No busca este título hacer insolente paráfrasis del inmortal pensamiento de don Erasmo de Rotterdam quien hizo elogio infinito de la locura, la cual, vista desde el estilo literario puede ser la mentira de la razón, pero alabar al mentiroso –en la política y otras artes mayores–, es condición necesaria cuando ya se ha llegado a la pérdida de la inocencia.
Hace muchos años, en una mesa tabernaria un viejo maestro de periodismo (cuando no había aulas sino barras en Bucareli), me escuchó hablar emocionado a mi relación frecuente con un secretario de Estado.
–¿Tú tienes amigos en la política?, me preguntó sereno y distante.
–Sí, el señor licenciado etc, etc, es mi amigo.
–Pues se nota tu juventud, muchacho. Mira, escucha bien: hay dos tipos de idiota (bueno, no dijo idiota), en este mundo: quienes creen en la amistad de un político y los enamorados de una prostituta».
Insólita comparación de aquellos tiempos, pero en verdad es lo mismo. Nada se prostituye más en la vida, nada se envilece peor como el lenguaje en boca un político profesional cuyas mentiras, ímprobas rectificaciones, falsos arrepentimientos, apariencias, ocultamiento, mendacidades y demás, son el pan de cada día.
El político miente con la misma naturalidad como canta el canario o trina el ruiseñor. Así como el toro muge, el pato parpa y la flor aroma. Mentir es la costumbre; el engaño la herramienta.
Y según el tamaño de la ambición es la dimensión de la falacia.
Si usted tiene tiempo le pido guardar la nota cuyo texto reproduzco a continuación. En muy poco tiempo sabrá cuan mentirosa fue esta declaración. Y el peso de la tinta es a veces insobornable. La podrá usted comparar con los hechos por venir cuando éstos hayan llegado.
“(La Crónica). – El dirigente nacional del PAN, Ricardo Anaya, aseguró estar dispuesto a declinar por una eventual candidatura presidencial con tal de que el Frente Ciudadano que integran PAN-PRD-MC, rumbo al 2018 se mantenga, y confió en que todos los aspirantes a abanderar este proyecto tengan altura de miras para que no se fracture en los próximos meses.
“Yo sabré siempre anteponer los intereses superiores del país a cualquier proyecto personal, y en este caso, todo mi esfuerzo y todo mi empeño está en lograr la conformación de este Frente”, indicó.
“Cuestionado sobre el riesgo de que el Frente Ciudadano se rompa a la hora de elegir quién será su abanderado presidencial de entre todos los candidatos del PAN, PRD y hasta ciudadanos que han levantado la mano, Anaya confió en que, si se demuestra amor a México, este proyecto va a funcionar.
“Si todos tenemos alturas de miras, si todos demostramos nuestro amor a México, esto va a terminar muy bien, vamos a sacar al PRI y vamos a lograr la transformación profunda que reclama México”, indicó.
—¿Anaya estaría dispuesto a declinar su aspiración presidencial, en pro de que este Frente siga adelante y no se rompan las alianzas?
—Lo he dicho con absoluta claridad, la prioridad es México, primero está el país, después los partidos y muchísimo después un proyecto personal por legítimo que pudiera ser.
“En entrevista, Anaya desestimó los dichos de Margarita Zavala en el sentido de que la construcción de este Frente Ciudadano significa el “pase automático” del dirigente nacional del PAN a la candidatura presidencial de dicho proyecto e insistió en que ese Frente tiene como objetivo “las mejores causas”.
“Lo que hay es un Frente fuerte que está trabajando por las mejores causas”, evadió”.
La mentira no es aplazar, diferir o rechazar la posibilidad de una candidatura. El engaño, tan amplio como la muleta de Manolo Martínez, en la faena de «Payaso», consiste en esta palabrería cursi e increíble:
“–Si todos tenemos alturas de miras, si todos demostramos nuestro amor a México, esto va a terminar muy bien, vamos a sacar al PRI y vamos a lograr la transformación profunda que reclama México”. Esa es la mentira. Las demás, como eso de las “mejores causas” (¿cuáles serán esas?) y otras zarandajas, son el ornamento, el ropaje, el envoltorio, de la falsedad mayor.
Los políticos no tienen patriotismo. Tienen ambiciones y por conseguirlas son capaces de disfrazarse de monjes traperos, de lamas, de budistas, de charro o de niño héroe. Todo con tal de cumplir con la obsesión, con su destino auto trazado desde los confines de su vanidad y sus delirios. Todos los políticos son así.
Si no, no se dedicarían a esto.