácula, un personaje mucho más simbólico de cómo lo percibe el cine, reflexiona y dice: la fe es creer lo incierto. Por eso es una virtud.
No pretendo hacer una disquisición teológica sobre la existencia o inexistencia de Dios (a pesar de mis muchos años de educación religiosa, jamás germinó en mí el árbol de la fe). Tampoco me importa la religión, ninguna de ellas. Sólo he dicho lo anterior para comentar el caso de la alcaldesa de Monterrey, Margarita Arellanes, una bella dama de confesada fe católica, quien se ha disculpado por haberle ofrecido a Jesucristo “las llaves de la ciudad”, en agravio de quienes no piensan como ella.
Pero veamos así las cosas.
Para llaves, hasta el heredero de Pedro tiene las llaves del cielo (al menos en el escudo pontificio), y si Dios está en todas partes pues se conoce su exclusiva condición de omnipresencia, no le hace falta al Divino Redentor (una de las tres personas de la Santísima Trinidad) el llavero de la presidenta municipal de Monterrey para entrar y salir de esa ciudad cuantas veces le plazca, lo cual –por otra parte—sería un contrasentido, pues si se halla en todo lugar al mismo tiempo, ni sale ni entra de ninguno pues se mantiene en esa cualidad de estar en la totalidad simultánea, cosa incomprensible para los humanos.
Dos cosas llaman la atención en el caso de esta especie de consagración cívico religiosa de la reinera al Cristo Rey. Una, lo profundamente jocoso del asunto, cuya etiología lo acerca a lo ridículo y lo aleja de lo ilegal. No le veo la ilegalidad. Tampoco la utilidad, como no sea formar parte de una campaña, como veremos más adelante.
Sin embargo muchos han dicho, esto ataca al Estado laico, y yo pregunto, ¿cuál Estado laico? A pesar de nuestra significativa e importante herencia liberal; México nunca ha sido un Estado constitucionalmente laico. El artículo 40 de la “Carta Magna”, dice:
“Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una república representativa, democrática, federal, compuesta de Estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interior, pero unidos en una federación establecida según los principios de esta ley fundamental.”
Mucho han pugnado los defensores del laicismo (señalo de entre ellos a dos muy notables, María de los Ángeles Moreno y Rodolfo Echeverría) por incluir entre los conceptos “…representativa, democrática y federal, la palabra “laica”. Nunca han podido. Doce años de panismo militante y otros muchos de hipocresía priista, lo han impedido.
Así pues, cuando la Iglesia avanza con sigilo, cautela y lentitud, pero firmeza en su rumbo (se acaban de modificar en su favor las restricciones al culto público), nos topamos con estas expresiones cuya maternidad no se le puede atribuir nada más a doña Margarita.
Recurro al archivo de “Animal político”.
“…A principios de diciembre del año pasado, cuando tenía poco más de un mes en el cargo, César Garza Villarreal, priista, participó en una ceremonia similar a la que encabezó el sábado pasado Margarita Arellanes. Incluso, el alcalde usó las mismas palabras para invocar a Jesucristo.
“Yo, César Garza Villarreal, presidente municipal de Ciudad Guadalupe, entrego la ciudad (…) a nuestro señor Jesucristo, para que su reino de paz y bendición sea establecido. Abro las puertas de este municipio a Dios como la máxima autoridad”, dijo”.
En Juárez, N. L. , (paradójicamente) ocurrió algo similar:
“Los mexicanos declaramos y reconocemos que el destino de esta nación y de cada uno de sus pueblos, fue escrito por el dedo de dios. Y es así, reconociendo que Dios me ha honrado con la bendición de ser su instrumento para que en esta ciudad haya paz y buena voluntad, yo, Rodolfo Ambriz Oviedo (…) hago entrega de las llaves de la ciudad a Jesucristo, rey de reyes y señor de señores…”, dijo el alcalde panista, que antes de contender por el municipio, había militado en el PRI”.
Como se ve estas no son puntadas de “meapilas”, como les llamaban los panistas de antaño a sus compañeros de religiosidad excesiva y comprometida. O a quienes así lo aparentaban.
Todo esto es parte de la intervención programada de la iglesia. Y según la ley, ella no debería intervenir en política.
Pero a estas alturas, ¿a quien le importa la ley? Es más, ¿a quien le importan las llaves?
Sr. Cardona, lo admiro mucho, pero esta vez cometió un grave error. Escribir el nombre de Fernando Savater, con b en su apellido.
Muchos saludos.