El peor de los males posibles por la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, con su bagaje de amenazas contra México, su ruindad y su desprecio étnico y cultural, ya dio, sin comenzar su primer periodo, frutos más allá siquiera de su intención.
Los mexicanos tenemos, por fin, lo más sagrado y útil de nuestras vidas: un pretexto.
Hoy todo cuanto nos ocurra o nos deje de pasar ya tiene una justificación exculpatoria: “…es que Trump… es que los gringos… es que…”
Como todos sabemos una forma infalible para perder el tiempo entre nosotros es cuando una persona le pide a otra una explicación de su conducta o sus resultados. La perorata de las explicaciones, las cuales jamás explican algo valioso o aceptable, comienza con un a frase para fijar la atención: es que…
El “es que” tiene algunos complementos casi todos cantinflescos. “A ver…”; “Déjame, te digo…”; “…espérame tantito…”; “…’ora verás…”
Hoy tenemos dos enemigos visibles y presentes: uno, la volatilidad, concepto de banqueros, cambistas o doctores en Economía, cuya definición es tan volátil como el fenómeno mismo a cuya explicación no atinan. Es como cuando todo se originaba en el campo de los derivados y los mercados a futuro. Hoy la volatilidad nos resuelve y nos revuelve.
Y esta se acentúa por la intranquilidad originada en los mensajes y amenazas de Trump quien sin poder para hacer tiene ahora el poder de anunciar, como ha ocurrido con el espadazo propinado al TPP, cuya defunción es segura nada más por la advertencia de retirarse de él con lo cual ha dejado sin pollo el caldo de pollo.
Pero en estas condiciones hemos ganado algo: una especie de talismán inverso. Si los medallones mágicos nos protegen de todo mal, el peluquín zanahoria de Trump nos salva de toda culpa.
–Es que Trump…
Si hoy revisamos los diarios veremos cosas horribles de las cuales arduamente podríamos culpar a los Estados Unidos y al fascista nuevo presidente. No tienen ellos responsabilidad en la matazón cotidiana de Guerrero donde Rojos, Ardillos y Guerreros –o como se llámenlas facciones mafiosas en pugna por el control de la droga–, siembran de cadáveres el puerto de Acapulco y algunas ciudades de las estribaciones montañosas. No.
Y no se vale decir, ellos son los consumidores de la droga hoy en disputa, de la heroína de todo lo demás, pues resulta un argumento baladí si no se analiza la complicidad de los gobiernos recientes en toda esta siniestra industria y este inicuo comercio.
Trump se ha convertido para el catálogo mexicanos de las explicaciones inútiles en algo parecido al bloqueo para la burocracia cubana del castrismo. Todo era culpa de los yanquis y del criminal bloqueo. Por eso no avanzó la Revolución, por eso no había abasto, por eso no pudimos, por eso no crecimos, por eso, chico, por eso…
Hoy debemos ver nuestra realidad con ojos autocríticos antes de proseguir con este infame coro de plañideras en el foro. NO es este el peor momento de nuestra historia en la relación conmos Estados Unidos, ni mucho menos. Ya una vez perdimos la mitad del pañis e una guerra cnra ellos. Lo triste es oerder la otra mitad en una batalla contrab nosoyros mismos, contra nuestros vicios, contran nuestra infinita corrupción.
Hoy vemos cómo legan a los quebrados Palacios de Goibiertno los mendigos de la nueva admnistraci`pn. En todas partes. En Guerrero, en Veracruz, en Quintana Roo. Fraudes de miles y miles de millones de pesos, desviaciones, pillerías, saqueos inicuos, abusos injustificables.
Cuando Trump dice de los migrantes, llegan aquí violadores, traficantes y asesinos, nos indignamos, pero ¿dónde está nuestra indignación con la tropa de bandidos en los gobiernos estatales cuya mano larga ha mutilado el federalismo para siempre, ha decretado la inviabilidad de los gobiernos estatales incapaces de pagar sus deudas y de verse obligados a negociar nuevos créditos en una cadena sin fin, y nos ha puesto no detrás de un muro, sino al borde de un abismo?
Eso nos debería indignar más, mucho más.