Varias cosas nos deben quedar muy claras: la etapa de confinamiento, aislamiento, reclusión, enclaustramiento, clausura, cierre, arraigo o como se le quiera llamar; no cura a los enfermos ni incorpora a los muertos. Tampoco pide el viático, porque no hay.
Si el plazo de la dicha Emergencia Sanitaria por Causas de Fuerza Mayor, se cumple dentro de 30 días, llegaremos a mayo sin haber logrado el total abatimiento del índice de contagios. Lo habremos, quizá disminuido, pero no lo habremos abatido.
Y lo peor, cuando eso ocurra, quizá en junio o julio, no habremos erradicado el Covi-19; lo habremos controlado en su expansión . Frenar la epidemia no erradica la enfermedad, como sucedió con tantas otras calamidades con los cuales ahora vivimos. No lo podemos olvidar, en este país, anualmente, mueren entre ocho y diez mil personas por influenza o por H1N1. Con todo y vacunas.
Este fragmento de la declaratoria de emergencia nos debe servir como guía para administrar nuestras expectativas y podar el árbol de nuestras esperanzas. El problema va para largo. Muy largo.
El vocero de la epidemia (o del control de la epidemia), el doctor López Gatell nos dijo:
“…Quédate en casa, es la oportunidad de reducir la transmisión. La curva naranja (muestra una línea como de campana hacia arriba), sería lo que se estima la historia natural de esta epidemia, la epidemia no contenida, la epidemia no mitigada en la que tendríamos una gran cantidad de casos, sobre todo en el momento cumbre alrededor de la primera semana de mayo.
“En cambio, si tenemos estas medidas enérgicas y todos los miembros de la sociedad contribuimos a ellas, vamos a tener una curva epidémica más lenta, de propagación más lenta, con menos casos y vamos a ganar un poco de tiempo llevando la curva hacia el mes de junio…”
Así pues hay varios datos. Mejor dicho, tres.
La Emergencia Sanitaria tiene fecha de vencimiento (si no se requiere modificarla en el camino), el 30 de abril, pero la curva seguirá, controlada o no, hasta el mes de junio. Y mayo nos queda como el mes de la cima, tanto de infectados, como –es de suponerse–, muertos.
A diferencia del verso de Elliot, mayo va a ser el mes más cruel.
LA CARTA
Ha dicho el Señor Presidente en relación con su encuentro (inadmisiblemente fortuito) con la abuela de Ovidio Guzmán, heredero del Chapo. No hay nada que ocultar, ni de su parte ni de la mía.
De parte de ella es seguro. Por la parte presidencial guardaría mis reservas; porque el fondo de la misiva con la cual el presidente ofrece intervenir, es una reversa a una extradición irregular, según doña Consuelo, a la cual el gobierno mexicano, si ese fuera el caso, se habría prestado con docilidad.
La obra parte es la visa humanitaria, tan remota como la desaparición del Coronavirus. Un tercer punto es el humanitarismo.
Según las cuentas a la mano, hasta el 2016 había cerca de mil extraditados de México a Estados Unidos. El ritmo de entregas a la justicia americana se incrementó durante el gobierno de la 4-T, pero en ni uno sólo de todos esos casos (cerca de 200), se conoce de la intervención del Jefe del Estado para gestionar (u ofrecerse a hacerlo), la reversión de un expatriado.
Solamente el Chapo Guzmán ha merecido la atención presidencial Y no sólo eso, también la conmiseración, pues no podemos olvidar cuando señaló en tono dolido, las duras condiciones de reclusión a las cuales fue sometido Guzmán Loera en la más infame de las prisiones americanas.
De ahí no sola ni entra una mosca.
Pero el problema, como un prisma, tiene varias facetas. Una es la petición angustiada de una abuelita mexicana, quien a sus 92 años todavía tiene energía para interceptar al Presidente de la República y nombrarlo su gestor ante Donald Trump para lograr una visita final a su vástago.
La otra es la denuncia sobre irregularidades en el proceso de extradición, del cual –si las hubiera–, México sería cómplice.
Y la tercera, la selectividad en ese asunto del humanitarismo. ¿Por qué otros delincuentes y asesinos no han merecido la compasión presidencial?
Quizá porque sus madres no llaman al Señor Presidente, “Hermano en Cristo”.
DEFUNCIÓN SENTIDA
No había tenido oportunidad de hacer públicas mis condolencias por la muerte del distinguido Embajador Emérito, Sergio González Gálvez. Un abrazo para su familia.
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