Por Guillermina Gómora

No tiene la culpa el indio,
sino el que lo hace compadre…
Anónimo

“Te lo dije”, es la frase clave de la reciente campaña del Instituto Federal Electoral (IFE), que bien podría aplicarse a lo que hoy vive Víctor Manuel Guerra Ortiz, ex director general del Registro Federal de Electores del IFE, quien después de 18 meses al frente del cargo renunció mediante un “indignado” correo electrónico dirigido a sus jefes, los nueve consejeros electorales.

El pretexto para dimitir es que no lo dejaron nombrar libremente a su director jurídico registral (Santiago Nieto, integrante de la lista de cinco finalistas para sustituir a Sergio García Ramírez), pero todos en el IFE saben que la salida de Guerra es producto de una solicitud expresa y poco amable de su otrora padrino, el consejero presidente Leonardo Valdés, quien lo propuso al Consejo General en octubre de 2011.

Lo cierto es que Guerra Ortiz se ganó a pulso la descobijada, por su desinterés e impericia, que provocaron pifias políticas y administrativas permanentes desde su designación; entre ellas, la fallida licitación para la nueva credencial de elector, como se reveló en este espacio, pues luego de un proceso accidentado y con varios retrasos el IFE tuvo que declararla desierta el pasado lunes 16, aun cuando implicaba la renovación de cerca de 80 millones de plásticos a un costo estimado de mil millones de pesos, poniendo en riesgo el principal producto electoral que genera la Institución. Trámite plagado de una lluvia de suposiciones, algunas bien informadas sobre las irregularidades.

Basta señalar que más de 20 empresas se retiraron prematuramente de la licitación luego de que encontraron excesivos los requisitos originales y advirtieron un fallo predeterminado a favor de la empresa francesa titular del contrato actual, SAGEM – MORPHO, y que hace unos meses llevó de paseo a Víctor Manuel Guerra a París con varios funcionarios del IFE, quienes recientemente se habían incorporado al equipo del Registro Federal de Electores y no se trataba de los especialistas técnicos.

Desde su llegada al cargo, se caracterizó por sus malos tratos que rayaban en la agresión hacia el personal de mando del servicio profesional electoral. Incluso llegó a pedir las cabezas de los seis funcionarios superiores del registro de electores, de amplia y reconocida trayectoria. Los acusaba de ineptos y cuasi sindicalizados, incapaces de tomar decisiones eficientes. Al no lograr los despidos, su liderazgo quedó desde entonces severamente cuestionado. No obstante, en los puestos que encontró libres designó personal de su confianza, pero inexpertos en la secretaría técnica, en la coordinación de administración, y en la oficina de infraestructura tecnológica. Una de esas funcionarias, que asiste poco y no tiene comprensión de su función, es en realidad esposa de su abogado.

En su función como presidente de la Comisión Nacional de Vigilancia, conformada mayoritariamente por representantes partidistas con voz y voto, que supervisan la calidad del padrón electoral y de la expedición de la credencial para votar, también fracasó, pues nunca los consideró sus pares; aseguran que los quiso maltratar y carecía de todo interés y oficio para preparar y conducir las sesiones del órgano.

Para sumarle puntos a su pase VIP de salida, Víctor Manuel Guerra ignoró por completo a la estructura ejecutiva del registro en los estados y distritos y a las comisiones locales y distritales de vigilancia. Además, cesó sin justificación alguna o forzó a renunciar a diversos funcionarios superiores, probados y de primer nivel por cometer el delito de contradecirlo y no asumirse como súbditos de lo que consideraba su empresa personal (con aviadores incluidos) o su hacienda, mientras que entregó el control de la dirección a sus nuevas asistentes que, entronizadas, hicieron y deshicieron, creándole a Guerra el ambiente adverso que provocó su salida.

En diciembre de 2011, amenazó con renunciar pero sus jefes lo convencieron de que se quedara. Estimaron delicado separar a Guerra recién iniciado el proceso electoral presidencial, que se percibía complejo. Consideraron que se pondría en entredicho, al menos mediáticamente, la calidad y precisión de los instrumentos registrales federales: padrón electoral y credencial para votar.

Una perla más que lo pinta de cuerpo entero en su ejercicio profesional es que en pleno proceso electoral, en marzo pasado, estaba en uno de esos viajes, monitoreando desde un yate en aguas de San Francisco, California, la recepción en su oficina de las observaciones que los partidos políticos entregaban respecto de la lista nominal de electores rumbo a los comicios de julio pasado, trámite indispensable para declarar la validez y definitividad del padrón electoral que se usaría en las casillas de todo el país. Este incidente estuvo a punto de costarle la destitución, pero los consejeros de nuevo determinaron que un relevo en pleno proceso electoral lesionaría la elección entera y decidieron esperar, privilegiando el interés institucional de coyuntura al de mediano plazo.

La desfachatez e indolencia de Guerra lograron unificar a los consejeros del IFE en su contra. Incluso por instrucciones del mismo Leonardo Valdés, el secretario ejecutivo tuvo literalmente que “intervenir” el Registro Federal de Electores, como si no hubiera titular, para sacar adelante procesos fundamentales para la elección que se encontraban en riesgo por la falta de idea y compromiso del director.

Pero todo tiene un límite. Concluidas las elecciones y sin impugnación alguna al padrón electoral, los consejeros entendieron que el reemplazo se desarrollaría en dos frentes: primero separar a Guerra y luego nombrar al sucesor y eso significaba dos nuevas negociaciones en una mesa de nueve integrantes, de la que pronto cinco de ellos se ausentarán definitivamente, incluido el consejero presidente, padrino de Guerra.

El problema empezó a encontrar salidas con la “renuncia” del miércoles 18. Lo que se avecina es una coyuntura aún más delicada: por el escritorio del defenestrado Guerra discurren tres tareas de la mayor importancia. 1.- Una redistritación federal en marcha. 2.- La del fin de la vigencia de las credenciales electorales denominadas 09 y 12 (que implica la renovación de cerca de 11 millones de micas). 3.- La renovación integral del modelo tradicional de la credencial para votar, motivo de la licitación ya mencionada, que fue la gota que derramó el vaso de la paciencia de los consejeros hacia los errores de tacto, oficio y vocación de Guerra, que dejó de gozar la beca y se pregunta “¿por qué se meten conmigo, por qué me quitaron la beca?”.

Vericuento

GDF – Sedesol: pintan su raya

Dice el refrán que entre “gitanos no se leen la mano” y por eso el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera y la secretaria de Desarrollo Social, Rosario Robles, han decidido pactar en torno al manejo que darán a sus programas sociales. La ex perredista intentó darles albazo en febrero pasado, cuando envió una circular a los delegados solicitando espacio para instalar sus módulos a fin de que sus promotores realizaran un censo, permiso que fue negado, y entonces Robles se fue por la libre, es decir, por las calles de la ciudad, provocando malestar. Ante estos hechos, delegados y jefe de Gobierno han decidido pintar su raya y fijar las reglas del juego. Las bases son las bases, ningún partido ignora su peso electoral.

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@guillegomora

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