Hace muchos años, en medio de una crisis personal, acudí a Julio Scherer. Le conté mi situación y le pedí una comisión fuera del país para retirarme un poco de los problemas, al menos geográficamente.
“Don Rafael, no me joda”, me dijo.
“Yo soy su director, no su confesor. Y si tiene problemas, agárrese de la chamba como de un clavo ardiendo. La chamba, la chamba don Rafael”. Tiempo después me mandó a Europa.
Ya no sé si le hice caso, pero hoy, cuando lo veo en la cima del oficio con todo y su avanzada edad, a los ochenta y tantos años, no alcanzados por muchos o logrados sin lucidez ni autonomía, metido en los berenjenales de acudir a una prisión y desnudar con palabras a la Reina del Sur o hablar y fotografiarse a pleno sol con uno de los hombres más perseguidos del mundo, así nomás, como quien remata una “Media Verónica”, no puedo sino creer profundamente en la sinceridad de aquel consejo y, así sea con tardanza, expresarle mi gratitud.
El oficio, la profesión, el respeto por el trabajo propio, el periodismo como camino único de la vida, la mezcla a veces insoportable entre insistencia, persistencia y terquedad, la fidelidad a veces fanática a las propias ideas y en general el arriesgado despliegue de la autocracia como única garantía de la libertad, hacen de Scherer un hombre singular.
Muchos años trabajé con él. Conocí algunas de sus virtudes y también de sus defectos. No son pocas ni unas ni otros. La vida me acercó a él y algo aprendí, entre otras cosas a vivir con distancia, alejado de su dominio.
Hace muchos años, en Excélsior, alguien me repetía una frase frecuente en los periódicos: “los editoriales se hacen en las cabezas”; es decir, los juicios no necesitan la argumentación de un artículo en la página editorial, el encabezado todo lo dice, todo lo sugiere y todo lo juzga, si se sabe hacer.
En eso fueron magos Rodrigo de Llano y Víctor Velarde, Fernando Alcalá y Pedro Álvarez del Villar, entre otros muchos.
Hoy, la sola publicación de la fotografía donde Zambada le pasa el brazo por la espalda a Julio y le deja caer la “manaza” en el hombro mientras ambos miran a la cámara, el uno orgulloso de su labor y el otro altivo y seguro de su territorio, prueba algo mejor: los editoriales también se hacen con el trabajo profesional.
No ha habido crítica más certera y apabullante a la guerra de Felipe Calderón y sus resultados. Un lobo estepario del periodismo se encuentra en la rinconada del refugio con uno de los hombres más buscados del país, tanto por las autoridades mexicanas como por las estadunidenses. ¿Cómo puede ser esto?
Pues solamente por dos razones.
O el periodista logra lo imposible, o todos (quienes tiene obligación de hacerlo) lo podrían hallar y a nadie le conviene hacerlo todavía. Al menos no en los altos peldaños de la seguridad pública y la inteligencia nacionales. ¿Para eso tantos soldados, policías, soplones y agentes de la DEA?
Pero mientras (al menos en público) esa administración norteamericana y sus subordinados mexicanos se hacen cruces en torno de cómo pudo un veterano periodista penetrar por los anillos de seguridad del capo a quien todos dicen perseguir, los ciudadanos hallan (en la mitad del páramo de los medios nacionales) una obra periodística de ejemplar significado profesional. Ojalá ni se les ocurra la peregrina idea de llamarlo a la PGR a explicar cómo lo consiguió. La carcajada se oiría hasta Washington.
Alguna vez, cuando el ex gobernador de Quintana Roo Mario Villanueva huía de todas las policías mexicanas y estadunidenses acusado también de narcotráfico, la periodista Isabel Arvide publicó en Milenio una entrevista con él. Ella llegó antes. Los federales, después.
En esa ocasión escribí: en este país no todo está perdido y aún hay un poco de esperanza si los periodistas llegamos primero y los policías después.
SINALOA
En tierra sinaloense, la elección para gobernador muestra matices propios. El candidato del PRI, Jesús Vizcarra, socio de importantes empresarios de los Estados Unidos con altos cargos federales, ha sido víctima de la “guerra negra publicitaria” desde el principio del proceso.
Las acusaciones provienen de una “sociedad” con El Mayo Zambada y se sustentan en una vieja fotografía de grupo tomada hace veinte años. Hoy lo comprobamos, una foto no prueba complicidad, ni siquiera relación frecuente.
De la otra parte, el senador Mario López Valdez, Malova, ha alimentado una candidatura opositora colgada de la alianza con el PAN y el PRD, como parte de la estrategia del gobierno federal para frenar al PRI mediante su merma estatal y regional.
La empresa consultora Mitofsky, en la cual muchos si no tienen confianza en su exactitud al menos sí en su imparcialidad, ha dado a conocer cómo están las cosas en este momento. Así lo diagnostica:
“En la preferencia electoral, considerando a los dos principales candidatos ya definidos, la competencia luce muy intensa con Jesús Vizcarra, del PRI, aventajando por escaso margen con el 39 por ciento de los apoyos, mientras que el abanderado por la coalición integrada por el PAN y el PRD, Mario López Valdez, le sigue de cerca con el 36 por ciento de la intención de voto, considerando a una cuarta parte de la población que aún no toma su decisión de voto o no la expresa, sin duda la competencia luce muy intensa”.