Persuasivo, convincente y entusiasta el hombre de las botas federicas y la casaca roja, aceitados los mostachos con las puntas hacia arriba, reluciente el sombrero de copa, se planta con el megáfono y a través del cono grita y clama:
—¡Vengan, vengan todos a nuestra inauguración!
¡Vengan por sus boletos, la función va a comenzar!
Le ofrecemos nuevamente el atractivo mayor de este y cualquier otro circo del mundo, directamente de la selva tabasqueña les presentamos como antes la especie más extraña del mundo, una casualidad de la naturaleza, un capricho de la madre tierra; del corazón de la jungla política, exclusivamente para esta temporada; ¡el peligro para México!
Y mientras el animador deja media laringe en la convocante arenga, se escuchan los marros y martillos de los cirqueros cuyo afán alza la carpa.
—La función, señoras y señores, se ha adelantado. La guerra por la silla; premio mayor debajo de ese pabellón dónde los elefantes mecen la trompa, los leones rugen y los caballos piafan; es una silla con un águila dorada en el respaldo y por ella volveremos a ver el mismo e inmisericorde espectáculo de hace seis años cuando por poco se nos cae a todos la lona encima.
¿Quién ha dado formalmente el pistoletazo de salida para la carrera sucesoria con todo y los obstáculos, vallas, fosos y despeñaderos?
Pues el presidente de la República, don Felipe, quien indiferente a las críticas (una característica suya es el desprecio rencoroso por las opiniones ajenas, las cuales considera agravios permanentes cuando no lo favorecen) se mete abiertamente a los terrenos de la lucha partidaria y con el mandoble ensaya sus mejores golpes.
Sin un motivo aparente, como al menos lo había en semanas anteriores cuando el Informe Presidencial era pretexto para acudir a los medios electrónicos con entrevistas radiofónicas o de TV pactadas y realizadas en medio de una reverente y actitud sin crítica, en estos días don Felipe ofreció a la docilidad de los entrevistadores la oportunidad de explicar sus pensamientos y definir sus líneas políticas.
Extrañamente en estos casos la inseguridad y sus secuelas no ocuparon los espacios mayores en las charlas; especialmente la más comentada de todas (extrañamente ausente de la página web de Los Pinos), la sostenida con octogenaria XEW en la cual resucitó el peligro para México.
No se trata de discutir si el Presidente de la República tiene o no derecho a hablar como quiera sobre cualquier tema nacional. Mucho menos si el personaje aludido y hoy vigorizado por esta nueva implantación en la escena, es o no un riesgo nacional o interplanetario. Las libertades civiles no son materia de disputa. No es un asunto de libertad de expresión ni mucho menos, se trataría en todo caso de un caso de conveniencia general o de aprovechamiento electoral.
¿Tiene sentido redefinir a un contendiente peligroso cuando ya no se contiende en su contra? Pues no, excepto si la disputa por el poder sigue. Y eso es evidente. Con el jefe del Estado sin rubor alguno en el papel de promotor de su partido y las alianzas por él imaginadas para frenar simultáneamente a dos enemigos: a Enrique Peña Nieto con las alianzas y a Andrés López por criticarlas, ya nada queda por aclarar.
Sin embargo, algo se le debe reconocer al Presidente. Más allá de la facilidad con la cual se puede operar electoralmente desde Los Pinos y la cantidad de recursos económicos y de cualquiera otra índole a su disposición, Calderón se ha adueñado primero de la escena y después de dos partidos.
En menos de cuatro años apretó al PAN en un puño de hierro (y si usted lo duda pregúnteles a Manuel Espino y a Vicente Fox. Uno está al borde de la calle y el otro organiza conciertitos de Elton John) y lo convirtió en un apéndice del gabinete presidencial. Y con un costo muy menor, en función de los beneficios posteriores (reales o aparentes, eso esta por verse) asimiló a los residuos de la izquierda.
Hoy, la fracción domesticada y sometida de un colaborador aparentemente democrático y revolucionario como soñó ser alguna vez el PRD, le permite al presidente desde la jefatura real de su partido, dividir las tendencias de la fracasada “izquierda” cuya fuerza real estaba en su capacidad crítica y su actitud opositora.
Asimilada al juego “democrático”, la izquierda es hoy un comodín o una veleta dispuesta a mudar sus actitudes en el juego de otros partidos. Tantos años en esto para ver cómo termina el juego: paleros de la derecha, les dice Andrés López con tanta razón como para generar la furia de Carlos Navarrete (¡asústame panteón!) y el propio presidente Calderón quien exhuma el expediente de la frase terrible: ése es un peligro para México, le ha hecho daño al país, ha sembrado el odio, la división, la discordia, casualmente todos los pecados con cuya comisión el inculpado condena a la derecha.
Pero en este pleito como en otros tantos por ambas partes se incurre en falsedades, hipocresías y mentiras.
¿No se alió la “izquierda” jubilosamente a la derecha en el caso de Oaxaca, para no hablar de Sinaloa y Puebla? ¿O en esos estados la derecha es buena y en el Estado de México es mala de “malolandia”? Pues nada, doña Inés se ha metido al burdel.
La enjundia con la cual López asegura oponerse a las alianzas en el Estado de México no existía cuando llevaba de la mano a Gabino Cué por cerros y cañadas en la peregrinación por los cientos de municipios de Oaxaca. Pero Gabino es otra cosa, dicen. Y quizá lo sea, pero el PAN, aquí o en la Luna, es la misma cosa. O debería serlo para una izquierda mínimamente seria y comprometida con sus “principios”.
—¿Cuáles?
Pues fuera del sistema la crítica, la oposición, la lucha por la mayoría, la defensa de los desposeídos, la socialización de las actividades industriales y sus beneficios, las libertades civiles, el Estado laico; la soberanía nacional, hasta la lucha armada revolucionaria.
Dentro del sistema (lugar donde hoy se ubican con la comodidad de subvenciones, financiamientos y acceso a los coyotajes) como dice la frase inmortal de Jerry Maguire, “show me the money”.
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Le han entregado a Jacobo Zabludovsky el premio de la Asociación Iberoamericana de la Comunicación-Universidad de Oviedo.
En Asturias se ha dado un paso en busca de la justicia.
¿Cuál? Darle por fin a Zabludovsky el sitio de distinción cuyo trabajo merece: un asiento en la Academia de la Lengua.
Y no nada más por su intensa y prolongada labor en los micrófonos sino por la calidad y cuidado de su prosa. No compararé su caso con el de nadie. Pero si alguien lo merece desde hace mucho tiempo es él. Frente al imperio actual de la incultura en los medios, frente a los periodistas sin vocabulario ni recursos, ante el incesante llamado a la trivialización; la ausencia del estilo, el atropello constante a la gramática, la prosodia y la sintaxis, el suyo es un ejemplo notable.
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Mientras las autoridades aeronáuticas y laborales en las secretarías de Comunicaciones y Transportes y del Trabajo y Previsión Social (eso de autoridades es un inexacto eufemismo para definir a la burocracia panista) miraban el desarrollo del juego político, Mexicana de Aviación se consumía en el brasero del mayor fraude jamás visto en el país de las transas.
Hoy lo quieren explicar de muchas formas, desde el rechazo filarmónico de Javier Lozano de alzar el arpa aventada por la empresa, hasta la cómoda palabrería de Juan Molinar quien de un tiempo a esta parte es como Sebastián de Aparicio, un beato incorrupto, inocente y libre de pecado se le mire como se le mire. Lo he comparado con el beato gallego sólo por la fama del precursor de los caminos de América, pues ya se sabe, Aparicio era carretero.
Pero el caso de Mexicana, cuya labor se realizaba por el aire y los cielos, no llevará a ninguno de estos caballeros a gozar del reino celestial. El fraude cuya comisión llevó a la quiebra a la empresa, ya sería materia de indagación en cualquiera otra parte del mundo, Aquí no se hará nada pues se le deben a una parte de la clase empresarial los favores de ascenso al poder de este grupo.
Y ya pueden los pilotos irse formando en la fila de las empresas extranjeras cuya presencia suplirá la desaparición de los aviones mexicanos. Como se quiera ver, el panismo es especialista en esto de abatir compañías nacionales de aviación e impedir la consolidación de una industria aeronáutica. Han echado abajo a Aerocalifornia, Aviacsa y Mexicana de Aviación. Todo un récord.
Y de las aeromozas y aeromozos (llamados en extraño lenguaje sobrecargos), ni hablar.