Como la mayoría de los mexicanos ignoro si Enrique Peña será un buen presidente. No se si sus cinco ejes y sus trece puntos de arranque serán cumplidos en el escaso lapso de su mandato. Quizá logre apenas la mitad, quizá se exceda y llegue a culminar los otros cambios esbozados durante su mensaje inicial.

Pero de algo sí estoy seguro, absolutamente seguro: si el país estuviera en manos de los vándalos incendiarios de la protesta patrocinada por el conjunto de las fuerzas “democráticas” cuya vago respaldo “ideológico” pretendió bloquear el sábado pasado la toma de protesta y los demás actos de sabotaje, mucho menos se lograría nada.

A estas alturas, cuando todos los medios de impugnación posibles fueron llevados al extremo de varias revisiones, cuando todas las instancias nacionales y extranjeras reconocieron a Peña como el ganador de las elecciones, cuando el propio caudillo López reorganiza sus fuerzas a través de la constitución de un nuevo partido político financiado por el Estado, ya no es posible tragarse aquello de la “imposición”.

En la semana anterior mucho se habló de lo excesivo del “cerco” a San Lázaro. Hoy, a la luz de un camión de basura convertido en ariete en llamas derriba murallas desmontables para irrumpir en la Cámara de los Diputados, nos damos cuenta de lo necesario de aquella previsión. El mayor error de aquel cerco de varios anillos concéntricos no fue ponerlo; fue quitarlo.

La discusión sobre el uso legítimo de la fuerza es tan rancia como para aburrir plenamente. La desgracia es detener, como en este caso a un centenar de vándalos y soltarlos después de darles disculpas, premios y la dudosa condición de víctimas.

En este sentido el gobierno de Peña se orienta hacia una política de consentimiento. Así lo hace saber su declaración en el mensaje nacional de la asunción:

“…Detrás de cada delito hay una historia de dolor, incluso, la pérdida de un ser querido. El Estado debe estar al lado de las víctimas y de sus familiares.

“Por ello, y dando cabal cumplimiento a mi compromiso, instruyo a la Consejería Jurídica para que se desista de la controversia constitucional sobre la Ley General de Víctimas, para que, una vez que se acuerde por la Suprema Corte, se publique tal como fue aprobada por el Congreso. Sé que esta ley es perfectible”.

Obviamente las partes interesadas en negar la legalidad del gobierno y minar su estabilidad convierten en “víctima” a cualquiera.

No a quien ha sido atacado por delincuentes a los cuales el Estado debe combatir, sino a quien como tal se exhibe, a veces con el respaldo de los incendios oratorios –entre otros–, de Ricardo Monreal, quien ahora desempeña el estridente papel antes reservado para Gerardo Fernández Noroña.

Ayer mismo “La jornada” preguntaba públicamente, a quien benefician los desmanes, quién los ha orquestado.

Y en esa misma página encabezaba con las palabras de López pidiendo la renuncia de Manuel Mondragón y Miguel Ángel Osorio Chong por haber reprimido a los “manifestantes”, en cuyos métodos extremistas muchos han detectado rasgos propios de los movimientos guerrilleros aun vigentes.

Además del despropósito de arrogarse la capacidad de pedir renuncias sin ton ni son, llama la atención cómo López quiere despedir del gobierno de Peña a quien él mismo había designado en plena campaña electoral como su secretario de Seguridad Pública.

EBRARD

En pocos días Marcelo Ebrard dejará el cargo de jefe de Gobierno y comenzará su largo camino hacia la candidatura presidencial. En la ruta deberá salvar varios obstáculos, el principal de todos, quizá su propia intemperancia.

El miércoles, lo quiera o no, se verá de frente cara a cara a con Enroque Peña Nieto pues el presidente ha confirmado su asistencia a la toma del cargo de Miguel Ángel Mancera quien estuvo como otros gobernadores en el Palacio Nacional.

El único ausente fue Marcelo Ebrard quien por esa razón se hizo notar.

Obviamente no se sabe cuál será la ganancia final de esa marginación, pues si durante todos estos años Marcelo se va a negar a la foto (como decían al inicio del calderonato) para salir a última hoira con un remedo del abrazo de Acatempan , pues poco servicio le hará a su propia causa. Mala consejera es la arrogancia, pero peor resulta echarse para atrás, recular, pues, arrepentirse, comerse las palabras, exhibirse en el acomodo convenenciero.

SOLALINDE

Dos son los actos ya inmediatos para el presidente Peña. el primero, la entrega del Premio Nacional de los Derechos Humanos al padre Alejandro Solalinde, a lo cual se negó Calderón por andar del tingo al tango en los días previos a su postrero viaje en tirolesa y la designación del director del Instituto Politécnico Nacional o la ratificación de la doctora Xóchitl Bustamante cuyo papel ha sido considerablemente bueno.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

1 thought on “El vandalismo democrático”

  1. HOLA SR. CARDONA ME ENCANTA LEER O ESCUCHAR SU CRISTALAZO SOY UN FERVIENTE ADMIRADORA SUYA, LO VEO CADA VIERNES CON BROZO Y LOS DIAS QUE SALE EN TELEFORMULA.

    MANDAME SALUDOS PORFAVOR CUANDO ESTE CON BROZO, PERO QUE EL SALUDO SEA SUYO NO DE BROZO, EL ME CAE MUY BIEN PERO A USTED LO ADMIRO Y RESPETO

    SALUDOS DESDE MAZATLAN, SINALOA SR, CARDONA Y ES USTED UNA PERSONA MUY INTELIGENTE Y NO ME PIERDO SUS CRISTALAZOS

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