Cualquiera con la mínima capacidad de observación podrá ver en Roma una añeja inscripción en las atarjeas: SPQR. “Senatus Populus Que Romanus”. El Senado y el pueblo de Roma. No importa si coladeras lo llevan por la megalomanía de Benito Mussolini o como haya sido, pero también el escudo de armas de la ciudad lo ostenta, como luce a la loba de cuyas tetas se alimentan Rómulo y Remo.
El Senado, la asamblea de los mayores, es una institución histórica (sobajada en México por la demagogia de la representación proporcional) cuya evolución merece una revisión y hasta un nuevo edificio, así muchos se hayan opuesto a su construcción en el Paseo de la Reforma.
Cuando la obra se anunció un amigo mío dijo al aire en su noticiario radiofónico: Pronto, pronto, que alguien llame al siquiátrico aquí se han vuelto locos. La razón de tan desmesurada actitud era lo innecesario de un edificio.
Bien se ve. Mi amigo llevaba años de no ir a “reportear” al horrible edificio de Xicoténcatl, donde desde el 13 de agosto de 1931 los senadores sesionan entre apretujones; escaleras desniveladas y oficinas con aspecto de apandos.
Y ya de las instalaciones en el edificio de “El caballito”, mejor ni hablar. Ese edificio es hermoso y funcional… por fuera.
Hoy se anuncia la inminente inauguración del Senado de la República en donde alguna vez estuvo el Cine Roble. También hubo ahí junto una benemérita institución llamada “El Run-run” y un restaurante chino. A la vuelta esta aún “La polar” con humeante birria y cuando la vida era de otra manera en el edificio semicircular (como el nuevo senatorial) del hotel Vista Hermosa, había un bar llama do “La faena” cuyas sillas estaba hechas con astas de toro. Al sexto güisqui uno sólo se metía la cornada.
El Senado debería estar funcionando desde hace mucho tiempo en San Lázaro. El proyecto de Pedro Ramírez Vásquez incluía ambas cámaras en un conjunto con razón entonces para llamarse Palacio Legislativo, pues todo el poder de esa rama del gobierno estaría alojado en un solo sitio como alguna vez previó Porfirio Díaz.
Como todos sabemos la Revolución se le atravesó en el camino y ya con muchas cosas comparadas (como por ejemplo los leones para el remate de las escalinatas; esos ahora rugientes donde no pueden acabar el arco sin arco del Bicentenario) y la estructura de nuestro Capitolio terminada (en la actual colonia Tabacalera), la vida tomó otro derrotero.
Hoy los senadores discuten por la fecha de la inauguración. Si le toca a Manlio Fabio Beltrones o lo hace Carlos Navarrete quien de un tiempo a esta parte se ha desatado en ambiciones personales. Un día se ofrece como aspirante presidencial, pero al poco tiempo se cuenta de la enanez de sus correligionarios y brinca para la jefatura de Gobierno del DF, lo cual no tiene nada desdeñable. Manejar más de siete mil millones de pesos en seis años, resulta algo muy atractivo.
Beltrones, por su parte, le ha dado al, senado un peso político no conocido hasta ahora. En sus manos el trabajo parlamentario ha sido un verdadero contrapeso para el Ejecutivo, lo cual es una sana aspiración democrática. Obviamente los “untados” de la presidencia no lo pueden ver ni pintado, pero eso es otro asunto.
El Senado debería regresar a su composición original. La representación proporcional ha desvirtuado su sentido profundo: la representación federal organizada en una cámara colegisladora y revisora de la inserción mexicana en el mundo. Como nunca antes los tratados internacionales, cuya suscripción el Senado debe ratificar, llevan al país una especie de doble constitucionalidad. Y cuando se mete la Corte, hasta una triple constitucionalidad, derivada de sus sentencias en casos relevantes.
Es obligatorio de toda obligación el texto de la Constitución, pero igual grado de cumplimiento y supremacía jurídica tienen los tratados. Por eso se desempareja el suelo y se sienten tanto los brincos.
–Hace muchos años Abel Quezada hizo un cartón maravilloso como casi todos los suyos. Ahí, con la imagen de Manuel Moreno Sánchez, si no mal recuerdo, se preguntaba: ¿Qué hacemos con el senado (el sueño de Miguel Ramos Arizpe) ? ¿Lo vendemos? Por años Xicoténcatl fue una especie de dormitorio de los elefantes. No se iban a morir ahí los viejos políticos, se iban a dormir, lo cual es una especie de similitud pues ya nos dijo William Shakespeare cómo el sueño es hermano gemelo de la muerte.
Pero entre bostezos y gruñidos, por el Senado han pasado grandes hombres mexicanos. Hoy cuando alguien nos debería recontar los fulgores revolucionarios, cuánta falta hace, por ejemplo, don Martín Luis Guzmán quien (solo como un comentario) nada más de leer una página de los diario actuales obscenamente ayunos de gramática , se volvería a morir.
Sin embargo el Senado mexicano no depende de la voluntad política para inaugurar por fin una sede propia, pues tantos años vivió de arrimado en el Teatro Chiarini, el recinto del 57; el Palacio Nacional, el Salón Verde de Donceles y donde le fue posible. Su edificio pende de las habilidades de arquitectos y albañiles lo cual ya se acerca a los terrenos de la tragedia. Ni el sastre ni el alarife tienen palabra de honor, siempre ofrecen las cosas para después, tiempo indefinido e impreciso cuya distancia puede ser un día o un año… luz.
COMENTARIO ESPONTÁNEO
En la columna dominical publiqué los riesgos de AMLO tras la bendición ofrecida para sus afanes por Fidel Castro y cómo en Estados Unidos una encuesta le otorga a Jennifer López el título del mejor trasero planetario. Un lector me manda esta reflexión:
“…así es el imperio impiden que el señor López llegue a presidente y nos imponen cual es el mejor trasero del mundo, el de la señora López. Saludos. Alfredo Velarde”.