El lunes de la semana pasada un integrante del equipo de transición de Enrique Peña Nieto, me contó sobre la agenda del presidente electo. Entre otras cosas me dijo
–“Va a ir al informe de Eruviel y a ningún otro”.
Este dato si se quiere aislado, comprueba algo muy simple: todo mundo sabía quién iba a ser la estrella en el teatro Morelos de Toluca. El doctor Eruviel Ávila, gobernador del Estado de México, iba a servir una vez más como “telonero” (como se les dice a los grupos musicales de menor estatura) para cuando llegara el verdadero “superstar” a quien todo mundo quería saludar, precisamente el día de la aparición del Bando Solemne con su consagratoria condición de presidente electo y su posterior entrevista de concordia con el presidente en funciones, Felipe Calderón.
En ese ambiente Miguel Ángel Mancera aceptó la invitación al informe (esa fue la formalidad), pero en verdad acudió a Toluca para marcar la distancia cuya gestión necesita: él es Jefe de Gobierno Electo del Distrito Federal y no escenógrafo (ni eterno patrocinador) del Movimiento de Reconstrucción Nacional. Sin ruptura, pero sin dependencia.
Así pues Miguel Ángel Mancera admitió la contundencia de la territorialidad. No se trató sólo de un apretón de manos y un anuncio de civilidad política. Mancera se salió de sus terrenos para acudir al territorio político (y simbólico) del PRI triunfante: el valle de Toluca.
Pero mientras llega diciembre y con él la gestión de Mancera, las cosas siguen en manos de Marcelo Ebrard quien juega con dos naipes y ahora se queda con las manos vacías.
Deseo compartir, en este sentido, algunas reflexiones sobre el “manifestacionismo”, doctrina, como se sabe, sobre la cual se asientan los valores y métodos fundamentales de la izquierda. Alguien dijo: la derecha hace procesiones, la izquierda manifestaciones y el PRI, elecciones.
Pero esa es la metodología.
El pequeño sabotaje, la propagación de rumores, como esas frecuentes asonadas imaginarias en el estado de México cuya frecuencia las hace sospechosas, sobre todo en la fecha previa a la clarinada del inconforme mayor (una pobre batea) y en general todas las transgresiones menores cuya finalidad es escalar la irritación hasta lograr un fin preciso (en este caso impreciso, dada la aceptación general de los resultados electorales, motivo de la queja eterna), son algunas de las herramientas de la llamada “desobediencia civil”.
Pero se llame resistencia pacífica, desobediencia civil, protesta ciudadana, inconformidad prolongada o como sea, la industria de la protesta tiene en México una larga tradición y un beneficiario mayor. Manifestarse ha sido el verbo más utilizado por la izquierda a lo largo de su historia.
Siembro una provocación:
La crónica de la izquierda no es la historia de sus ideas, sino el relato de sus manifestaciones. El mitin, asamblea o movilización no es en sí misma una herramienta social ni un medio para expresar algo. Es una actividad por sí y en sí misma. Me manifiesto, luego existo, dice el cartesianismo callejero. El Zócalo convertido en la montaña del nuevo sermón.
EL DIABLO
Sin embargo no puede haber fuerzas divinas sin su opuesto necesario, las potencias malignas. En ese sentido, repentinamente, en otro informe de gobierno (estas ceremonias se han convertido en las pasarelas y las vitrinas preferidas para dejarse ver e irrumpir en la escena) se aparece el diablo.
Carlos Salinas de Gortari, con blanquísima guayabera de cuello filipino, quien impío mete su dedito en la llaga y se refiere a Enrique Peña como la luz de la esperanza, para escarnio del autor de aquella frase de la virtud teologal convertida en rayo sobre la historia de México.
–¿Rayitos a mí?, parece decir el ex presidente bajo cuyo manto protector ha querido el actual quejoso del Zócalo colocar a Enrique Peña. No podemos olvidar el momento hilarante en aquel primer debate entre los candidatos, cuando Andrés Manuel quiso probar la complicidad entre Salinas y Peña y exhibió de cabeza la inocua fotografía de una cena.
FLORENCE
El caso Florence Cassez se parece mucho a las velitas de broma para los pasteles de cumpleaños. Le soplan y se apaga, para después encenderse de nuevo. Ahora la actriz Marion Cotillard, internacionalmente reconocida y con el arrastre de opinión propio de las estrellas del espectáculo, desliza una sugerencia de la cual quizá no esté exento El Elíseo: los nuevos presidentes de México y Francia, el electo Peña y el ya actuante Hollande, podrán recomponer las relaciones destruidas por la insolencia de Sarkozy y el legalismo táctico de Calderón quien usó ese caso para atraerse la simpatía de los grupos “ciudadanos” defensores de los secuestrados, es decir, la señora Wallace y Alejandro Martí.
Pero no consiguieron ni lo uno ni lo otro. Todo quedó en la fracasada aventura electoral de Doña Isabel quien perdió el prestigio y las elecciones.
Hoy sólo, queda internacionalmente un hecho: la policía mexicana monta escenarios televisivos para similar éxitos de investigación. Eso hizo Genaro García Luna quien corona su carrera en materia de seguridad cuando sus aleves policías tirotean una camioneta de la embajada de los Estados Unidos.
El escandaloso caso ya ha llegado hasta los ámbitos académicos. Esta semana el joven abogado Marco Tulio Martínez Cosío, sustentará la tesis “El caso Florence Cassez y el efecto corruptor; el sistema penal mexicano a debate”, para obtener su licenciatura en la Escuela Libre de Derecho.