Si como dice el presidente Andrés Manuel L.O., el candidato republicano a la Casa Blanca es un “visionario”, le deberíamos preguntar cómo debemos interpretar esa declaración, hecha al alimón con  su acompañante para la presidencia, J.D. Vance, sobre la petrificación del gobierno mexicano ante los cárteles de la droga cuyos campamentos y laboratorios propone atacar con misiles altamente destructivos.

En estos momentos de la relación bilateral resulta pueril el frecuente escape retórico del gobierno mexicano cuando elude la seriedad de las palabras con la simpleza reduccionista de una campaña electoral en cuyo curso se habla demasiado.

Todo juego político tiene, a fin de cuentas, una finalidad electoral. Se ganan las elecciones para cumplir un programa propio; no la imaginación de los electores. Morena lo sabe.  

Así fue como la dupla L.O.–Sheinbaum, ganó los recientes 35 millones de votos. Y le llamo dupla porque nunca se habían visto como ahora, tantas exposiciones conjuntas de un saliente y una entrante. Una mancuerna.

Tan extraña como para confundir a Trump quien dio por terminado el mandato de L.O., cosa sobre la cual el aludido le corrigió en una larga y farragosa carta leída ayer en el atril de la patria.

Ante el diagnóstico de los republicanos salvajes, sobre la fragilidad institucional de México, donde los cárteles pueden derrocar a un presidente en dos minutos, porque –dicen–, los delincuentes controlan el país  y constituyen el nervio de un narco estado, sólo queda recordar con vergüenza ajena estas palabras de L.O., en su visita a Washington hace poco tiempo.

–“ Lo que más aprecio es que usted nunca ha buscado imponernos nada que viole o vulnere nuestra soberanía (…) no ha pretendido tratarnos como colonia, sino que, por el contrario, ha honrado nuestra condición de nación independiente. Por eso estoy aquí, para expresar al pueblo de Estados Unidos que su presidente se ha comportado hacia nosotros con gentileza y respeto. Nos ha tratado como lo que somos: un país y un pueblo digno, libre, democrático y soberano.”

Me doy, dijo el otro.

En menos de una semana México ha sido blanco de dos ataques y maltrato de los candidatos republicanos. Los demócratas en contienda, empeñados en corregir la insolvencia del señor Biden, han actuado diferente: no han dicho nada.

Primero, el recordatorio de la actitud de Marcelo Ebrard cuando la crisis migratoria de los aranceles, cuyas consecuencias todos conocemos y la memoria de su doblamiento. Como consecuencia,  la adjudicación personal del ex canciller sobre un insulto para otro destinatario, ante lo cual el “dream team”  se fue de bruces y tras ponerle el saco ajeno, se rasgó las vestiduras propias.

Esa actitud recuerda aquel chiste (perdón Catón), de Godinito, el contador de una empresa donde  alguien dañó irremediablemente un complejo equipo. El patrón llamó en masa a sus empleados y les dijo:

–Esto lo va a pagar el más pendejo de todos ustedes, amenazó enfurruñado.

Y Godinito contestó:

–¿Y yo por qué jefe?

Y luego el narco estado.

Pero entre las cosas extrañas algo llama la atención: ni en esta ocasión ni en la anterior se ha escuchado (hasta el cierre de la columna) un pronunciamiento del futuro secretario de Relaciones Exteriores, JRDF. Quizá su cautela sea una novedosa  estrategia diplomática. Quizá.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona